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8 agosto 2016 • Los marxistas españoles han ahondado como nadie en la verborrea • Fuente: Dichos, actos y hechos

Pío Moa

Marx en España (I)

Cuenca Toribio_Iglesia Y CulturaEl historiador José Manuel Cuenca Toribio ha escrito el libro de este título, que en cierta medida continúa otro, Iglesia y cultura en la España del siglo XX, estudio este un tanto pesimista sobre la impronta cultural de la Iglesia y su capacidad para adaptarse al mundo moderno, aunque lo que se esperaría de ella no es tanto adaptación como orientación. El estudio de Cuenca entra en un terreno semivirgen, muy necesitado de exploración. Tenemos algunos trabajos sobre la cultura de los años 40, en especial la falangista, estudios muy malos, como no podía esperarse menos de los sectarios que los han hecho, pero que ponen de manifiesto, de paso, la inepcia de los propio falangistas y demás paraabordar una labor intelectual de alcance más allá de la repetición de algunos textos sagrados e invocaciones hoy sin apenas significado, excepto como resistencias poco efectivas a una marea contraria que parece imparable.

Se ha dicho que las ideologías degeneran rápidamente en España en simplificaciones por no decir simplezas con afán de mostrarse más –istas que nadie. Le ha pasado al anarquismo, incluso al liberalismo, también al fascismo, apenas existente aquí, y en lo más próximo también muy pobre, no hay más que ver las derivas de la Falange y su incapacidad para desarrollar el pensamiento joseantoniano en algo que permita enfrentarse a los duros problemas de hoy. Y le ha pasado, por supuesto, al marxismo. Hace años publiqué un artículo “Bibliotecas para nada”, señalando cómo una ideología errónea en sus cimientos ha sido capaz, sin embargo, de generar una bibliografía abrumadora: bibliotecas enteras de pensamiento, análisis histórico, análisis político, literario, cinematográfico, propagandístico, etnológico, sexual… de todo lo habido y por haber. A pesar de sus frutos indigeribles y, aplicados a la práctica, absolutamente siniestros, debe reconocerse el tremendo esfuerzo intelectual desplegado. Hace años, en un semidebate, uno de esos historiadores complacientes de orientación cristiana, decía que de todo había que aprender, y que el marxismo había hecho aportaciones muy importantes. Le repliqué que solo era aprovechable como material de derribo, cosa que le pareció “dogmática”. Otra característica frecuente en los intelectuales españoles, sobre todo de derecha es un afán ecléctico y oficioso que le lleva a razonar monstuosidades parecidas a la estatuilla de Pepe Gotera y Otilio, no sé si la recuerdan ustedes.

Un rasgo del marxismo español, tan simple que no ha dado un solo teórico o analista de alguna categoría, comparable, por ejemplo, a algunos franceses, alemanes, ingleses o useños, ha sido su osadía intelectual. Cuenca cita, por ejemplo, la contraportada del célebre y muy circulado libro de Barbero-Vigil Sobre los orígenes sociales de la reconquista: “Frente a las tradicionales interpretaciones extrahistóricas de la historia de España, presentes en la obra de autores como Sánchez-Albornoz o Castro, los profesores Abilio Barbero y Marcelo Vigil estudian aquí la historia peninsular en un período concreto, exponiendo las características de las transformaciones sociales en las diversas áreas de la Península. La transformación del feudalismo en la Península Ibérica no fue algo anómalo (…) Mientras otros historiadores han hecho de acontecimientos como la invasión visigoda, la musulmana y una supuesta “Reconquista” el eje de la historia peninsular, este libro trata de encontrar una explicación racional a esos fenómenos, desde una perspectiva radicalmente nueva, a través del análisis de las contradicciones sociales” (negritas mías). Lo que hacen los dos “racionales”, saliéndose de los hechos históricos más elementales, que ellos califican de “extrahistóricos” (¡ni siquiera mencionan la palabra España!), es aplicar un esquema de “lucha de clases” más o menos burdamente marxista, sustituyendo a las gentes de carne y hueso por abstracciones “de clase”. Las gansadas de ambos expertos se prodigan abundantemente, con una osadía impactante. Y que han tenido impacto lo muestra el prestigio que en nuestra lamentable universidad han tenido y siguen teniendo tales enfoques. Otro libro, en sentido distinto pero también repleto de “hallazgos” fue la España invertebrada, de Ortega

Cuenca Toribio_Marx en EspañaSimplemente recordaré aquí que Marx tenía, a pesar de todo, espíritu científico. Él expuso unas tesis sobre la historia y más ampliamente el desarrollo humano, y pasó a intentar comprobarlas mediante un estudio concreto y a fondo en El Capital. Esta es una actitud correcta. Pero como pasa muy a menudo en la ciencia, una hipótesis de apariencia brillante es desmentida por la investigación y la experimentación. Todo indica que Marx fue dándose cuenta de que los fundamentos de su teoría eran falsos, fue acumulando material y estadísticas sin salir del embrollo, y tanto sus predicciones como sus concepciones de base han resultado falsas. En cambio sus discípulos no han tenido ese espíritu, a pesar de su voluntariosa aplicación del “método” para producir enormes bibliotecas de poco más que naderías. Y, desde luego, los marxistas españoles no han sido una excepción, más bien han ahondado como nadie en aquella verborrea de la que, decía Arthur Koestler, “permite a un tonto pasar por pensador profundo”, o algo así.

El libro de Cuenca es muy interesante porque, aunque da un poco de cal y otro de arena, recuerda numerosos episodios y cómo la entrada del marxismo en la universidad española ha empobrecido a esta desde todos los puntos de vista. Hasta producir Iglesias, Monederos y similares.