Widgetized Section

Go to Admin » Appearance » Widgets » and move Gabfire Widget: Social into that MastheadOverlay zone

7 mayo 2018 • Las falsificaciones y apaños afectan a todo el abanico parlamentario sin excepción

Manuel Parra Celaya

Que va de zoquetes

Una perna tapa a otra, dice una canción popular gallega. Pues, en nuestros días, una burrada de uno de nuestros políticos sirve para tapar o depositar en el limbo del olvido otra anterior. No sé si a alguien se le habrá ocurrido editar una antología del disparata que, en vez de respuestas de escolares, recogiera los dislates ofrecidos por personajes públicos a lo largo de los últimos años; seguro que sería un bestseller.

Ahora, por ejemplo, ya sabemos, por boca de la preclara Ada (Inmaculada) Colau, alcaldesa de Barcelona, que el almirante Cervera, fallecido en 1909, fue fascista, esto es, seguidor de las ideas de Mussolini. Dejo como tarea de los lectores la recolección de perlas por el estilo, y perdonen mi holgazanería en el día del trabajo, pero no voy a recurrir a mis archivos de recortes de prensa en este momento.

Escudo de los Reyes Católicos retirado «por error» en Cáceres

Recordemos a vuelapluma que hubo quien exigió la retirada inmediata de escudos del siglo XV, con el águila de San Juan, flechas y jugos, por ser franquistas, y, por el mismo motivo, el lema No-Do del emblema de Sevilla.

En punto a estas cretineces, es reciente la interpelación airada porque los aviones ostentan el aspa de Borgoña, y, en la misma línea, el horror que provocó este mismo distintivo, que colocaron unos soldados de maniobras en el macizo del Montseny; claro que esta última joya es debida a la mente de un separatista, lo que resulta claramente un atenuante, debido a la ignorancia y el fanatismo, a partes iguales, de este origen ideológico: era inútil recordar al susodicho que se trataba del distintivo de los tercios de Flandes, pues el ciudadano en cuestión afirmaba que se trataba de una nueva guerra carlista

Mucho tuve reído con mis alumnos, hace algunos años, cuando una señora ministra afeó a un diputado el uso del dixit latino en su intervención, confundiéndolo con los simpáticos ratoncillos Pixi y Dixi de los dibujos animados; y así sucesivamente y hasta el infinito, que diría otro personaje de cine infantil.

No es cuestión de titulaciones universitarias o de masteres, ahora que se ha destapado la caja de los truenos de las falsificaciones y apaños en este ámbito y que afectan, al parecer, a todo el abanico parlamentario sin excepción, Se trata, simple y llanamente, de cultura. Recayendo en el gran riesgo e injusticia de la generalización, cabría preguntarse si quienes son representantes elegidos del pueblo español la poseen. Y, con pregunta más audaz y peligrosa que la anterior, nos podríamos cuestionar sobre el grado de cultura de sus electores; eso sin querer caer en el cínico aforismo de que cuando han sido elegidos unos imbéciles es que sus votantes están bien representados.

En añejas controversias sobre el grado de cultura de los españoles, me parecen de actualidad aquellas palabras de Ramón y Cajal: España no es un pueblo degenerado, sino ineducado, si las aplicamos especialmente a las últimas generaciones. En efecto, frente al triunfalismo de quienes proclaman que son las mejores preparadas de la historia, habrá que hacer numerosas salvedades; puede ser cierta la aseveración en lo que se refiere a los aspectos meramente tecnológicos e instrumentales, pero solo en este punto: mucho que temo que  la sociedad española emergente le ha sido hurtada una parte importante de lo que se comprende bajo el amplio concepto de Educación: la que corresponde a la transmisión cultural, al acervo procedente de las generaciones anteriores, eso que se llamaba cultura general, sin la cual todo lo restante no deja de ser una capa de barniz para satisfacer exclusivamente las necesidades de la industria.

Un inteligente libro titulado La conjura de los ignorantes, de Ricardo Moreno Castillo nos destapa muchas claves del problema; perdonen mi afición a leer estudios políticamente incorrectos, pero, con las evidencias, está suficientemente justificado. Por ejemplo, ya se ha convertido en tópico pedagógico de moda que lo importante no es atesorar conocimientos, sino aprender a aprender; el mencionado autor lo rebate con lo que puede parecer una obviedad: Cuanto más erudito, culto y leído sea un estudiante al acabar su etapa escolar, más capacidad tendrá de seguir aprendiendo; en la misma obra, se reflejan unas palabras de la profesora sueca Inger Enkvist: En mis momentos de pesimismo me pregunto su estas modas no van a acabar con la civilización occidental tal como la hemos conocido, basada en el humanismo, el racionalismo y la ciencia.

Añadamos nosotros que, en esta transmisión, hay que incluir valores morales y religiosos, conocimiento de la historia propia y mentalidad crítica, y tendremos un panorama más completo para explicarnos la proclividad de los electores a colocar en poltronas a elegidos que son más bien zotes que demuestran esta condición constantemente.