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4 noviembre 2023 • Rito Romano Tradicional

Marcial Flavius - presbyter

XXIII Domingo después de Pentecostés: 5-noviembre-2023

Epístola (Flp 3, 17-21; 4, 1-3)

17Hermanos, sed imitadores míos y fijaos en los que andan según el modelo que tenéis en nosotros. 18Porque —como os decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos— hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: 19su paradero es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas; solo aspiran a cosas terrenas. 20Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. 21Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo.

[4] 1Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, manteneos así, en el Señor, queridos. 2Ruego a Evodia y también a Síntique que piensen lo mismo en el Señor. 3Y a ti en particular, leal compañero, te pido que las ayudes, pues ellas lucharon a mi lado por el Evangelio, con Clemente y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida. 

Evangelio (Mt 9, 18-26)

18Mientras les decía esto, se acercó un jefe de los judíos que se arrodilló ante él y le dijo: «Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, impón tu mano sobre ella y vivirá». 19Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos. 20Entre tanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó la orla del manto, 21pensando que con solo tocarle el manto se curaría. 22Jesús se volvió y al verla le dijo: «¡Ánimo, hija! Tu fe te ha salvado». Y en aquel momento quedó curada la mujer. 23Jesús llegó a casa de aquel jefe y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, 24dijo: «¡Retiraos! La niña no está muerta, está dormida». Se reían de él. 25Cuando echaron a la gente, entró él, cogió a la niña de la mano y ella se levantó. 26La noticia se divulgó por toda aquella comarca.

James Tissot: Cristo resucitando a la hija de Jairo, jefe de la sinagoga (1884-96) Brooklyn Museum

Reflexión

I. El Evangelio de hoy narra dos milagros: la curación de una mujer «que sufría flujos de sangre desde hacía doce años» y la resurrección de la hija de Jairo. El relato de san Mateo es muy esquemático por lo que podemos ampliarlo leyéndolo en san Marcos (5, 21-43) y san Lucas (8, 40-56).

Como en otras ocasiones, todos estos hechos y circunstancias que rodean al episodio nos llevan a comprender la estrecha relación que existe entre los milagros y la fe pues aquellos hechos portentosos eran medios para llevar a los hombres a la conversión interior, y a creer en Cristo y en sus palabras. Y estos dos milagros en concreto nos muestran a Jesús con poderes sobrehumanos, como rúbrica al mismo tiempo de la verdad de su doctrina y de su mesianismo. En el caso de la mujer, bastó el contacto con Él junto con la fe para que se produjera el efecto de la curación prodigiosa mientras que la resurrección de la hija de Jairo, le hacía aparecer con dominio sobre la muerte. Poder exclusivo de Dios que Jesús ejerce en nombre propio no como alguien a quien Dios escucha y por su mediación se obra el milagro, como vemos en el caso de los profetas del AT. Es éste, por tanto, un medio de presentarse como Dios (cfr. Manuel de TUYA, Biblia comentada, vol. 5, Evangelios, Madrid: BAC, 1964, 221-222, 667).

II. Nos fijamos en dos de estos detalles que describe el evangelista:

  1. «Cuando echaron a la gente, entró Él, cogió a la niña de la mano y ella se levantó» (v. 25). Y san Marcos precisa: «Pero Él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña […] Les insistió en que nadie se enterase» (Mc 5, 40. 43). ¿Por qué? Para no fomentar en el pueblo el deseo incontrolado de milagros: para que no pusiesen el milagro delante de la predicación y deformaran la condición estrictamente religiosa del Mesías, como hacían los fariseos. Con el milagro, Jesús demuestra que es Dios, y al imponer silencio, que lo primero que le interesa es la predicación del Evangelio y que su misión no consiste sólo en sus milagros, sino también en su muerte en la cruz y su resurrección (cfr. Leonardo CASTELLANI, El Evangelio de Jesucristo, Madrid: Ediciones Cristiandad, 2011, 320-325).
  2. La curación de aquella mujer a la que ningún médico había podido devolver la salud, va precedida de su audacia para tocar las vestiduras de Jesús. Y la resurrección de la niña ocurre después de la perseverancia en la petición que hizo el padre, incluso ante su muerte y las burlas que provoca la intervención de Jesús: «dijo: «¡Retiraos! La niña no está muerta, está dormida». Se reían de Él» (v. 24).

En ambos casos se trata de dos situaciones desesperadas, en las que humanamente no se ven motivos para la esperanza. Pero es ahí cuando se nos enseña a confiar cuando las cosas se afrontan desde una perspectiva sobrenatural. Porque la gracia de Dios, si nosotros no lo impedimos, realiza silenciosamente en el alma una transformación honda y eficaz. El Señor nos ofrece constantemente su gracia para ayudarnos a ser fieles cumpliendo su voluntad. A nosotros nos corresponde aceptar esas ayudas y cooperar con generosidad y docilidad en la obra de nuestra propia santificación.

Esa docilidad se puede concretar de muchas maneras:

  • cumpliendo nuestros deberes, en primer lugar, los que se refieren a Dios, sin olvidar nuestras legítimas ocupaciones temporales;
  • empeñándonos en luchar por vivir una determinada virtud;
  • afrontando con visión sobrenatural una contrariedad que se prolonga…

Cuanto mayor es la fidelidad, mejor nos disponemos para realizar otras obras buenas. Nada es irremediable para quien confía en el Señor; nada está totalmente perdido; mientras hay vida siempre tenemos posibilidad de volver a empezar: «Hay que tener paciencia con todo el mundo, pero, en primer lugar, con uno mismo» (SAN FRANCISCO DE SALES).

Esto nos lleva resolver la cuestión del sentido y del valor de la vida pues nos hace afrontarla con lo que podemos llamar un verdadero «optimismo sobrenatural» y que no hay que confundir con el ingenuo autoconvencimiento de que «todo va a salir bien» que se nos quiere imponer tantas veces y que choca con la realidad que vemos a nuestro alrededor, llevándonos al desánimo y a la frustración o a adoptar ante la vida una actitud superficial de frivolidad, cayendo en la amoralidad porque nada se puede hacer así con seriedad.

Hablamos de ser conscientes del valor de la vida (y también de la muerte, porque después del tiempo hay una eternidad) y de que lo hagamos en esta vida tendrá consecuencias directas en nuestra salvación o en nuestra condenación futuras. Esto nos llevará a afrontar la vida con seriedad y con deseo firme de hacer el bien y defender la verdad (cfr. Santiago CANTERA MONTENEGRO, Homilías, Madrid: Ediciones San Román, 2020, 238).

III. Pidamos a la Virgen nuestra Madre que nos alcance la gracia de apreciar la vida sobrenatural, la vida del alma, por encima de todos los bienes temporales. Y a poner los medios para corresponder a la obra de Dios en nosotros mediante nuestra propia santificación y el apostolado al servicio de los demás.