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25 abril 2016 • Esas formas de buscar el Paraíso perdido me parecen una inmoralidad

Manuel Parra Celaya

Retornos al paraíso

Dante-paraiso-visión-beatífica-divina-comediaDesde que el hombre se vio obligado a ganarse al pan con el sudor de su frente, no ha cesado su nostalgia por el Edén perdido y, en consecuencia, de elucubrar la forma de volver a él. El retorno al Paraíso es una obsesión permanente de nuestra especie, y así lo plasmaron, en lo literario, desde Platón a Campanella o Tomás Moro, y, en lo político, desde los teóricos del Liberalismo hasta Carlos Marx.

En este momento concreto de la historia y en nuestros lares, la utopía del Edén recuperable parece corresponder a Podemos y, en la versión autonómica y exclusivista, a los insurgentes consentidos de esa república catalana que, como se han encargado de repetirnos constantemente, reportará felicidad sin límites a sus ciudadanos. Lástima que todos esos candorosos proyectos, desde el siglo XVIII por lo menos, suelan pasar por el uso de la guillotina o del gulac, o, como mínimo –nuevamente en su versión autonómica-, por las listas negras de quienes se vean obligados a detenerse en las puertas del Jardín por la presencia de un ángel fiscalizador de la pureza racial o lingüística.

No es extraño que, si volvemos a lo literario, que siempre es más grato, encontremos que los autores contemporáneos han sido más clarividentes y, con voz algo profética, nos han hecho ver que las supuestas utopías de retornos al Paraíso desembocan, en realidad, en tragedias colectivas, en distopías.

Por otra parte y parafraseando al inolvidable Mario Moreno, hay quienes tratan de recuperar su Edén particular y escapar del castigo bíblico ganándose el pan con el sudor del de enfrente, y, en nuestro mundo globalizado, andan a la búsqueda de paraísos fiscales. No importa la lejanía o cercanía de estos, incluso a veces la proximidad puede ser una ventaja, como se ha comprobado en el caso de Andorra frente a las Bahamas, Luxemburgo, Panamá o Suiza; la prueba reside en la supuesta dificultad en localizar y encausar a unos y a otros, y no doy nombres por no entremeterme en ningún secreto de sumario o no repetirme en ningún secreto a voces…

Pero hay otras formas menos arriesgadas y legales de obtener una cuota de Paraíso , de manera que –retornemos a Cantinflas- el coste del pan y otros accesorios recaiga sobre el vecino, léase el ciudadano que trabaja o el que está cobrando el subsidio de desempleo, y una de ellas es introducirse en el mundo de los partidos políticos. En este caso, se trata de un retorno al Edén colectivo, si bien no se descarta que pueda, en algunos casos, redundar en beneficio privado. Al respecto, me entero por la prensa que, a los 40 millones subvencionados por el Estado por las últimas elecciones –esas que no sirvieron para nada-, deberán sumarse 80 millones más para su casi segura repetición en el mes de junio; algunos tienen otros métodos porque, también supuestamente, reciben multitud de microcréditos de sus fans o ayudas de procedencia foránea, eso sí, siempre de origen inequívocamente democrático.

Qué quieren que les diga: esas formas de buscar el Paraíso perdido me parecen una inmoralidad, tanto si son fiscales como si, a través de las subvenciones a los partidos, el dispendio a cargo de las arcas públicas alcanza esos extremos millonarios; máxime, en este último caso, cuando está presente siempre el interrogante de si tales partidos representan verdaderamente al ciudadano y son útiles para la gobernabilidad.

Con respecto a la capacidad de evadir dineros en edenes lejanos o cercanos, cada vez que se desvela uno de estos escándalos, no faltan las voces que señalan, con toda razón, una evidente falta de patriotismo de sus actores –con excepción, otra vez, de algún caso concreto que se refiere al bello Principado andorrano-, pero, en cuanto a los partidos, parece ser norma habitual (o de obligado cumplimiento, según se mire) su aceptación como algo natural e imprescindible para el correcto funcionamiento de una democracia.

¿Es exacta y legítima la ecuación partidos=democracia? Esto nos llevaría muy lejos. Para ser más realistas, conformémonos con otra pregunta: ¿bastan los partidos, sin otros cauces, para asegurar que existe democracia? No es extraño que, en un texto ya clásico de la ciencia política, el régimen partitocrático fuera calificado como el más ruinoso sistema de derroche de energías. Ahora, a tenor de las informaciones recibidas, podríamos calificarlo, sin más, de el más ruinoso sistema de derroche, en todos los sentidos; siempre, claro, a costa de ese dinero del que alguien no muy ilustrado dijo que al ser público, no es de nadie. Y todo por la obsesión de buscarse el Paraíso perdido.