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12 julio 2018 • ¿De dónde sacó José Antonio el "Arriba" como sello distintivo?

Manuel Parra Celaya

El porqué de un “Arriba”

Distingue al falangismo -entre otras muchas cosas de más calado- el uso del Arriba España como lema, frente al sencillo Viva, más tradicional. Durante el Régimen anterior, según nos cuenta García Serrano, aquel grito podía poner de los nervios a otras familias, no partidarias del proyecto revolucionario joseantoniano, a pesar de que fueron legión quienes se disfrazaron con la camisa azul y acababan sus fervorines patrióticos con él.

No hay ni que decir que, en el Régimen actual, el Arriba España es una exclamación subversiva, como lo es, casi, el propio nombre de España, para el que se proponen sucedáneos: así, los separatistas y constitucionalistas prefieren hablar del Estado español y el PSOE de Sánchez ostenta en sus ruedas de prensa un melifluo cartel con el slogan Hagamos un país mejor

Anécdotas aparte y aparcadas las reflexiones sobre el triste momento del presente, cabe la pregunta: ¿De dónde sacó la Falange o, mejor, José Antonio el Arriba como sello distintivo?

El gran historiador asturiano y excelente amigo José M.ª García de Tuñón, en su artículo publicado en Desde la Puerta del Sol, el martes 10 del julio, lo atribuye a su paisano Aureliano San Román; este, el 31 de enero de 1899, publicó en el Boletín del Comercio de Oviedo, un texto titulado, precisamente, Arriba España, en el que invitaba a aunar esfuerzos para alzar a la patria sobre el pavés para salvarse.

Sin el menor ánimo de polémica -Dios me libre con un amigo y maestro en la historia-, apunto que, en ese mismo año, Ricardo Macías Picavea da a la imprenta, en Madrid, su libro El problema nacional. Hechos. Causas. Remedios, donde, tras una crítica del caciquismo y de la falsa democracia de aquella I Restauración, ensalza la figura de Joaquín Costa, en línea de una resurrección nacional; en las páginas 422-423 de esa obra, se pueden leer las siguientes palabras: Hay que volver cuanto antes y a todo trance a nuestro ser y modo propios, y ya se verá cuán pronto torna a surgir la savia abundante, sana y fecunda, reverdeciéndose donde quiera y floreciendo el árbol nacional, hoy desmochado y aterido. Los frutos vendrán enseguida. No hay fórmula, por otra parte, más depuradora de todo arbitrismo o ideológico o inadecuado, siempre estéril, en esta materia: marchar constantemente en la nación y con la nación. En los senos inviolables y en los inaccesibles rincones, en montañas, comarcas apartadas y escondidos valles superviven aún esos restos indígenas de patria, y en el alma profunda de todo el pueblo, allí donde moran los estratos subsíquicos de lo espiritual inconsciente, laten, asimismo, cual enterrados gérmenes, que solo esperan una burbuja de oxígeno, una gota de humedad y un rayo de sol para desentumecerse, reiniciar la gestación y surgir de nuevo a la superficie y a la vida, gritando: ¡sursum corda! ¡Arriba España!

Ricardo Macías Picavea (Santoña 1847-Valladolid 1899), profesor, doctor y catedrático, era discípulo de Julián Sanz del Río y de Nicolás Salmerón; fue uno de los promotores de la reforma de la Instrucción Pública, adelantó las líneas para una reforma agraria y sostuvo, frente al liberalismo individualista, un modelo orgánico de la sociedad, que reafirmara el papel de los cuerpos intermedios (familia, municipio, provincia, región y corporaciones).

En todo caso, fuera el asturiano o el santanderino el inventor del grito Arriba España, es indudable que su patente es regeneracionista. Ello prueba mi tesis de que la inspiración de este movimiento intelectual y pragmático español de finales del XIX señala la genealogía de la Falange (ver mi ensayo Los Institucionistas de la Falange, en el libro Historia de la Academia Nacional de Mandos e Instructores José Antonio. Madrid  2014); allí sostengo que, frente al encasillamiento mostrenco del falangismo en la órbita del fascismo, deben buscarse sus orígenes ideológicos e impulsos históricos en el ansia de transformación radical y modernización de España que apuntaron los regeneracionistas, tendentes a conseguir una democracia real y llevar a cabo una revolución desde arriba.

No es extraño que tanto Tierno Galván como Salvador de Brocá consideren a Joaquín Costa precursor del falangismo, fuera vía Ortega, fuera mediante lectura directa por parte de José Antonio del aragonés o de Macías Picavea.

Sea como sea, lo importante ahora es buscar -acaso con un candil, al modo de Diógenes- a aquellos hombres que estén dispuestos a una regeneración en el siglo XXI y cuyo leit motiv sea, no solo que España viva de forma mediocre y enferma, sino que se le eleve de su postración.