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20 diciembre 2022 • Muchas cosas rodean la Navidad de profundo significado

Manuel Parra Celaya

Re-conocimiento de la Navidad

Luis de Morales: Natividad del Señor

Recuerdo que por estas fechas se publicó, hace algún tiempo, una noticia, superficial y simplista como muchas, que afirmaba que el Papa había dicho que las figuras del buey y la mula carecían de base evangélica, con lo cual el periodista venía a añadir otra dosis de escepticismo a la tradición popular de los pesebres; a lo mejor, alguno hasta se desprendió de las dos figuras, llevado por un prurito teológico sobrevenido; lo más seguro es que sirvió para añadir nuevas dosis de desmitificación -o, mejor, deconstrucción– del Misterio de la Navidad y reducirlo, en plan posmoderno, a la condición de relato mítico o de fábula de uso infantil.

Esta desmitificación o deconstrucción de la Navidad ya viene siendo común en España en los ámbitos políticos: muchos habitáculos institucionales prescinden de instalar un Nacimiento, por aquello tan manido de no ofender a los no creyentes (¿) o por echar mano del laicismo dogmático y oficial, que es como suelen entender -los muy cretinos- la no confesionalidad de un Estado. En otras ocasiones, se opta por el recurso de transformar un Belén en un adefesio callejero o en un simple paisaje invernal, donde se prescinde, no solo de la mula y del buey, sino de toda figura que pueda recordar que se trata de una celebración de carácter cristiano.

A ello contribuyen poderosamente las ñoñas películas que nos endilgan a diario las cadenas televisivas, cuya marca suele ser inevitablemente made in USA: un sentimentalismo nauseabundo, no apto para quienes adolecen de diabetes, da protagonismo a un colesterólico Papa Noel, con mansión en el Polo Norte, con su cortejo de elfos y de renos; una vacua felicidad de comedia romántica endulza, así, la verdadera Navidad.  Nos imaginamos que con ellas debe disfrutar mucho el Sr. Biden, ese ejemplar de catolicismo curioso, proabortista y defensor a ultranza de los matrimonios entre personas del mismo sexo…

Aclaremos, primero, la vieja noticia mencionada al principio: lo que seguramente quiso decir el papa es que las figuras del buey y la mula (o el asno) no aparecen en los textos evangélicos, pero sí responden a una antiquísima tradición medieval que procede de aquel primer Nacimiento que creó San Francisco, movido por la piadosa cercanía que sentía hacia la Humanidad del Hijo de Dios; las figuras incluidas de los dos animales que, con su aliento, daban calor al Recién Nacido en el establo proceden, no del imaginario popular o de una improvisación artística del Santo de Asís, sino del profeta Isaías -el llamado quinto evangelista– que nos dice: “Conoce el buey a su dueño y el asno el pesebre de su amo; Israel no conoce, mi pueblo no entiende”; los Padres de la Iglesia interpretaron que la Encarnación y el Nacimiento abren el entendimiento al nuevo pueblo de Dios, es decir, a la Iglesia.

Esto y otras muchas cosas rodean la Navidad de profundo significado: aquellos pastores, gente humilde y de mala fama, que acuden los primeros; los poderosos que desconocen el hecho o lo desprecian; los astrólogos gentiles que reconocen al Niño, el coro de ángeles con su canto de Gloria; el tirano Herodes; la estrella…, son los elementos que conforman un Nacimiento, ese que rechazan los laicistas en sus sedes o desfiguran los Ayuntamientos en las calles.

Todo en Navidad adquiere, así, un significado profundo; por ejemplo, el simbolismo del abeto adornado, cuyo origen debe buscarse esta vez en los Salmos: “Que dancen de gozo los árboles del bosque delante del Señor que hace su entrada”, o los propios regalos propios de estas fiestas, pues qué mejor regalo que hace Dios de Sí Mismo a los hombres en forma de niño recién nacido…

Una buena tarea de la Iglesia católica y de otras confesiones cristianas consistiría en re-conocer la Navidad y reconstruirla, es decir, difundir su exacto significado y hacerla cognoscible a los creyentes y, a modo de excelente catequesis, darla a conocer a quienes no lo son por influencia del ambiente que nos rodea; si no lo hace así, puede ser porque algunos de sus ministros andan muy ocupados en otras tareas que constituyen el objeto de sus pláticas y sermones.  Si no se asume esta misión evangelizadora, la Navidad terminará siendo una continuación en el tiempo del insípido y foráneo Halloween, que ya se ha adueñado de familias y centros de enseñanza.

La Navidad forma parte de ese legado histórico y tradicional de todos los pueblos de Europa, y no digamos de España; el fundamento cristiano de nuestra cultura pretende ser en este tiempo eliminado de raíz, pero solo a partir de él es posible edificar una verdadera unidad continental y construir unas sociedades en las que también se reconstruya la armonía del hombre consigo mismo y con lo que le rodea, tanto en su dimensión material, social, económica o política, como en aquella dimensión inalienable de todo ser humano que afecta a la Trascendencia, y que concretó la Nueva Alianza de Dios con su pueblo  precisamente con la Encarnación y el parto de una Virgen en un establo de la aldea de Belén.