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26 octubre 2019 • Forma Extraordinaria

Marcial Flavius - presbyter

Fiesta de Cristo Rey: 27-octubre-2019

Rito Romano Tradicional

Evangelio

Jn 18, 33-37: En aquel tiempo, dijo Pilatos a Jesús: ¿Eres tú el Rey de los Judíos? Respondió Jesús: ¿Dices tú esos por cuenta propia o te lo han dicho otros de mí? Replicó Pilatos: ¿Qué? ¿Acaso soy yo judío? Los de tu nación y los pontífices te han entregado a mí; ¿qué has hecho? Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si de este mundo fuese mi reino, mis gentes hubieran luchado para que no fuera yo entregado en manos de los Judíos; pero mi reino no es de aquí. Replicóle Pilatos: ¿Con que tú eres rey? Respondió Jesús: Tú lo dices: Yo soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo aquél que pertenece a la verdad escucha mi voz.

Reflexión

I. La a realeza de Cristo puede ser vista, al mismo tiempo y desde distintas perspectivas, como algo antiguo -en realidad eterno- y nuevo.

Por una parte, la encontramos en las páginas de la Sagrada Escritura; forma parte del símbolo de la fe («Y su reino no tendrá fin») y del Padre Nuestro («Venga a nosotros tu reino») y se reitera en la Liturgia (por ejemplo el Domingo de Ramos).

Por otro lado, no hubo una fiesta propiamente dicha consagrada en su honor hasta que la instituyó el papa Pío XI el 11 de diciembre de 1925 con su Encíclica Quas primas. La fecha elegida fue el último domingo del mes de octubre:

«porque en él casi finaliza el año litúrgico; pues así sucederá que los misterios de la vida de Cristo, conmemorados en el transcurso del año, terminen y reciban coronamiento en esta solemnidad de Cristo Rey, y antes de celebrar la gloria de Todos los Santos, se celebrará y se exaltará la gloria de aquel que triunfa en todos los santos y elegidos» (QP, 31).

Al mismo tiempo se produce un desarrollo extraordinario de la doctrina teológica de la realeza de Cristo y de sus consecuencias sociales.

Este año hemos celebrado el centenario del monumento en honor al Sagrado Corazón de Jesús, en el Cerro de los Ángeles debajo de cuya estatua se lee la inscripción: «Reino en España». Muy bien lo entendieron también los católicos convencidos, sencillos pero valientes, para los cuales era preciso defender a la Iglesia con el fin de hacer reinar a Cristo. Y de manera muy especial en Méjico y en España, al grito de «¡Viva Cristo Rey!», murieron y pelearon en defensa de la Santa Iglesia.

II. Como ambos aspectos de la realeza de Cristo, el eterno y el social, son verdaderos, se corre el peligro de hacer una presentación parcial de la misma, poniendo el acento exclusivamente sobre uno de ellos y sin hablar del otro aunque, tal vez, sin negarlo explícitamente.

Así, la reforma litúrgica eliminó la fiesta instituida por Pío XI y creó otra nueva, en fecha distinta y en la que se ha eliminado cualquier referencia a la realeza social de Cristo (Pulse sobre este enlace para ver una síntesis de dichos cambios).

Por el contrario, otros se limitan a repetir la doctrina tradicional sobre el mismo tema, emplazando a los fieles a una restauración que nunca acaba de llegar y creando unas expectativas que al chocar con la realidad acaban enervando la capacidad de resistencia y provocando el desánimo y la desmovilización.

Si la primera opción es nefasta, la segunda es insuficiente: ¿Tiene sentido seguir celebrando hoy la fiesta de Cristo Rey? ¿Podemos hacerlo con el mismo estado de alma que si estuviéramos en el apogeo de la Cristiandad o en los años en que Pío XI instituyó esta fiesta? Y aplicado a nuestra Patria. ¿Qué queda de aquel «Reino en España»?

III. Ante la realidad de la situación debemos preguntarnos ¿dónde está, entonces, la Realeza de Cristo? ¿Qué nos dicen, al respecto del reinado de Cristo las profecías y la tradición católica, la Palabra de Dios y el Magisterio de la Iglesia?

«Según la profecía divinamente revelada, la situación actual seguirá deteriorándose, hasta llegar a la instalación del reino impío del Anticristo, con la restauración final en y por Jesucristo: El Reino de Cristo Rey.

Sabemos que las profecías bíblicas que se refieren al triunfo de la Iglesia en la presente edad señalan un crecimiento de la iniquidad que culminará con la apostasía.

Después de veinte siglos de cristianismo, el Reino de Cristo no es efectivo en ningún país, y no se vislumbra semejante realización, sino más bien lo contrario: terminantemente se nos enseña que, no sólo el mundo no mejorará, sino que, por el contrario, seguirá obrando el misterio de iniquidad, y que la creciente apostasía es señal que nos avisa que tenemos que levantar la cabeza y avivar nuestras esperanzas en la pronta intervención de Cristo.

[…] Se ha objetado que esta doctrina presenta una sombría perspectiva del futuro; que es la filosofía de la desesperación; que está opuesta a la idea popular de que el mundo va progresando en el bien. Muchos agregan, sarcásticamente: si todo esto es verdad, podemos cruzarnos de brazos y esperar la Venida de Cristo.

No se trata de cruzarse de brazos en una espera estéril de la Venida del Señor, sino de ser dóciles instrumentos en las manos del Espíritu Santo con el fin de apresurar la congregación de los elegidos y la presentación de la Esposa.

Aunque esta dura doctrina desagrada y desespera al cristiano mundano, el verdadero discípulo de Cristo la guarda con fidelidad y amor. Ella lo confirma no sólo en su fe en Cristo, sino también en su acatamiento a los dogmas de la Iglesia, y lo orienta en los tiempos tormentosos por los que estamos pasando.

El verdadero discípulo no se desespera ni pliega los brazos para esperar la Venida de Cristo, durmiendo, sino que lleno de una “viviente esperanza”, la más “bienaventurada esperanza”, se esfuerza por salvar a algunos de esta mundana generación pecadora y adúltera».

Padre Juan Carlos Ceriani: FIESTA DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO REY

*

Todo lo que ocurre, pues, se ordena al cumplimiento de la instauración de todas las cosas en Cristo. Terminamos por ello recordando unas palabras de san Luis María Grignion de Monfort:

«Así como por María, vino Dios al mundo la vez primera en humildad y anonadamiento, ¿no podría también decirse que por María vendrá la segunda vez, como toda la Iglesia le espera, para reinar en todas partes y juzgar a los vivos y a los muertos?».