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7 marzo 2016 • Hay terrorismo y violencia verbales, morales y psicológicas

Manuel Parra Celaya

El alborozo de los colegas

congreso-diputadosMientras sus señorías afilaban los puñales para la sesión parlamentaria de no-investidura y perfilaban sus discursos de la ininterrumpida campaña electoral, Arnaldo Otegui salía de la prisión de Logroño, entre el fervor de sus partidarios y el aura de mártir y héroe que le ha asignado un exjuez, de cuyo nombre no quiero acordarme.

Sus primeras palabras vinieron a ser que entró en la cárcel vasco, independentista y socialista, y sale de ella más vasco, más independentista y más socialista, difícil pirueta dialéctica y conceptual que a un servidor le recordó un chiste costumbrista, que no transcribo aquí por su final algo obsceno.

Nada nuevo, pues, bajo el sol, toda vez que el sistema penitenciario español no se plantea, según todos los indicios, una reeducación del preso, sino el frío y estricto cumplimiento de la ley; esa misma ley que se esgrime, como arma de juguete, contra todos los separatismos y que dicen que va a guiar a la Fiscalía del Estado para escudriñar que, en los múltiples homenajes que se celebrarán en honor de don Arnaldo no se haga apología del terrorismo.

Una vez más, se debería precisar que no todo terrorismo y no toda violencia son necesariamente armadas, sino que existen terrorismo y violencia verbales, morales y psicológicas, que proliferan impunemente por doquier y dejan insensibles a los poderes del Estado y a la conciencia de sus representantes.

A continuación, vino el habitual coro de congratulaciones, felicitaciones y adhesiones por la puesta en libertad del –según todos los indicios- aspirante a lendakari en el futuro: Pablo Iglesias, Manuel Carmena, Ada Colau, Alberto Garzón, los dirigentes de la CUP…, y, al llegar a este punto, no puedo continuar el listado, porque me levanté bruscamente del sofá ante el televisor por sentir unas irremediables náuseas.

¿Qué misteriosa soga –que no hilo sutil azoriniano- une a quienes se dicen representantes de esta izquierda con los separatismos? Pues, ni más ni menos, el odio. No odio hacia quienes ostentan en la sociedad una posición privilegiada a costa de muchos que pasan estrecheces –lo que sería consecuente con su dogma de la lucha de clases- sino, simple y llanamente, odio a España, su ser profundo, a su historia, a su cultura y a su potencialidad –siempre abierta a pesar de los pesares- de convertirse en proyecto, en verdadera patria para todos los españoles.

No nos engañemos, pues. No se trata de solidaridad con los oprimidos, con los parados, de un rechazo hacia el predominio de la economía financiera ni de una apuesta por la justicia social. Se trata de una animadversión visceral y atávica a todo lo que, cercana o lejanamente, tenga que ver con España. Se engaña, por tanto, el Sr. Sánchez con sus guiños repetidos hacia estos sectores de la extrema izquierda y hacia

los partidos nacionalistas, templados o asilvestrados; su papel es el de novio infiel, que lleva del brazo a una prometida formal, hija de buena familia y guapita ella, y sigue haciendo cucamonas a las hetairas del burdel.

No es ese el progresismo que necesita España, porque con esto se cierra cualquier puerta al progreso verdadero, a la pretendida regeneración democrática y a las vías de una justicia profunda que precisamos. Con estos mimbres, el cesto ya no sería España.