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15 octubre 2018 • La efemérides de la Hispanidad nos abre otra perspectiva en estos días

Manuel Parra Celaya

Ecúmeno vs. Globalización

Como nos sucede muchas veces, los árboles no nos permiten ver el bosque; a lo mejor, la efemérides de la Hispanidad -tan discutida entre los hispanos– nos abre otra perspectiva en estos días.

En apariencia, dos movimientos opuestos debaten entre sí sus fuerzas: la globalización, tendente a conformar una Aldea Global de todos los seres humanos, y los nacionalismos identitarios (y supremacistas por definición), que ponen sus afanes en la reacción subconsciente a la primera, a modo de defensa numantina que salvaguarde identidades étnicas, lingüísticas o culturales.

La contraposición entre ambos movimientos es acertada como ejercicio dialéctico causa-efecto, pero no exacta si profundizamos en el impulso político (mejor, metapolítico) en la trastienda.

La globalización es un ambicioso proyecto, satisfecho ya en muchos aspectos, pero inconcluso en su fin último de implantar un Nuevo Orden Mundial; por este proyecto apuestan al unísono tanto el neoliberalismo como la nueva izquierda, rivales en matices pero acordes en el objetivo final.

Los fundamentos del proyecto globalizador son un capitalismo sin otras ataduras que las del dios-Mercado; el predominio de la economía financiera especulativa sobre la productiva a escala planetaria y el papel subordinado de los aspectos sociales y humanos, siquiera los obtenidos mediante la fórmula transitoria del Estado del Bienestar; su consecuencia inevitable es la perpetuación del abismo existente entre la elite poseedora y directiva del proceso y el resto de la población mundial, que oscilaría en su papel entre la colaboración subalterna y la miseria.

La estrategia de la globalización es la construcción de open societies, en las que queden borradas las personalidades históricas y culturales que encarnan los Estados-Nación. Sus tácticas son la promoción de migraciones masivas, el señuelo ideológico del multiculturalismo, el laicismo o las pseudorreligiosidades a lo New Age, con el fin de socavar el influjo moral de las religiones positivas, y la sacralización del formalismo democrático.

Para esta anulación de los Estados-Nación cuenta la estrategia globalizadora con otro poderoso ariete interior: la proliferación de los nacionalismos separatistas. De forma que los embates de las Pequeñas Aldeas no van contra los planes de la Aldea Global, sino que despejan su camino, al minar las construcciones históricas tradicionales que se pueden oponer a ella. Las oligarquías localistas -que son quienes especulan con los sentimientos de los pueblos enamorados de lo nativo propio- sueñan en realidad con ocupar un papel, aunque sea secundario, al lado de la oligarquía global del futuro nuevo orden mundial.

La evidencia es que solo las patrias -España, Europa o Iberoamérica en el futuro- son el único dique existente y posible frente al proyecto laminador de la Aldea Global, porque entra en su definición su carácter de unidades atentas a lo universal con proyecto propio. Esta universalidad –Ecúmeno o Catolicidad-, que justifica a las patrias es la que puede afirmar al ser humano en su búsqueda de caminos de dignidad, de libertad y de justicia; las patrias son el instrumento que pueden conseguir la armonización del hombre con sus entornos, colectivos, históricos y trascendentes.

Sometidos al doble empuje -en realidad, un único impulso destructor- de la globalización y de los nacionalismos, los Estados nacionales -o supranacionales, en el futuro- deben autoafirmarse en sus valores esenciales y en sus perspectivas, no desde estrechos identitarismos que compitan con los de los disolventes nacionalismos de la misma raíz, sino caracterizadas por su conciencia de misión entre las demás patrias, en constante de universalidad.

Así fue España en su historia. Así deberá ser la Europa del mañana, hoy encerrada en la interpretación alicorta de Bruselas; así deberá ser la Iberoamérica futura, superadora de indigenismos y de regímenes bananeros y oligarcas.

Esta debe ser, en suma, la nueva concepción de la Hispanidad que algunos nos empecinados en sostener desde Cataluña.