Go to Admin » Appearance » Widgets » and move Gabfire Widget: Social into that MastheadOverlay zone
«La teología, por lo mismo que es la ciencia de Dios, es el océano que contiene y abarca todas las ciencias, así como Dios es el océano que contiene y abarca todas las cosas»
Evangelio
Lc 1, 57-68
A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. 8Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y se alegraban con ella. A los ocho días vinieron a circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre intervino diciendo: «¡No! Se va a llamar Juan». Y le dijeron: «Ninguno de tus parientes se llama así». Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre». Y todos se quedaron maravillados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y se comentaban todos estos hechos por toda la montaña de Judea. Y todos los que los oían reflexionaban diciendo: «Pues ¿qué será este niño?». Porque la mano del Señor estaba con él. Entonces Zacarías, su padre, se llenó de Espíritu Santo y profetizó diciendo: «Bendito sea el Señor, Dios de Israel, | porque ha visitado y redimido a su pueblo».
Nacimiento de san Juan Bautista
Reflexión
La Iglesia honra con fiesta especial el nacimiento de san Juan Bautista porque este nacimiento fue santo y trajo al mundo una santa alegría.
La misión de Juan se caracteriza sobre todo por ser «el Precursor», el que anuncia a otro: «vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino el que había de dar testimonio de la luz» (Jn 1, 6). Fue elegido para anunciar la venida del Mesías por eso la Epístola de la Misa (Is 49, 1-6) nos habla de cómo fue objeto de una vocación especial por parte de Dios y le aplica las palabras del profeta: «El Señor me llamó desde el vientre materno, de las entrañas de mi madre, y pronunció mi nombre».
También nosotros podemos considerar cómo antes de ser concebidos, Dios ha pensado en cada uno de nosotros y ha conducido cada una de la serie de providencias particulares que dan razón de nuestra existencia y conservación en la vida. Pero donde más manifiesta su bondad ha sido al multiplicar las gracias y los auxilios para nuestra salvación.
¿Cómo podemos corresponder ante la obra de Dios en favor nuestro?
En primer lugar, con el agradecimiento por el beneficio de habernos hecho nacer de padres cristianos y habernos regenerado con las aguas del Bautismo. Agradecimiento también por tantos bienes materiales y, sobre todo espirituales, que cada día nos vienen de su mano; por tantas circunstancias que acontecen alrededor nuestro y que siempre se ordenan a nuestro bien: «sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien; a los cuales ha llamado conforme a su designio» (Rom 8, 28).
Debemos además poner particular atención a corresponder a esta vocación de hijos de Dios que hemos recibido y a llevarla a su plenitud asegurando nuestra salvación eterna. «El que quisiere tener un presagio poco dudoso del destino que le espera después de la vida, consulte sus costumbres, sondéese a sí mismo, si es que tiene fe; juzgue de su suerte por el fondo de su religión, por sus máximas y por sus obras» (Juan CROISSET, Año cristiano, 24-junio).
A la luz del Evangelio y de la doctrina cristiana se juzga y se decide nuestro destino eterno. «No hay réprobo, no hay condenado que no conozca, que no confiese por toda la eternidad que tuvo los auxilios necesarios para salvarse, y que si se condenó fue porque no quiso corresponder a la gracia» (ibíd.). Procuremos, pues rectificar aquello en nuestra vida que nos aleja de Dios, cumpliendo su santa Ley y las obligaciones que nos impone nuestra condición en el mundo
*
Recordemos que san Juan Bautista fue santificado en el seno de su madre cuando ésta saludó a la Santa María. Que la Virgen María nos lleve por los caminos de la santidad cristiana para así corresponder a su gracia y cumplir la voluntad de Dios sobre nosotros.