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11 octubre 2017 • ¿A qué esperan los partidos patriotas no constitucionalistas para crear un frente que oriente a los españoles que están saliendo a las calles?

José María Permuy Rey

Agua que no se encauza, se desparrama

Los Reyes Católicos en el acto de administrar justicia, de Víctor Manzano y Mejorada (1831-1865). Palacio Real de Madrid

España es una realidad histórica; concebida y gestada durante siglos de vinculación al Imperio Romano; nacida y bautizada el 6 de mayo de 589, durante el III Concilio de Toledo, cuando el Rey Recaredo, abjurando de la herejía arriana, abraza -y con él todo el reino- la fe católica; invadida y sometida por el islam desde el año 711; recuperada y reconstruida durante siete siglos de reconquista protagonizada por cristianos acaudillados por reyes, condes y señores que se sentían herederos de la Hispania perdida y se consideraban soberanos de España; reunificada, acrecentada y dilatada a lo largo y ancho del orbe por los Reyes Católicos, Carlos I y Felipe II durante los siglos XV y XVI; atacada, desde dentro y desde fuera, desde entonces y hasta nuestros días, por todos los enemigos de la Cristiandad (protestantismo, masonería, liberalismo, socialismo, comunismo…)

España es, pues, anterior y superior a cualquier ordenamiento jurídico, régimen político, modelo de organización del territorio, partido e ideología.

Querer encerrar el patriotismo español dentro de los estrechos límites de la Constitución de 1978, la democracia partitocrática y la alternancia en el poder de derechas e izquierdas, liberales y socialistas, conservadores y progresistas, es ignorar y despreciar la esencia, la tradición y la misión de España. Es borrar casi 1500 años de su historia, de lo mejor de su historia, la más gloriosa, la más benéfica para los españoles y para el mundo, que transcurrió antes de la funesta Constitución de Cádiz de 1812 considerada por algunos acta fundacional de la nación española, como si la concepción liberal, romántica y voluntarista de nación fuera la única posible y la única correcta. Es rechazar la España católica, tierra de María del Pilar, pueblo de cruzados y misioneros, que fue singular y fue grande expulsando a los moros, evangelizando medio mundo, combatiendo la herejía, implantando y preservando el bien común, la justicia y el derecho, no en nombre de democracia o facción partidista alguna, sino de una fe que defendió con las leyes y con las armas y propagó con la predicación y el ejemplo.

Por otra parte, España no es, ni ha sido nunca, una dependencia territorial o administrativa de Europa. Fue, por el contrario, escudo y punta de lanza de la Cristiandad. De una Cristiandad que nada tenía que ver con la actual Unión Europea gobernada por mundialistas, plutócratas y masones.

Por todo ello, los constitucionalistas y los europeístas de nuestros días tienen una idea muy limitada, sesgada y equivocada del patriotismo y de la nación española. Pero a pesar de su errónea concepción de España, por motivos distintos y diversos, coinciden con los patriotas en su defensa de la unidad territorial de lo que queda de España, de la España actual.

Por esta razón, los verdaderos patriotas se sumaron el 7 de octubre en Madrid y el 8 de octubre en Barcelona, a los cientos de miles de españoles, catalanes y no catalanes, que abarrotaron las calles para manifestar su repulsa a los independentistas y su deseo de conservar la integridad territorial de nuestra Patria. Lo hicieron a sabiendas del riesgo de que los constitucionalistas y europeístas manipularían e instrumentalizarían en su beneficio, -como, de hecho, sucedió- el espontáneo y sencillo fervor patriótico popular, amansándolo, desvirtuándolo, desnaturalizándolo, desviándolo para llevarlo a su terreno ideológico.

Los que habitualmente son tildados de intransigentes e intolerantes fueron capaces -en aras de la unidad territorial de España- de superar su repugnancia hacia sus adversarios políticos mientras estos adversarios aprovecharon la ocasión para cantar en sus discursos las supuestas excelencias de la Unión Europea y la Constitución Española. Una UE que limita y coarta la soberanía e independencia de nuestra patria española y una Constitución que permite la legalización y la actuación pública de las asociaciones y partidos que quieren romper nuestra nación y establece un régimen autonómico que ha puesto en manos de los separatistas todos los medios coercitivos, económicos y propagandísticos de que han hecho uso durante décadas para engañar y seducir a una parte del pueblo catalán y reprimir y discriminar a la otra parte, con el objetivo de lograr la secesión.

Por patriotismo, dirigentes y militantes de distintos grupos políticos no constitucionalistas ni europeístas (Falange Española de las J.O.N.S., Comunión Tradicionalista Carlista, Alternativa Española, Candidatura Tradicionalista, Movimiento Católico Español, Fe- La Falange, etc) acudieron a la llamada de organizaciones constitucionalistas y europeístas que, de antemano, sabían muy alejadas de sus respectivos idearios, y aun contrarias a ellos. Lo hicieron, ciertamente, sin renunciar a nada y sin dejar de denunciar las inconsecuencias, contradicciones y maldades de los grupos convocantes.

Grupos políticos patrióticos que mantienen entre ellos diferencias, legítimas, pero cuyas coincidencias (no sólo cuantitativamente, que sería lo de menos, sino en lo que cada uno de ellos considera fundamental e innegociable) son muchas. Desde luego, sin duda alguna, muchísimas más que las que puedan tener con las asociaciones constitucionalistas y europeístas en cuyas manifestaciones han participado.

Después de esto, ¿qué excusa hay, en la presente coyuntura, para que estos grupos no se alíen formando un frente cristiano, hispanista, iusnaturalista, no europeísta, no constitucionalista, no liberal, no capitalista, no socialista, no comunista, que con una sola voz encaucen y orienten en el más genuino sentido patriótico el torrente de españoles que se están movilizando estos días como no se había visto desde hace años?

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