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30 mayo 2018 • Un abuso de poder flagrante, propio de un estado policial • Fuente: In novissimis diebus

Christopher Fleming

¿Cuánto tiempo nos queda?

Tommy Robinson

Escribo esto en reacción a la detención de Tommy Robinson en Leeds, Reino Unido, el viernes 25 de mayo 2018. El hombre, conocido por su activismo contra la islamización de Europa, estaba en las cercanías del tribunal que en ese momento estaba juzgando a OTRA banda de mahometanos que se había dedicado a explotar y abusar sexualmente de niñas de edades comprendidas entre 11 y 16 años. Naturalmente, las víctimas eran inglesas y blancas y los acusados de origen pakistaní.

¿Cuál es el crimen de Robinson? Supuestamente creó una «perturbación de la paz», lo cual es absolutamente risible si se mira el vídeo que estaba filmando en el instante de su detención. No había nadie más presente; el hombre estaba haciendo un simple reportaje periodístico sobre un caso judicial. Ahora esto se considera un delito en el Reino Unido, porque para el gobierno británico esclavizar y violar a niñas durante años tiene pase, pero hablar sobre ello es imperdonable. Los colaboradores de Robinson fueron amenazados por la policía; si hablaban en las redes sociales o con los medios de comunicación sobre la detención, también serían detenidos. En el caso de Robinson, ir a la cárcel es especialmente peligroso, casi una sentencia de muerte. La última vez que estuvo allí intentaron matarle los presos mahometanos. Es conocido el caso del hombre que fue condenado a DOS AÑOS de cárcel en el Reino Unido, por dejar un bocadillo de bacon delante de una mezquita; antes de cumplir un año de su sentencia fue encontrado muerto en su celda.

Robinson fue llevado directo a prisión. Tardaron UNA HORA en sentenciarlo a una condena de 13 meses de cárcel. Sí, ha leído correctamente: una hora entre el «delito» y dictar sentencia. Quizás algunos de mis lectores pensarán que el sistema judicial británico es ultra eficaz, pero hay que tener en cuenta que los delitos sobre los que Robinson estaba hablando se perpetraron durante décadas, sin que nadie hiciera nada. La justicia británica, la misma que permitió que el monstruo pedófilo Jimmy Savile muriera de viejo en su cama, tardó 17 años en juzgar a los miembros de estas bandas que explotaron sexualmente a miles de niñas en todo el país. Que nadie se engañe: la justicia británica no es ciega, tiene una vista inmejorable. Si el acusado es un hombre blanco de origen inglés, se le cae todo el peso de la ley (y el peso de la política también, como en el caso de Robinson); pero si el acusado es mahometano, todo son excusas y complejos. Nadie quiere que le llamen «racista».

Con este abuso de poder flagrante, propio de un estado policial, parece que el proceso de imponer una tiranía global se acelera. Un paso clave en este proceso, que desde la sombra lleva a cabo el Nuevo Orden Mundial, es amordazar a la población civil. Los medios de comunicación de masas ya están todos controlados por el Sistema, mediante la concesión de licencias, el control de la financiación de las cadenas de televisión, etc. Sólo faltaba una pieza para completar el puzzle totalitario: internet. Tenemos que dar gracias a Dios por internet, porque hasta ahora era el único medio que se escapaba del filtro del NOM. Cualquiera, a cero coste, puede grabar vídeos y subirlos a Youtube, escribir blogs (como un servidor), comentar lo que le dé la gana en Twitter, o hacer correr noticias en Facebook. De hecho, vimos hace un par de años como los usuarios de Facebook en Alemania obligaron al gobierno de Merkel a reconocer los ataques sexuales que habían cometidos bandas de inmigrantes durante las celebraciones de Nochevieja 2016 en Colonia. De no ser por la indignación de los usuarios de las redes sociales, Merkel y sus secuaces, en nombre del multiculturalismo, hubieran logrado tapar el asunto, y los crímenes de los invasores mahometanos hubieran quedado impunes.

Desde hace un par de años, los periodistas que no comulgan con el pensamiento único de la élite mundial, vienen alertando sobre una creciente censura en la red. Se ha visto en repetidas ocasiones que Google y Facebook tienen una doble vara de medir. Los contenidos que podrían denominarse conservadores, el análisis político de derechas, la perspectiva identitaria o patriota, ha sido objeto de censura; una censura sutil, pero censura no obstante. No se prohíbe directamente el contenido anti-NOM. Lo que hacen es etiquetarlo de otra manera que desincentiva su diseminación. Incluyen «advertencias» de que este contenido puede herir ciertas sensibilidades, o que no es apto para todos los públicos. Esta censura light es muy eficaz, porque por un lado consiguen que el contenido llegue a menos gente, y por otro lado amedrentan a los pensadores disidentes. Naturalmente, es la primera fase en un plan para silenciar completamente a los que se oponen a la destrucción de Occidente.

El caso Robinson es especialmente significativo, porque es la primera vez que se ha visto un intento tan descarado de silenciar una noticia que ya había saltado a la red. El viernes por la tarde multitud de medios digitales dieron cuenta de la detención de Tommy Robinson, pero durante la noche, misteriosamente iban desapareciendo. Hasta medios extranjeros, como Breitbart y RT colaboraron con el apagón informativo. Los comentaristas más despiertos que siguen el caso hacen tanto hincapié en este hecho como en la detención en sí. Parece un globo sonda para determinar hasta qué punto la población civil está preparada para la censura total. Los amos del mundo saben que no deben adelantarse en la imposición de la tiranía, porque en  tiempos de paz el proceso debe ser gradual para ser realmente efectivo. Es mucho más efectiva una gradual erosión de las libertades que un mazazo repentino, porque lo segundo suscita una reacción contraria. Es la metáfora de la rana que metes en agua y poco a poco la cueces.

Personalmente estos acontecimientos siniestros me hacen reflexionar seriamente acerca de mi futuro. Me pregunto: «¿cuánto tiempo me queda, antes de tener que elegir entre callarme o ir a la cárcel?» Es una pregunta que deberíamos hacernos todos. La noche oscura del totalitarismo avanza a paso seguro en Occidente. Quizás no podemos detenerlo, pero sí podemos decidir cómo lo afrontamos; de pie frente al enemigo, como soldados de Cristo, o de rodillas ante el enemigo, como cobardes y traidores.

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