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17 junio 2022 • Rito Romano Tradicional

Marcial Flavius - presbyter

Fiesta del Santísimo Cuerpo de Cristo («Corpus Christi»): 19-junio-2022

Epístola (1Cor 11, 23-29)

Hermanos: yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: que el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía». Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía». Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva. De modo que quien coma del pan y beba del cáliz del Señor indignamente, es reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Así, pues, que cada cual se examine, y que entonces coma así del pan y beba del cáliz. Porque quien come y bebe sin discernir el cuerpo come y bebe su condenación.

Secuencia

Alaba, alma mía, a tu Salvador; alaba a tu guía y pastor con himnos y cánticos.

Pregona su gloria cuanto puedas, porque Él está sobre toda alabanza, y jamás podrás alabarle lo bastante.

El tema especial de nuestros loores es hoy el pan vivo y que da vida.

El cual se dio en la mesa de la sagrada cena al grupo de los doce apóstoles sin género de duda.

Sea, pues, llena, sea sonora, sea alegre, sea pura la alabanza de nuestra alma.

Pues celebramos el solemne día en que fue instituido este divino banquete.

En esta mesa del nuevo rey, la pascua nueva de la nueva ley pone fin a la pascua antigua.

Lo viejo cede ante lo nuevo, la sombra ante la realidad, y la luz ahuyenta la noche.

Lo que Jesucristo hizo en la cena, mandó que se haga en memoria suya.

Instruidos con sus santos mandatos, consagramos el pan y el vino, en sacrificio de salvación.

Es dogma que se da a los cristianos, que el pan se convierte en carne, y el vino en sangre.

Lo que no comprendes y no ves, una fe viva lo atestigua, fuera de todo el orden de la naturaleza.

Bajo diversas especies, que son accidente y no substancia, están ocultos los dones más preciados.

Su carne es alimento y su sangre bebida; mas Cristo está todo entero bajo cada especie.

Quien lo recibe no lo rompe, no lo quebranta ni lo desmembra; recíbese todo entero.

Recíbelo uno, recíbenlo mil; y aquél le toma tanto como éstos, pues no se consume al ser tomado.

Recíbenlo buenos y malos; mas con suerte desigual de vida o de muerte.

Es muerte para los malos y vida para los buenos; mira cómo un mismo alimento produce efectos tan diversos.

Cuando se divida el Sacramento, no vaciles, sino recuerda que Jesucristo tan entero está en cada parte como antes en el todo.

No se parte la sustancia, se rompe sólo el signo; ni el ser ni el tamaño se reducen de Cristo presente.

He aquí el pan de los ángeles, hecho viático nuestro; verdadero pan de los hijos, no lo echemos a los perros.

Figuras lo representaron: Isaac fue sacrificado; el cordero pascual, inmolado; el maná nutrió a nuestros padres.

Buen pastor, pan verdadero, ¡oh Jesús!, ten piedad. Apaciéntanos y protégenos; haz que veamos los bienes en la tierra de los vivientes.

Tu, que todo lo sabes y puedes, que nos apacientas aquí siendo aún mortales, haznos tus comensales, coherederos y compañeros de los santos ciudadanos. Amén. Aleluya.

Evangelio (Jn 6, 56-59)

En aquel tiempo dijo Jesús a las turbas de los judíos: El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre». Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.

Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. Editorial BAC

Daniel Halle: multiplicación de los panes y los peces

Reflexión

La fiesta del Santísimo Cuerpo de Cristo[1], es un día dedicado a honrar al Sacramento de la Eucaristía con especial solemnidad externa que acompaña al gozo espiritual y al agradecimiento por este don. Reafirmamos nuestra fe en Jesucristo vivo y realmente presente en este sacramento, Misterio que constituye el corazón de la Iglesia.

La oración de la misa subraya la vinculación de la Eucaristía con la Pasión de Cristo, de la que es memorial: «Oh, Dios, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión». Jesús expresó de forma suprema la ofrenda libre de sí mismo en la tarde del Jueves Santo, en la víspera de su Pasión. Jesús hizo de esta última Cena con sus apóstoles el memorial de su ofrenda voluntaria al Padre, por la salvación de los hombres. Manda a los apóstoles perpetuar su propia ofrenda y les instituye sacerdotes de la Nueva Alianza[2].

Precisamente la Epístola de este día (1Cor 11, 23-29) nos orienta a meditar en la relación entre la Eucaristía y el sacerdocio de Cristo. San Pablo recuerda a la comunidad cristiana de Corinto que él mismo había transmitido y enseñado las palabras y acciones de Jesús al convertir el pan y el vino en su propio Cuerpo y Sangre «en la noche en que iba a ser entregado». El Apóstol alude así a la institución del sacerdocio que perpetúa el sacrificio de Cristo en la celebración eucarística.

Es también un escrito de raigambre paulina, la Carta a los Hebreos[3] el que subraya particularmente la condición sacerdotal de Cristo a quien vincula con la misteriosa figura de Melquisedec, rey y sacerdote que adoraba al verdadero Dios, creador del cielo y de la tierra (Gn 14, 18-20). También el salmo 109 contiene una expresión solemne que declara al Mesías Rey y Sacerdote: «Tú eres sacerdote eterno según el rito de Melquisedec». Y la liturgia cristiana ha visto prefigurada la Eucaristía en el pan y el vino presentados por Melquisedec: «Mira con ojos de bondad esta ofrenda y acéptala, como aceptaste los dones del justo Abel, el sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe, y la oblación pura de tu sumo sacerdote Melquisedec» (Canon Romano).

Las palabras de Jesús en el Evangelio (Jn 6, 56-59) están tomadas del discurso en la sinagoga de Cafarnaún, después del milagro de la multiplicación de los panes y los peces. La acción de alimentar al pueblo en un lugar desierto (Lc 9, 12) evoca los episodios del Éxodo, cuando Dios sustentaba a su pueblo y prefigura la Eucaristía, alimento del cristiano en su camino hacia Dios. Lo que el alimento material produce en nuestra vida corporal, la comunión eucarística lo realiza de manera admirable en nuestra vida espiritual: «Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre» (v. 58). La comunión conserva, acrecienta y renueva la vida de gracia recibida en el Bautismo[4].

De ahí la importancia de asistir a la santa Misa con recogimiento exterior y devoción interior; recibiendo la comunión sacramental con la debida preparación que consiste, sobre todo, en estar en gracia de Dios, es decir, tener la conciencia limpia de todo pecado mortal.

*

Pidamos hoy la gracia de una fe eficaz en el misterio de la santísima Eucaristía que nos lleve a reconocer a Jesucristo oculto bajo las especies sacramentales; a confesar que en el Santísimo Sacramento del Altar está el mismo Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad… Y que esta fe sostenga de tal manera nuestra vida que, al morir, podamos contemplarle eternamente en la Gloria del cielo cumpliendo así lo que hemos pedido: «venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención».


[1] En el rito romano, el jueves después de la fiesta de la Santísima Trinidad se celebraba la solemnidad del Santísimo Sacramento, unificada con la de la Sangre de Cristo (de más reciente institución) en la reforma litúrgica. En España dejó de ser fiesta laboral en 1989 y la Conferencia Episcopal Española (siguiendo el precedente que se sentó en 1977 con la Ascensión del Señor) solicitó de la Sede Apostólica, única competente en esta materia, el traslado a domingo del «Corpus Christi». Accediendo a esa petición, desde 1990 quedó fijada el domingo siguiente al de la Santísima Trinidad, permaneciendo el jueves con carácter local en algunos lugares.

[2] Cfr. CATIC 610-611.

[3] «Aun la exégesis no católica, que solía desconocerla por falta del usual encabezamiento y firma, admite hoy la paternidad paulina de esta Epístola, tanto por su espíritu cuanto por indicios, como la mención de Timoteo en 13, 23, y consideran que S. Pedro, al mencionar las Epístolas de S. Pablo (2 Pe. 3, 15 s.), se refiere muy principalmente a esta carta a los Hebreos. El estilo acusa cierta diferencia con el de las demás cartas paulinas, por lo cual algunos exegetas suponen que Pablo pudo haberla escrito en hebreo (cf. Hch. 21, 40) para los hebreos, siendo luego traducida por otro, o bien valerse de un colaborador, hombre espiritual, como por ejemplo Bernabé, que diera forma a sus pensamientos»: Juan STRAUBINGER, La Santa Biblia, in: Hb 1, 1.

[4] Cfr. CATIC 1392