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17 abril 2017 • A Inglaterra hay que hacerle daño en la bolsa • Fuente: El Implacable

Jesús Flores Thies

Hablemos de Gibraltar

Por las trazas, los ingleses llevan todas las de ganar, porque después de enterarnos por esas encuestas que se hacen en ciertas tertulias, de que cerca del 40 % de los españoles creen que Gibraltar debe ser inglés, nuestras posibilidades son nulas.

Inglaterra mantiene su poderío mundial con la razón de la fuerza, no tiene otros argumentos, por eso puede utilizar con todo descaro la mentira, la traición y la piratería más descarada para ayudarse. A lo largo de la Historia proliferan los ataques sangrientos a flotas o puertos de países con los que no estaba en guerra. En el caso de nuestro Gibraltar, aquí entró todo, especialmente la traición y la mentira. Pero hasta en España hay quienes hablan del “fair play” inglés, porque también en España abundan los traidores, esta vez con perfil de gilipollas. Un amigo dijo de forma irónica, porque era un católico practicante, que de haber algún argumento para demostrar que Dios no existe está el de la existencia de Inglaterra. No olvidemos la fría crueldad británica, una de cuyas muestras es el inicio de los bombardeos terroristas sobre la población civil en la segunda guerra mundial, provocando, con un inesperado bombardeo de Berlín a los dirigentes alemanes, que se vengaron bombardeando poblaciones civiles inglesas, que era lo que pretendían los británicos para señalar al mundo quienes era los “malos”, que hasta entonces se habían limitado a objetivos militares.

A Inglaterra hay que hacerle daño en la bolsa, la faltriquera, son rapaces y ruines, llenan sus arcas con los tremendos beneficios que obtienen de sus paraísos fiscales, territorios fuera de leyes y normas, como Las Malvinas o Gibraltar; beneficios obtenidos del dinero negro, el tráfico de drogas, el contrabando, especialmente el de tabaco, y el obtenido con el apoyo a las mafias a las que cobran su “peaje”. Y de paso, envilecen gran parte del territorio inmediato a su guarida de ladrones protegidos por Londres. Pero cuando esos territorios, a cuyos habitantes desprecian, les cuestan mucho dinero porque de ellos no sacan ni una libra, montan en cólera y se plantean el conservar o no esa carga. Pasó como cuando en tiempos de Franco se cerró la verja y se anuló el aeropuerto al tráfico civil por negarle España la ayuda necesaria. Y algún avión militar que violaba el espacio aéreo español cayó al mar por volar por donde no debía.

Fue la época de crear un extraordinario polo de desarrollo que dio trabajo a los obreros que diariamente iban al Peñón a barrerles la casa a los sinvergüenzas de los llanitos, que ni siquiera les pagaban un seguro social. Pero algo ha pasado. Se habla de que hay varios centenares de españoles que diariamente van a Gibraltar a trabajar ¿Qué puñetas ha pasado? ¿Es que debido a la “modélica transición” se ha hundido la industria creada alrededor de Algeciras? Si ahora se cierra la verja ¿Qué se hace con esos trabajadores?

Estamos hartos de la colonización británica que ya es asfixiante, colonización que se extiende a su idioma, que en España es sin duda uno de los oficiales, cuando no el más oficial. En mi caso hemos llegado a un punto en el que renuncio a ese idioma y trato de olvidarlo, teniendo en cuenta que he sido en otro tiempo intérprete durante un curso en los EEUU. Y en la parte del cerebro dedicado a los idiomas, meteré otra vez el francés cuyo conocimiento me ha beneficiado tanto en nuestros paseos por Francia, especialmente en el Camino de Santiago, o en nuestras estancias en el antiguo Marruecos francés.

Como somos veteranos provectos, ya sabemos subir y bajar del ascensor sin leernos los consejos, también en inglés; en un viaje en tren, ya sabeos cuál es la próxima estación sin que alguien por el altavoz nos diga que es Calatayud con acento de la “City”; si puedo ir a un museo sin confundirme de objetivo, aunque no lea la placa instalada en la puerta, podré conseguir con el tiempo olvidar ese idioma impuesto, y todas esas migajas terminadas en “ing”. Y a lo mejor, dentro de unos años, me levanto por la mañana diciendo: “¡Bendito sea Dios! ¡He olvidado del todo el inglés!”, y dando media vuelta en la cama, me regalo feliz y contento con una propina para madrugar menos ese día. Y la Maritere que ejerce “Premiera”, además de Isabel, la Papisa de su nacional-herejía, se quedan sin un colonizado.