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30 abril 2020 • Rito Romano Tradicional

Marcial Flavius - presbyter

San José, obrero: 1-mayo-2020

Evangelio

Mt 13, 54-58

En aquel tiempo Jesús ue a su ciudad y se puso a enseñar en su sinagoga. La gente decía admirada: «¿De dónde saca este esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿No viven aquí todas sus hermanas? Entonces, ¿de dónde saca todo eso?». Y se escandalizaban a causa de él. Jesús les dijo: «Solo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta». Y no hizo allí muchos milagros, por su falta de fe.

 

Reflexión

Desde 1955 se celebra la fiesta de San José obrero en el mismo día en que comienza el mes de mayo, tiempo que la piedad cristiana consagra de manera especial al culto y devoción a la Virgen María que es venerada, en sus diversas advocaciones, en numerosos lugares.

Ya desde antiguo la Iglesia en su Liturgia honraba a san José con una fiesta especial en tiempo de Pascua. El papa Pío XI la extendió a la Iglesia universal subrayando un aspecto particular que era el de su Patrocinio sobre los fieles. Como decía en unos de sus documentos «la Iglesia siempre tuvo en sumo honor y alabanza al Bienaventurado José, después de la Virgen Madre de Dios, su esposa, e imploró su intervención en los momentos difíciles». Esto le llevó a proclamarle Patrón de la Iglesia universal el 8 de diciembre de 1870.

Que los santos que reinan con Cristo ofrecen a Dios sus oraciones por los hombres, que es bueno y útil invocarlos humildemente, y acogerse a sus ruegos, a su favor y auxilio para alcanzar beneficios de Dios por los méritos de su Hijo Jesucristo que es nuestro único Redentor y Salvador, es un dogma de fe (Cfr. Concilio de Trento, Ses. 25).

Ignoramos el grado de gloria y valimiento para con Dios que tiene cada uno de los bienaventurados; pero, conjeturando prudentemente a partir de sus virtudes y dignidad, que nos son notorias, es preciso afirmar que el patrocinio de San José es de los más poderosos que tenemos en el Cielo después de la Virgen María.

De dos principios podemos deducir esta verdad, que son el poder y la voluntad de favorecernos, y ambos están afianzados en la gran santidad de nuestro Santo Patriarca y en la dignidad de padre adoptivo del Hijo de Dios y de Esposo de la Virgen María.

¿Cuánta será la bienaventuranza, el mérito y la dignidad de quien mereció la más santa de todas las mujeres, de quien mereció a la misma Madre de Dios?

Esta consideración cobra nueva fuerza atendiendo al título de Padre de Cristo. Ya sabemos que la condición de José era la de mero padre adoptivo pero el mismo Hijo de Dios quiso ser llamado, al mismo tiempo, hijo de José (como escuchamos en el Evangelio) y ser reconocido como miembro de su familia (esos “hermanos”, en realidad primos o parientes en grado cercano). Por este título estaba sujeto Cristo a San José; y así como en el Señor muestra en esta sujeción una humildad infinita, así en el santo José denota una dignidad incomparable.

De todo lo dicho se deduce cuánto es el poder de San José para favorecernos. Acudamos por tanto a su intercesión en nuestras necesidades y en las de la Iglesia. Vamos a presentarle nuestras necesidades materiales y espirituales y, sin duda, seremos socorridos, a lo mejor no con lo que pedimos sino con aquello que realmente nos conviene a los ojos de Dios.

Que el Santo Patriarca nos proteja con su constante patrocinio, para que, a ejemplo suyo, y sostenidos por su auxilio, podamos vivir y morir santamente y alcanzar en los cielos la eterna bienaventuranza.