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5 abril 2015 • La Resurrección de Cristo: complemento de nuestra Redención y fundamento de nuestra Religión

Angel David Martín Rubio

«Surrexit Dominus vere, alleluia»

 

– Gaude et laetare Virgo María, alleluia

(Gózate y alégrate, Virgen María; aleluya).

– Quia surrexit Dominus vere, alleluia

(Porque ha resucitado verdaderamente el Señor; aleluya)

"Aparición de Cristo resucitado a la Virgen" (Fernando Yáñez)

«Aparición de Cristo resucitado a la Virgen» (Fernando Yáñez)

En la fiesta de Pascua se celebra el misterio de la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo, es decir, la reunión de su alma santísima con el cuerpo -del cual se había separado por la muerte- y su nueva vida gloriosa e inmortal.

El nombre de Pascua se deriva de una de las fiestas más solemnes del Antiguo Testamento, instituida en memoria de la milagrosa libertad de la servidumbre del Faraón de Egipto, obtenida por el pueblo de Dios. Esa fiesta la celebraban los judíos con muchas ceremonias, pero especialmente sacrificando y comiendo un cordero

El éxodo del pueblo de Israel era figura de nuestra libertad del cautiverio del demonio. La Pascua en el Nuevo Testamento significa que Jesucristo pasó de la muerte a la vida, y que, triunfando del demonio, nos ha trasladado de la muerte del pecado a la vida de la gracia. Por eso, nosotros la celebramos ahora, sobre todo, recibiendo en el Santísimo Sacramento del Altar al verdadero Cordero sacrificado por nuestros pecados, que es Cristo Jesús.

La palabra Aleluya quiere decir Alabad a Dios, y era el grito festivo del pueblo hebreo; por esto, la santa Iglesia lo repite muchas veces en este tiempo pascual[1].

1. La fiesta de Pascua se celebra por la Iglesia con tanta solemnidad y se continúa por toda la octava por la excelencia del misterio de la Resurrección de Cristo, que fue el complemento de nuestra Redención y es el fundamento de nuestra Religión[2].

  • Complemento de nuestra Redención: porque Jesucristo, con su muerte, nos libró del pecado y nos reconcilió con Dios, y por su Resurrección nos abrió la entrada a la vida eterna.
  • Y fundamento de nuestra Religión porque el mismo Jesucristo nos la dio por principal argumento de su divinidad y de la verdad de nuestra fe.

Por eso, la Iglesia, a través de los tiempos, da testimonio de una Resurrección inseparable del misterio de la Cruz. ¿Qué es para nosotros el misterio de la Cruz? Que el vencedor de la muerte, signo y prenda de nuestra victoria, esté con nosotros y, sin embargo, estemos todavía caminando entre sombras hacia la muerte.

Pero en Él vemos ya realizada nuestra esperanza. Él es el Hijo de Dios, que nos hace visible al Dios oculto y nos revela su amor. Él es el hermano, nacido de la Virgen María, que conduce nuestra vida humana hacia su plenitud feliz[3].

2. El cristianismo es la persona y la acción de Cristo y su doctrina es una expresión de esta realidad. Por eso, el Credo no es un conjunto de verdades abstractas y teóricas, sino un conjunto de realidades histórico-salvadoras, en medio de las cuales brilla la resurrección de Cristo, como prenda y garantía de nuestra propia resurrección.

Dos artículos del Credo guardan especial relación con la Resurrección.

  • “Al tercer día resucitó de entre los muertos”: referido a Cristo
  • “La resurrección de los muertos”: referido a todos los hombres.

La tradición cristiana ve expresada la esperanza en el futuro Redentor, que nos resucitará y a quien veremos con nuestros propios ojos de carne ya en el Antiguo Testamento: «Mas yo sé que vive mi Redentor y que al fin se alzará sobre la tierra. Después, en mi piel, revestido de este (mi cuerpo) veré a Dios (de nuevo) desde mi carne. Yo mismo le veré; le verán mis propios ojos, y no otro» (Job 19, 25-27). San Jerónimo dice que ninguno antes de Cristo habló tan claramente de la resurrección como Job, el cual no sólo la esperó, sino que la comprendió, y proféticamente la vio en espíritu.

La resurrección de los muertos acaecerá al fin del mundo, y entonces seguirá el juicio universal. Por eso dice San Pablo «esperamos al Salvador, el Señor Nuestro Jesucristo, el cual transformará nuestro vil cuerpo para que sea hecho semejante a su Cuerpo glorioso» (Fil 3, 20 s.). De ahí que San Pablo llame a la resurrección «la redención de nuestros cuerpos» (Rom 8, 23). Sabemos, que resucitaremos, y esta esperanza se apoya en la resurrección de Cristo, verdad fundamental del Cristianismo pues «si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe… Si solamente para esta vida tenemos esperanza en Cristo, somos los más desdichados de todos los hombres. Mas ahora Cristo ha resucitado de entre los muertos, primicia de los que durmieron» (I Cor 15, 14-20)[4].

Dios ha dispuesto la resurrección de los cuerpos para que, habiendo el alma obrado el bien o el mal junto con el cuerpo, sea también junto con el cuerpo premiada o castigada. Por lo tanto de la resurrección de Cristo debemos sacar dos ejemplos:

  • Que después de haber lavado las manchas del pecado, comencemos un nuevo modo de vida en el cual resplandezcan la integridad de costumbres, la inocencia, la santidad, la modestia, la justicia, beneficencia y humildad.
  • Que perseveremos en este género de vida tan constantes que con la ayuda de Dios jamás nos apartemos del camino de la virtud una vez comenzado.

Ambas cosas resultan posibles porque la resurrección de Cristo no solamente se nos propone por ejemplar de la nuestra, sino también ella nos da, así virtud para resucitar, como fuerzas y espíritu para perseverar en la santidad y justicia, guardando los mandamientos de Dios.

*

Resucitemos espiritual pero realmente con Jesús, vivamos de su vida, según sus enseñanzas… Una vida de hijos de Dios aquí en la tierra, para que Él nos haga participar de su vida gloriosa en el Cielo

Así lo pedimos por intercesión de la Virgen Santísima, a quien la Iglesia felicita por la Resurrección de su Hijo (Reina del Cielo, alégrate…) y le pide: «Muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre».

Oh Dios, que este día, por tu Hijo unigénito, nos franqueaste de nuevo las puertas de la Eternidad, ayúdanos a realizar los santos deseos que Tú mismo nos inspiras, previniéndonos con tu gracia. Por el mismo Jesucristo…[5]

_________________________

[1] Cfr. Catecismo Mayor de San Pío X, “Instrucción sobre las fiestas…”, cap, 8. Explica Mons. Straubinger: «La expresión Hallelú Yah (de donde viene el aleluya), […] significa: “Alabad a Yah”: alabad al Señor», Usada frecuentemente en los Salmos, sólo aparece cuatro veces en el Nuevo Testamento»: La Santa Biblia, in Sal 103, 35; Ap 19, 5.

[2] Cfr. Catecismo Mayor…, Ibid.

[3] José GUERRA CAMPOS, El Octavo día, Madrid: Editora Nacional, 1973, pág. 20.

[4] Cfr. Mons. STRAUBINGER, La Santa Biblia, in Job 19, 25ss.

[5] Misal Romano, ed. 1962, Domingo de Resurrección, Colecta.