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«La teología, por lo mismo que es la ciencia de Dios, es el océano que contiene y abarca todas las ciencias, así como Dios es el océano que contiene y abarca todas las cosas»
Mi admirado Javier Marías publica, en El País del domingo 21 de mayo, uno de esos artículos que, entre bromas y veras, pasan tétrica revista al mundo en que nos ha tocado en suerte vivir, y saca la consecuencia de que todo semeja, como reza su título, una peligrosa parodia.
A muchos nos ocurre lo que él reconoce: tememos echarle un primer vistazo al periódico, pues, a pesar de saber por anticipado que siempre ha sido así y que las noticias buenas no son noticia, se nos ponen los pelos como escarpias y, lo que es peor, a veces se nos embota el corazón, y solo la capacidad de reflexión que dicen que nos distingue a los humanos palía los sobresaltos, las alarmas y los espantos.
La pluma de Marías es vitriólica, y no es para menos; de ella no se escapa nadie: desde Venezuela hasta Corea, desde EEUU a esta Europa que se empeña en negarse a sí mismo (más o menos como España); desde Rusia hasta Turquía…, todo es para nuestro escritor una parodia, es decir, una imitación burlesca (la RAE dixit) del propio mundo. Pero uno prefiere atribuirle la calificación valleinclanesca de esperpento, es decir, un reflejo deformado de los héroes clásicos en los espejos cóncavos. Solo que don Ramón asignaba esta dudosa cualidad a la España de su tiempo, y, en realidad, es el mundo entero globalizado, sometido a un Sistema y un Pensamiento Únicos el que se pasea por el Callejón del Gato.
Incluidos, claro, nosotros, los españoles, porque estamos integrados, de hoz y de coz, en esa mundialización totalitaria. No lo reduzcamos a los saqueos de las empresas públicas de Madrid, pues me parece que en todas las Comunidades y en todos los partidos y sindicatos han crecido suficientes habas en cuanto a esto y a otras cosillas igualmente esperpénticas. Por ejemplo, el “y bueno, en Cataluña…”, con el que despacha D. Javier la situación en mi tierra podría alargarse al infinito y dar pie a multitud de artículos tan o más vitriólicos que el suyo.
Si será valleinclanesca la situación que el propio articulista no consigue zafarse de ella, al comparar -según un manido tópico de que han hecho gala la diestra y la siniestra españolas- a Podemos con esa Falange que él considera fenecida sin precisar.
Si algo ha existido en la España contemporánea que intentaba superar lo grotesco, lo zafio y lo esperpéntico, ha sido precisamente el falangismo joseantoniano; especifico el apellido porque otras imitaciones y derivaciones sí admitirían el nombre de parodia.
La elegancia y el rigor intelectual de José Antonio Primo de Rivera no tiene nada que ver con el revolucionarismo cuasi infantil del partido morado, del mismo modo que la excelente poesía sin odio contenida en el Cara al Sol, y reconocida por propios y extraños, poco tiene que ver con esa otra, también poesía, pero que encierra la amenaza del puño cerrado.
Habría que preguntarse, en todo caso, sobre las causas de que casi cinco millones de españoles indignados o a punto de indignarse hayan depositado sus esperanzas y sus votos e otra aventura esperpéntica cual la de Podemos. Quizás porque el mismo Sistema, que hace burla constante del falangismo, -parafraseando al profesor Muñoz Alonso- tiene ahora que comer a precios prohibitivos el pan negro que le ofrece Pablo Iglesias por no haber querido comprar a precio justo la levadura espiritual y política ofrecida por José Antonio.