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21 noviembre 2016 • Por una democracia profranquista • Fuente: Dichos, Actos y Hechos

Pío Moa

El antifranquismo, cáncer de la democracia

Constitución españolaEste domingo hace cuarenta y un años que murió Franco. Dentro del ínfimo nivel del análisis político corriente en España, hablar de una democracia profranquista sonará a oxímoron, y alguien me preguntaba como argumento definitivo contra Franco: “¿Se votaba en España cada cuatro años para elegir los gobiernos?” Respondí a la necedad: “No había posibilidad de elegir entre un corrupto y otro corrupto, un pro separatista y otro pro separatista, un demagogo barato y otro demagogo barato. Y la gente no lo echaba de menos”.

Porque es evidente que nuestra democracia ha ido deteriorándose hasta un grado que recuerda los dicterios de Marañón contra la “estupidez y canallería” de los republicanos, o del propio Azaña contra aquella política de los suyos “incompetente, de codicia y botín sin ninguna idea alta”.

Aunque todos los partidos y políticos se proclaman demócratas, la palabra es usada en un sentido mágico, significando cosas distintas, incluso opuestas, según las utilicen unos políticos u otros. Si queremos escapar del círculo mágico de la palabrería debemos referirnos a los hechos. ¿Puede decirse que una democracia se consolida mediante una maniobra de rescate de la ETA, que estaba, según propia confesión, al borde del precipicio, para recompensar sus crímenes con legalidad, dinero público y convertirla en una potencia política? ¿Acaso no destruye esto el estado de derecho y los principios de una convivencia civilizada? ¿Puede considerarse democrática una ley llamada de memoria histórica que intenta imponer desde el poder una determinada visión del pasado, cosa típica de los totalitarismos, una visión que exalta además, como víctimas a miles de asesinos, y torturadores chekistas? ¿Una ley que deslegitima la propia transición, la democracia comenzada entonces y la monarquía? ¿Es acaso democracia apoyar y financiar unos separatismos que tratan de desintegrar la nación? ¿Es democracia el incumplimiento sistemático de la Constitución en varias regiones españolas, y la no menor prevaricación de gobiernos que no hacen cumplir la ley, y por ello tampoco no la cumplen? ¿No es esto una forma de delincuencia institucionalizada mucho peor que otra plaga que arrastra el sistema, el de la corrupción de los partidos? ¿Tiene algo que ver con la democracia la entrega de la soberanía española “a grandes toneladas” como decía Margallo, a la burocracia de Bruselas, como si la soberanía fuese una mercancía propiedad de los gobiernos de turno? Y así podríamos seguir largo rato, con las leyes de género, el abortismo, etc.

Una democracia funciona a base de partidos, y por tanto podría llevar al país a la disgregación y a la ruina si por encima de los partidos no existieran unas leyes y unos principios y valores generalmente compartidos. Por ejemplo, el patriotismo es indispensable, porque sin él lo único que se impone son los intereses de los partidos, que por su propia dinámica tienden a la disgregación. Y en España llevamos décadas de ataque de un lado y de otro al patriotismo español, ataque fundado precisamente en la falsificación de la historia. En vísperas de las elecciones del 16 de febrero, el diario El Sol advertía lúgubremente: “Vamos camino de que nada nos sea común a los españoles”. En la actualidad diversas fuerzas tienden a repetir la misma jugada. Es cierto que ahora no se da la violencia de aquellos años, pero la situación tiende a pudrirse y la frivolidad ante ella está de sobra.

Uno de esos valores básicos que debieran ser ampliamente compartidos es el respeto a la verdad histórica, que en España viene siendo pisoteada sistemáticamente desde hace cuarenta años. Y la verdad histórica es que la democracia, o la posibilidad de una democracia sana, se debe al franquismo. En tres sentidos:

  • Primero: Fue organizada desde el franquismo y por personajes del franquismo, empezando por Juan Carlos; y hecha “de la ley a la ley”
  • Segundo: No podía venir de la oposición antifranquista que siempre fue totalitaria (comunista y terrorista). No existió oposición democrática real y los pocos demócratas vivían y prosperaban tranquilamente, aunque se quejaran, y no había ninguno en la cárcel.
  • Tercero: El franquismo creó las condiciones para una democracia que funcionase: prosperidad, amplia clase media, y sobre todo olvido de los odios políticos que hundieron la república. Hizo posible una convivencia en paz y libertad que fortaleciese y no amenazase de nuevo la existencia de la nación.

No es que Franco desease la democracia liberal. Estaba convencido de que esta repetiría la nefasta experiencia republicana y precisamente eso fue lo que trató de evitar siempre. Pero gracias a haber derrotado un proceso totalitario, sorteado la guerra mundial, vencido al maquis y al criminal aislamiento que trataron de imponer a España; gracias a un largo periodo de paz y prosperidad y reconciliación (no hay que confundir la reconciliación popular, muy cierta, con la reconciliación de los políticos en la transición, hecha sobre bases falsas), gracias a ello se crearon las condiciones básicas sin las cuales no puede sostenerse una democracia. Él era consciente de que el régimen no se mantendría, porque lo había declarado católico y la Iglesia lo había abandonado. Los elementos falangistas, carlistas y propiamente monárquicos eran secundarios en su ideología. El historiador inglés Paul Johnson ha descrito a Franco, con toda razón, como uno de los políticos más inteligentes del siglo XX, añadiendo que alguna vez los españoles le harían justicia. Creo que el momento de hacerle justicia debió llegar con la misma transición, pero en todo caso ya va siendo más que hora, no debe aplazarse más.

A la muerte de Franco se abrió, pues, la posibilidad de avanzar sobre lo mucho construido antes, pero no debe olvidarse que “la estupidez y la canallería”, y la mentira, son fuerzas poderosas en la historia. Se identificó democracia y antifranquismo, la multitud de arribistas sin escrúpulos llegados a la política optó por identificarse con el Frente Popular, adoptar la propaganda “democrática” desplegada por los comunistas, y atacar la memoria del franquismo, es decir, de una de las épocas más fructíferas de nuestra historia en al menos dos siglos. Y quienes debían haber defendido la memoria de Franco no lo hicieron o lo hicieron muy mal, dejando el terreno libre a sus enemigos, que lo eran también de la verdad: “la economía lo es todo” y “miremos al futuro” (sin sacar ninguna lección del pasado y privando a los españoles de su historia) han sido las consignas de una derecha que también ha querido hacerse la demócrata volviéndose cada vez más antifranquista retrospectiva. La democracia estará enferma mientras no sea capaz de hacer justicia a Franco y a su régimen.

portada-los-mitos-del-franquismoHe dedicado Los mitos del franquismo “a quienes respeten la verdad y sientan la necesidad de defenderla”, aun sabiendo que la verdad absoluta es inalcanzable; y algunos tratamos de mantener el programa de radio “Cita con la Historia” como combate contra la llamada “memoria histórica”, nombre involuntariamente irónico. Decía Cicerón que la verdad se corrompe tanto por la mentira como por el silencio, y en España tenemos un ejemplo sobresaliente. Se ha corrompido la verdad y la democracia. De todo esto debemos seguir hablando, debemos insistir mucho, afrontando el matonismo ideológico de un antifranquismo grotesco; porque la mentira y el silencio han avanzado demasiado, pervirtiéndolo todo.

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