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26 febrero 2018 • Fuente: La contaminación del medio ambiente y la intoxicación ideológica

Manuel Parra Celaya

…Que no lo pague el medio ambiente

Pues ya lo está pagando. Los bellos parajes de la Cataluña profunda están profusamente adornados con tiras de plástico amarillo, atadas a cualquier dispositivo posible: fachadas de Ayuntamientos, farolas de alumbrado, torres de las iglesias, señales de tráfico, vallas de los campos de cultivo…Kilómetros y kilómetros monocolores contrastan -o complementan-, triste y simbólicamente, el gris del invierno.

Todos hemos leído aquel anuncio en supermercados y comercios: Las bolsas de plástico se pagan; que no las pague el medio ambiente. Hace ya tiempo que el ciudadano lo hace religiosamente cuando no ha tenido la previsión de acudir a la compra con su propia bolsa. Como razonable justificación, hemos visto siniestros reportajes de intención salvífica que nos mostraban inmensas islas flotantes de detritus a la deriva, formadas por envolturas y envases de ese material, aves muertas por intoxicación o asfixia, cetáceos en descomposición varados en las playas… Las Administraciones, urgidas por los movimientos ecologistas, han querido poner coto a la suciedad y contaminación que forman los plásticos desechados.

Pues bien, nada de esto reza para la patente de corso que tienen los intereses separatistas en España, que están muy por encima, al parecer, de las preocupaciones medioambientales: los plásticos amarillos, en forma de lazos o de colgaduras, deben colgarse por doquier, como muestras de solidaridad de los incautos con los detenidos por golpismo político contra el orden constitucional vigente y por crimen histórico contra la unidad de España.

Seguimos viviendo en el reino de la paradoja, y aquí no tiene aplicación 155 que valga: ardorosos ecologistas que contaminan la naturaleza, invocaciones a la democracia por parte de quienes no respetan la igualdad y la responsabilidad de todos los ciudadanos ante las leyes, victimismos de quienes han venido actuando sistemáticamente como verdugos contra los que no pensaban como ellos…, y, para más inri, piadosas cartas cuaresmales de los obispos de Cataluña como excusa para volver a alinearse de hoz y de coz con el separatismo, que es la antítesis del universalismo católico.

Todo vale, pues, para las espurias intenciones secesionistas, como también son igualmente válidas la manipulación de las aulas y la mentira en los medios financiados con fondos públicos y la confusión de los creyentes desde los púlpitos y los palacios arzobispales; la contaminación del medio ambiente y la intoxicación ideológica de párvulos y escolares.

Es urgente una labor de policía; pero no estrictamente en el sentido vulgar de actuación de los agentes de la ley, esos que los separatistas señalan como cuerpos represivos, sino en su sentido más clásico y etimológico, el que recoge el diccionario de la RAE en su primera acepción: Buen orden que se observa y guarda en las ciudades y repúblicas, cumpliéndose las leyes u ordenanzas establecidas para su mejor gobierno. Y, de paso, con relación a nuestro tema, también la acepción cuarta: Limpieza y aseo.

Con respecto al primer significado, su ejercicio corresponde a los poderes establecidos, aquellos que han prometido o jurado hacer cumplir las leyes y aquellos que representan a España por definición; en relación con el segundo significado mencionado, dado que es ineludible la tarea cívica de adecentar paisajes, pueblos y ciudades y librarlos del nauseabundo plástico en forma de lazos, en algunos casos, jirones ajados y podridos, la tarea podría ser encomendada a la parte sana de la sociedad: brigadas de voluntarios, ecologistas y patriotas, estarían encantados de hacer sistemática una tarea que ya vienen realizando a modo de pacíficas guerrillas de la higiene pública.

Y en referencia a las proclamas cuaresmales de sus eminencias, recomendaría que, para no caer en fragante contradicción con la labor de apostolado del rebaño y para no ofrecer más motivos de escándalo, compartieran, durante estas cuarenta semanas de penitencia, las mismas celdas que sus recomendados y predilectos hijos; allí sí pueden tapizar las paredes con el bilioso color de sus amores.

Esperemos que, tanto los grises propios del tiempo, como los amarillos de la propaganda separatista, sean barridos de forma implacable por los colores con que la naturaleza suele ornar las primaveras.