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24 mayo 2016 • Comentando un libro de Edda Negri Mussolini, nieta del Duce

Francisco Torres García

La historia de Rachele: la mujer que amó, sufrió y disfrutó junto a un hombre llamado Benito Mussolini revisada por su nieta

Libro nieta MussoliniHay quienes han vivido formando parte de la Historia desde el día en que nacieron; no han sido los protagonistas, pero han estado cerca de ellos. Conocen de fuente directa más que los hechos las vivencias y la forma en que esos fragmentos de la memoria se recuerdan, se reinterpretan y perviven. No es difícil asumir lo que para alguien ha podido suponer descubrir y tomar conciencia a finales de los sesenta o principios de los setenta de que tu abuelo se llamaba Benito Mussolini; ser testigo privilegiado de las reacciones de sus herederos, familiares o políticos, ante los muchos Mussolini que han existido desde el final de la II Guerra Mundial frente al Mussolini de la familia; contemplar y participar en la Historia desde esa posición.

Hace unos días, no sin polémica, se presentaba en Valencia, en su versión italiana, un libro firmado por Emma Moriconi, periodista del Giornale d’Italia, y por Edda Negri Mussolini, la nieta del Duce, hija de la última niña llegada a la familia, Anna María. Anna, fallecida cuando Edda solamente tenía cinco años, por lo que en gran medida crecería al lado de Rachele, «la vera e única donna e moglie del nono Benito», como sostiene Edda a lo largo de este nuevo libro que tiene por objeto, y ello lo hace importante, «rehacer la vida cotidiana de una familia normal», sus avatares, desde el testimonio del testigo de excepción, pero también desde la documentación encontrada en los archivos -todos los papeles privados o públicos de Mussolini fueron incautados por el estado-. Esa que, como destaca Edda en las últimas páginas de su obra, estaba «a disposición de todo el mundo, pero que como no eran documentos escandalosos no interesaban» y que nos retratan a otro Mussolini.

No es la primera vez que un Mussolini vuelve los ojos hacia la figura del Duce: Romano dio a la imprenta Il Duce, mio padre (2004) y Último acto: la verdad sobre el final del Duce (2005); Vittorio, en 1973, Mussolini: las mujeres trágicas en su vida; Edda, la mujer del conde Ciano, la más fascista de sus hijos, Piquete de ejecución para un fascista y La mia vita. Libros muy conocidos y traducidos a varios idiomas. Indirectamente también Rachele, la «donna e moglie», legó algunos recuerdos en dos libros publicados con su firma: uno, fruto de entrevistas titulado Mussolini sin máscara; otro, aparecido en los cuarenta apareció una obra propagandística rotulada Mi vida con Benito. Hace unos meses llegaba a los escaparates de las librerías italianas el libro de su nieta Edda, que ya está en su segunda edición: Donna Rachele, mia nonna. La moglie di Benito Mussolini (Doña Raquel, mi abuela. La mujer de Benito Mussolini). Un texto en el que la figura principal no es Benito Mussolini sino su mujer.

Homenaje a la nonna

Edda, en colaboración con Emma, no ha escrito un libro sobre Benito Mussolini, no es el Duce el protagonista y dudo que más allá del lógico cariño familiar se pueda presentar este libro como una exaltación de Mussolini o del fascismo (salvo que ser un padre preocupado por sus hijos se presente como tal). Es un libro sobre una mujer relativamente ignorada hasta hace muy pocos años, Rachele Mussolini, la abuela; para muchos, sobre todo fuera de Italia, solo la mujer del «infiel».

Lo remarca la coautora Emma Moriconi: se presenta a un Mussolini falso debido a que muchos se centran en su gestión política, se orilla la faceta personal pero se profundiza en sus amantes, se hacen películas sobre sus amantes (Ida Dalser, Clara Petacci o Margherita Sarfatti) pero se olvida a su verdadera mujer, donna Rachele y su papel, por ejemplo, en el ventenino. Rachele fue desgranando su vida a su nieta y ella ha tratado de trasladar en este libro sus sentimientos.

Edda, no ha querido pues hacer un libro de historia, aunque hayan recuperado documentos de la vida familiar en los archivos (para mí muy interesantes a la hora de acercarse a otra faz del personaje, son

retazos de la relación entre Mussolini y sus hijos), sino un texto sobre su abuela -que al fallecer su madre la cuidó como a la última hija-. Sobre las vivencias de una familia, la suya. La nonna Rachele aparece como una mujer que tuvo «una vida plena de pasión, de amor, pero también de angustia y de tristeza, una vida que le ha regalado tanto pero también la ha destrozado… la verdadera y única donna y mujer del abuelo Benito». ¿Es censurable que una nieta rinda homenaje público a su abuela o que lleve con orgullo el apellido Mussolini?

Rachele inició su relación con Benito en 1910 -su madre había sido maestra de Mussolini-, comenzaron a convivir en 1911. El recorrido vital de las sensaciones es lo que han querido reflejar Edda y Enma. El romance, pero especialmente la pobreza/austeridad de sus vidas antes de 1922, en el borde no pocas veces de la miseria, la construcción del hogar. Después ambos siguieron siendo austeros. Mussolini nunca cobró del Estado; Rachele, en los tiempos en los que cuando hasta el más nimio de los jefes y cargos fascistas se desplazaba utilizaba el coche oficial, ella iba por Roma en autobús. Anécdotas ilustrativas sobre la abuela que hacía la pasta, cuidaba el huerto, daba de comer a los pollos o regalaba calcetines cuando Mussolini ya era el Duce. A través de Edda lo que llegan son las confidencias de su abuela, los recuerdos de familia; porque, para el Mussolini que se dibuja, la familia era lo más importante. Podía tener amantes, pero lo primero era su familia: «siempre volvía a Rachele» quien lo perdonaba. Esa familia que gobernaba entonces y después Rachele (es muy conocida la anécdota de que un día le dijo a Mussolini: tú mandarás en el Estado, pero en casa gobierno yo). Ese perdón a la infidelidad pública y notoria que sin duda chocará al lector actual, que no escapará a la idea de la idealización del pasado para poder entenderlo, pero sin poder prescindir de que aquél era otro tiempo, que las costumbres y la mentalidad eran otras. Al finalizar el libro es el lector el que tiene que opinar.

Rachele y la historia

Más allá de los artículos de prensa o lo escrito por sus familiares donna Rachele, por lo sufrido, por su dignidad, porque siguió siendo una mujer del pueblo, es difícil encontrar juicios negativos sobre su vida. La sombra de Mussolini y poco más en la mayor parte de las biografías sobre el Duce. Una figura un tanto perdida en la monumental biografía de Renzo de Felice. Tras su muerte algunos autores repararon, con valoración similar, en ella: Francobaldo Chiocci (Donna Rachele), Anita Pensoti (Rachele. Settan’t anni con Mussolini nel bene e nel male) y más recientemente Elena Bianchini (Donna Rachele. Con il Duce, oltre il Duce). Sus juicios no son muy distintos a lo que se desprende del libro de su nieta: una mujer auténtica, que afrontó con coraje las adversidades de la vida, que aguantó la difamación, que tuvo una historia de amor y de penurias. Donna para muchísimos italianos por esa dignidad que le acompañó toda la vida. No quiso ser rica, ni quiso ser noble (rechazó que le dieran un título). Una mujer que según otro de sus biógrafos «necesitó mucho más coraje para continuar viviendo que para morir».

Atendiendo a lo dicho, afirmar, por ejemplo, que la visión que Edda da de su familia es positiva como descalificación es una idiotez. No es un trabajo de análisis histórico, es un testimonio que tiene una razón de ser que poco tiene que ver con los refritos de quienes dudo que hayan leído el libro. Lo que ocurre es que tiene pasajes sumamente molestos y algunos que contravienen algunos de los clichés sobre la vida personal de Mussolini. Edda insiste en que ella lo que ha pretendido es buscar la Verdad.

Y en esa Verdad encontrada surge la polémica. No todos los fascistas eran buenos, ni todos malos venía a decir la autora en la explicación, ni todos eran puros. Mussolini era un revolucionario, lo fue siendo socialista y lo fue siendo fascista. No existen revoluciones pacíficas y prístinas, eso no es más que un mito. Mussolini, nos dice la autora, su abuelo, buscaba convencer a los elementos más radicales y exaltados del partido ante la utilización de la violencia. Igualmente, si se sigue la documentación la familia, por ejemplo su hija Edda, le advertía de las falsificaciones, de los engaños. Saltan en las páginas los sucesos de julio de 1943. Queda en la memoria aquella última frase de Mussolini para Raquel pocos días antes de ser ejecutado: «dile a tu madre que tenía razón… era un traidor».

Nieta Mussolini¿Quién es Edda Negri Mussolini? La ignorancia de la «memoria histórica».

Edda, y es interesante subrayarlo, ha sido hace pocos años alcaldesa de Gemmano en Italia y candidata al Parlamento por el partido Futuro y Libertad para Italia, creado tras la ruptura del Partido de la Libertad y, por tanto, nieto del ya desaparecido Movimiento Social Italiano (MSI), que a su vez era heredero del fascismo italiano. Se ha dicho que todos ellos han representado en Italia lo que algunos politólogos, a tiempo presente, denominan, más que neofascismo -término que básicamente se equipara al insulto o el descrédito-, «el fascismo democrático». Una corriente política que, con sus cambios generacionales, siempre ha sido una realidad social en Italia, con millones de votos y en consecuencia diputados, senadores, alcaldes y concejales que hoy son parte de la política italiana.

En Italia hay hoy asociaciones de partisanos y de excombatientes de la guerra en España; uno puede visitar la tumba de Mussolini, su casa y comprar cualquier tipo de recuerdo. Si uno viaja por el sur del país o sube hasta el Etna, va por los pueblos pequeños, se encuentra con retratos de Mussolini en los bares y heladerías y no pasa absolutamente nada. Para unos es el dictador, para otros, como decía Giorgio Almirante, fundador del MSI, el «dictador generoso», para otros el Duce. No es extraño que muchos italianos distingan, como también lo hace Edda, entre el avance social que se vivió en el ventenino del Mussolini que no supo superar la tentación de la guerra -no pocos piensan que al final le empujaron a ella ignorando que las guerras paralelas son imposibles-. Y así, el mismo hombre que había condenado la política alemana en Stresa, en 1935, acabó uniendo su destino al Tercer Reich, lo que fue la tumba política del fascismo respetado de los años treinta. Cuando uno viaja por Italia no es inusual que los guías te digan: ese ferrocarril (el afamado vesubiano, por ejemplo) lo hizo Mussolini, estas playas son obra de Mussolini o este puerto… Algo que Edda destaca, porque si bien existe el Mussolini de la guerra, cada vez más apagado por la fascinación hitleriana, también está el Duce de la obra social y de modernización de Italia del ventenino.

En la España de la mal llamada «memoria histórica», que va camino de convertirse en la «censura histórica», -en Italia ya conocieron un remedo con la Ley Scelba- las cosas son algo distintas. Edda Mussolini, junto con Emma, llegó a Valencia para presentar su libro invitada por la Asociación Cultural In Memoriam Juan Ignacio. Ello causó revuelo y polémica, artificialmente creada, en la capital del Turia. La Asociación de la Memoria Histórica de turno pidió la prohibición del acto de la nieta del «criminal de guerra, asesino…» cuyos aviones bombardearon Valencia durante la guerra civil, por lo que la visita era considerada una «afrenta» a las víctimas. Recordando que Bruno Mussolini estuvo en España en la guerra con la aviación italiana. Bruno falleció trágicamente en un accidente aéreo en 1941. Era un as de la aviación italiana y Mussolini escribió un bello libro en el que dialogaba con su hijo muerto, el libro no tenía precio, cada uno pagaba lo que quería y los beneficios fueron donados a la Aeronáutica italiana -rememoró Edda en la presentación-. En el texto de la nieta del Duce se recoge la confidencia de que Franco pidió a Mussolini que abandonara su puesto en la aviación pues todos los pilotos republicanos querrían derribar a su hijo.

La máquina de la propaganda se puso en marcha para avalar la veracidad de aquellos bombardeos «criminales, terroríficos, sangrientos». Nadie regatea homenajes y recuerdo a las víctimas de aquellos hechos, que quede claro. Otra cosa es el recurso efectista con ánimo de manipulación. Los historiadores, nada sospechosos de pro franquismo, catedráticos de la Universidad de Barcelona, Aracil y Villarroya, máximos expertos en el tema, indica que fueron en toda la Comunidad 637 las acciones de bombardeo llevadas a cabo por los nacionales. Causaron menos de dos mil muertos en total. Es decir: los bombardeos sistemáticos de terror, entre 1936 y 1939, tuvieron una media de menos de tres muertos por acción y, teniendo en cuenta que en algunos casos las víctimas mortales superaron la veintena, en realidad, no pocos no llegaron a causar víctimas entre la población civil (recordemos que no pocas ciudades de la Comunidad eran objetivos militares al tener puertos).

También Rachele y sus hijos sufrieron los bombardeos corriendo de forma constante al refugio en Villa Feltrinelli donde vivían en el verano de 1944.

No existen guerra limpias y Edda reiteró en su intervención algo que también se dimana de las reflexiones del texto: nada es blanco o negro, la Verdad suele estar en el punto medio, que ella se ha abrazado con antiguos partisanos -los que mataron a su abuelo y a miles de fascistas sin juicio tras la guerra- y que ella defiende la libertad, el diálogo y el debate que es lo que nos hace mejores. Los valores que aprendió en su familia.

El valor del perdón

Edda Negri Mussolini -hoy utiliza tras una batalla legal también el apellido Mussolini del que se siente muy orgullosa-, la nieta del Duce, nació allá por 1963, dieciocho años después de su asesinato en Giulinio di Mezzegra a manos de un grupo partisano dirigido por el Coronel Valerio (Walter Andirio), sujeto que anduvo por nuestra guerra civil con las Brigadas Internacionales organizadas por la Internacional Comunista, que no fueron un ejemplo de comportamiento bélico, cuyas decisiones dependían de ese ejemplo de democracia y humanidad llamado José Stalin. Ejecución inmediata, por decisión del futuro Presidente de la República Italiana, Sandro Pertini (que lo maten «como un perro rabioso», dijo) y/o, según las fuentes que se consulten, de Luigi Longo, después Secretario del Partido Comunista Italia. Pero Edda afirmó que no siente ningún rencor por ello.

El perdón para encontrar la tranquilidad y la paz forma parte de las enseñanzas de la nonna (aunque no entre en ello queda el sufrimiento de la propia madre de Anna María, de salud muy delicada, a la que sin duda las penalidades sufridas entre 1945 y 1948, acortaron la vida; popular locutora en la RAI sin utilizar claro el apellido Mussolini con una interesante biografía de Lorenzo Baratter, Anna Maria Mussolini. L’ultima figlia del Duce). Rachele fue una mujer religiosa, un rasgo que se incrementó en los años de la desgracia. Juan XXIII no quiso recibirla en audiencia privada. Era devota del padre Pío, quien le regaló un rosario para que rezará por su marido. Su obsesión era preguntarle si se habría salvado el alma de Benito: «Non ve lo ha già detto in sogno? Alzatevi, pia donna, e andate in perfetta pace».

El perdón a quienes traicionaron o mataron a Benito. El dolor de no haber muerto con él. En diversas ocasiones hizo Raquel referencia a ello. Queda la última conversación, poco antes del asesinato, por teléfono, en la que le pedía que se pusiera a salvo mientras Mussolini explicaba a su hijo que todos, su guardia, hasta su chófer, le habían abandonado (su hijo Vittorio se había ofrecido antes a intentar llevarlo en un avión hasta España). Poco antes, Raquel había concedido su última entrevista: «espero el fin de la tragedia y no me siento actriz, me siento como el último espectador».

MussoliniLos restos de Mussolini

Hay en el texto una segunda parte que presumo es la que peor sienta por lo que de denuncia sin rencor conlleva en el homenaje indisimulado y anunciado que una nieta rinde a su abuela. El internamiento en la prisión y campo de concentración de Montecatini y Terni. Rachele pidió que la dejaran trabajar en la cocina haciendo sus famosos tagliatelle; el destierro a la isla de Ischia en el Tirreno, que entonces no era el destino turístico de moda, donde sobrevivieron gracias a la ayuda de los lugareños porque el Estado se desentendió; la confiscación de los bienes y, sobre todo, el no poder llevar hasta 1957 unas flores a la tumba de Benito. Escribió infructuosamente a los democristianos Scelba y De Gasperi para que le devolvieran sus restos.

En el libro se habla de la muerte de Mussolini y el destino de sus restos sin ira. Fue un asesinato, mantienen Edda y Enma. El cuerpo colgado y ultrajado del que se hicieron fotos en color de forma macabra en la morgue de Milán, fotos en las que se aprecia hasta dónde llegó la ira de los partisanos con Mussolini, quedando irreconocible. La posterior tumba sin identificación en Milán, pero a la que muchos acudían para vejar el lugar. El secuestro del cuerpo realizado por tres hombres capitaneados

por el futuro diputado del MSI Domenico Leccisi, dejando aquella nota que decía: «Finalmente, Duce usted está con nosotros». La imposibilidad de continuar trasladando en una caja el cadáver de un lado a otro hasta que es depositado en una Iglesia. El pacto con el Estado de entregar el cuerpo a cambio de silencio y una sepultura digna, hasta que en 1957 los restos de Mussolini fueran devueltos a la familia para ser enterrados en la cripta de San Cassiano en Predappio. La explicación de por qué finalmente el Estado cedió, tras años de interpelaciones parlamentarias protagonizadas por Giorgio Almirante, también nos la da Edda: no fue un gesto de humanidad, fue un pago.

Siendo Giovanni Gronchi Presidente de la República, en los años de gobiernos democristianos, se produjo la caída del gobierno Segni, para sustituirlo se encargó formar gobierno al democristiano antifascista Adone Zoli. El MSI facilitaría el gobierno si se entregaban los restos de Mussolini para ser enterrados con dignidad. Zoli aceptó. Simbólicamente, Leccisi, el hombre que había rescatado el cuerpo para poder enterrarlo con dignidad, sería el diputado del voto decisorio para el gobierno dejando el grupo del MSI.

Las fotos del entierro que ilustran el libro lo dicen todo, pero Edda no ha querido revivir la dureza. Yo había leído lo acontecido. Cuando Rachele se encuentra frente a frente con un antiguo dirigente fascista, Vicenzo Agnesina, miembro de la guardia del Duce, reconvertido en autoridad en Milán y, «brava», ordena el entierro con dignidad; el dolor ante los restos guardados en un cajón de madera de los de embalar; el duro momento de la entrega de un paquete con el cerebro de Mussolini que le había sido extraído para analizar su salud mental -incluso un pedazo había sido enviado a EEUU-; «brava» ante las autoridades pues camisas negras escoltan el cajón; «brava» cuando se niega a firmar un escrito de agradecimiento al gobierno.

La censura

Aunque en Italia el libro está siendo un éxito y Edda lo está presentando por todo el país, algunos se lamentan de que se haya escrito. Quizás porque es un relato distinto, probablemente porque laten en sus páginas los valores transmitidos a Edda, a la propia familia, por Rachele: «El ejemplo de tu vida y el amor de Patria en el que estaba tu fuerza», que aparecía en el recordatorio de su muerte. Son las referencias con las que la autora cierra el legado recibido, una filosofía de vida: «una filosofía muy simple, la que habla del respeto hacia los otros y de ver las cosas en positivo, porque si se piensa de forma negativa solo te llegarán cosas negativas».

Aquí, al rebufo de la «memoria histórica», invocando ese invento de la «conciencia democrática de los valencianos» como argumento censor se ha intentado prohibir su presentación. Un libro tan fascista y peligroso que se cierra con la receta más afamada de Rachele -solo al final de su vida recibió una pobre pensión y antes tuvo un restaurante- Tagliatelle al ragù receta per 6 persone.