Widgetized Section

Go to Admin » Appearance » Widgets » and move Gabfire Widget: Social into that MastheadOverlay zone

27 junio 2022 • Se podrían aplicar formas de Selectividad a todos aquellos que aspiran a ocupar cargos en la vida pública

Manuel Parra Celaya

Pruebas de Selectividad (política-ficción)

Imagen de Wokandapix en Pixabay

Miles de estudiantes españoles -se supone que con el Bachillerato aprobado- se han enfrentado en estos días pasados a los exámenes de Selectividad, me imagino que la mayoría con los nervios a flor de piel e intentado adivinar las ocurrencias que las autoridades educativas, nacionales y autonómicas, han decidido presentarles como hito indispensable para su acceso a la Universidad.

Cuando ejercía de profesor y de tutor de 2º de Bachillerato, los acompañaba en su nerviosismo e intentaba, en la medida de lo posible, tranquilizarlos y animarlos, aun a las puertas del aula de examen; no dejaba de acordarme de los diferentes y progresivos retos de este tipo que hube de superar en mi vida estudiantil: pruebas de Ingreso a los 10 años, Revalida de 4º, Reválida de 6º, Preu, Tesina de Licenciatura, Oposiciones, Tesis de Doctorado… Esta carrera de obstáculos pondría los pelos como escarpias a muchos alumnos de hoy, pero…eran otros tiempos. Aseguro, no obstante, que sobreviví sin la menor secuela o trastorno posterior.

Sin la menor mala intención, se me ha ocurrido que, dado que en la vida todo lo importante merece un esfuerzo, se podrían aplicar formas de Selectividad a todos aquellos que aspiran a ocupar cargos de responsabilidad en la vida pública, lo que sería una manera de garantizar que son capaces de desempeñarlos; lógicamente, estas pruebas tendrían una parte específica, la relacionada con su ámbito de gestión anhelado (por ejemplo, urbanismo para futuros ediles, economía para Ministros de esta cartera, sanidad para los encargados de hacer frente a las pandemias, relaciones internacionales para Exteriores, problemática social para representantes de sindicatos, educación para quienes preparan futuras leyes sin haber pisado un aula en su vida…); la parte de cultura general estaría adaptada a cada nivel de aspiración, claro, pero siempre contendría Historia de España, expresión escrita y oral, arte, Geografía… Sería imprescindible un examen psicológico, donde se analizara el perfil del aspirante, su personalidad -acorde con el puesto solicitado-, y, para ser actuales, en qué inteligencias múltiples destacan.

De este modo, no bastarían los méritos limitados ahora al favor del partido o de su jefe correspondiente, los intereses creados, los nepotismos; también se evitarían las habituales zancadillas, que nunca faltan entre los conmilitones de un partido político, con riesgo de divisiones o de tránsfugas.

Esta Selectividad política debería aplicarse a futuros Ministros, Secretarios, Subsecretarios, consejeros, etc.etc.etc. (¿recuerdan “Los tres etcéteras de Don Simón”?); y también resultaría harto positiva para las posteriores puertas giratorias, una vez el personaje ha abandonado el cargo público al que aspiró en su día.

El primer efecto que produciría esta novedad en la sociedad política sería evitarnos el sonrojo a nosotros, los ciudadanos de a pie, cuando escuchamos la sarta de estupideces que nuestras mujeres y hombres públicos sueltan en sus declaraciones o que informan el redactado de los decretos y leyes que salen de su magín.

Otra ventaja vendría dada en lo que llamaríamos dignidad nacional, cuya ausencia actual provoca un sonrojo todavía mayor cuando contemplamos o sospechamos las chirigotas que dirigentes de otros países más afortunados que el nuestro en selección de sus representantes y dignatarios pueden montarse a costa de los dislates que cometemos en la convivencia internacional.

Quizás, el mayor provecho que se obtendría de mi propuesta se centraría en el apartado de las pruebas psicológicas de esta selectividad, cuando un examinador neutral (no elegido, ¡vive Dios!, por los políticos) comprobara si la motivación del aspirante se centraba en la voluntad de servicio a la colectividad, y no al medro personal, a la obtención de sinecuras y prebendas, o a la soberbia o a la vanidad; mi duda, como antiguo orientador, es si se podría detectar de antemano la propensión a la corrupción; en todo caso, habría que hilar muy fino en el testado de las pruebas, toda vez que conocemos lo frágil de la naturaleza humana, y máxime bajo este Sistema democrático.

Los malpensados que están leyendo estas líneas seguro que estiman que muy pocos de nuestros actuales dirigentes sociales, capitostes en diversas áreas o consejeros de toda laya superarían esta selectividad; en fin, cada uno es libre de opinar lo que quiera…

Puestos a imaginar, ¿sería posible emplear el mismo sistema selectivo, a priori, claro, en las listas electorales de cualquier convocatoria a las urnas? Una nota de corte adecuada bastaría para que el ciudadano pudiera depositar un voto consciente, sin necesidad de escudriñar si en su lista favorita figuran pazguatos, majaderos, infelices de relleno o embusteros recalcitrantes.

Ojalá entre los estudiantes que hayan aprobado este año la Selectividad se encuentren personas que puedan suplir con ventaja, en el futuro, a las actuales promociones de personajes públicos que ocupan los despachos de los Ministerios, las Alcaldías, las Asesorías, las Concejalías o, si mi última propuesta es recogida, los escaños de representantes del pueblo español.