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5 abril 2023

Luis Gómez - pbro.

En sus trece

Castillo de Peñíscola Imagen de EstudioWebDoce en Pixabay

Se acerca el sexto centenario de la muerte de Benedicto XIII el Papa Luna, Pedro Martínez de Luna y Pérez de Gotor, erudito canonista aragonés, acaecida el 23 de mayo de 1423, una de las figuras importantes de la olvidada, cuando no manipulada, historia de España. El interés por este personaje me surge al hilo de la lectura, en mis años juveniles, de una obra de Adro Xavier titulada El Papa de Peñíscola: un siglo de Europa.

Hubo otro papa, tres siglos posterior, Vincenzo Maria Orsini, con el mismo nombre pero que, durante un tiempo, se presentó ante el mundo como Benedicto XIV. ¿Cuál fue la razón del cambio de su numeral ordinal romano y retomar el correspondiente al Papa Luna? La respuesta se halla en el convulso y discutido Concilio de Constanza, plagado de irregularidades canónicas, que no es aceptado en su totalidad sin ponerse de acuerdo los estudiosos  a partir de qué momento puede ser considerado el décimo sexto ecuménico aunque la mayoría se decanta sólo por la validez de las últimas sesiones (XLII – XLV), y que sería convocado, entre otras finalidades, para terminar  solucionando el denominado cisma de Occidente con la previa pretensión de la abdicación de los tres pontífices reinantes. Ante la imposibilidad de que voluntariamente abdicara, se declara, en la sesión XXXVII (26 de julio de 1417), al papa aragonés hereje y cismático y, consecuentemente, antipapa. En sus sesiones, con desvíos conciliaristas algunas de ellas, se hace lo propio con Juan XXIII que había sido el papa que presidió su apertura. El tercero en discordia, Gregorio XII, segundo sucesor de Urbano VI cuya elección papal se produce en medio de graves coacciones a los cardenales electores constituyéndose en origen de esta traumática situación eclesial, renuncia después de haber realizado una segunda convocatoria del concilio que pudiera otorgarle una más segura legitimidad.

¿Era hereje Benedicto XIII? Ciertamente, no, pues no negó ni dudó, pertinazmente, de ninguna verdad de Fe. Es más, gracias a la postura de España que mantuvo la doctrina católica desde su presencia tardía en el Concilio de Constanza, según las pautas del Papa Luna, se rechazaron las posturas del conciliarismo que tanto daño ha hecho a la Iglesia entonces y ahora. ¿Era cismático? Él no lo creía, desde sus profundos conocimientos canónicos, como tampoco lo creyeron sus seguidores entre los que se contaban algunos santos. Además, un cisma pretende la separación de la comunión con el sucesor del Apóstol Pedro lo cual es imposible si él pensaba serlo ¿Fue verdaderamente antipapa desde el inicio de su pontificado? Canónicamente, su elección fue lícita en tanto en cuanto se cumplió la normativa vigente en aquel entonces. La razón de que nunca renunciara al papado estriba, precisamente, en que su mentalidad de canonista no aceptaba las irregularidades que se dieron durante el Concilio de Constanza, aunque él estaba dispuesto a abdicar, como había jurado, siempre y cuando se respetara el camino canónico que él consideraba adecuado. ¿Dejó de ser Papa al ser depuesto? Discutible si, desde ese momento y por la elección, en el citado Concilio, de Martín V éste adquiere la legitimidad o la adquiere cuando el sucesor de Benedicto XVI renuncia y lo reconoce.

Pese a todo lo complicado de la situación eclesial de su tiempo, con los enfrentamientos entre distintas facciones, ningún adversario dudó de su honradez y honestidad ni de su servicio a la Iglesia antes y durante su pontificado en el que, entre otras iniciativas, procuró la evangelización de las Islas Canarias. Como curiosidad, las naciones que estuvieron bajo su obediencia han sido baluarte del catolicismo, las que no le reconocieron como Papa, en gran parte, han convulsionado a la Iglesia con grandes cismas y llevan camino de continuar, con nuevas manifestaciones, su deriva histórica anticatólica.

Las iniciativas de intentar su rehabilitación que surgen desde hace décadas animadas por historiadores, juristas, eclesiásticos y diversas instituciones son dignas de alabanza y con mucha mayor razón que otras referidas a heresiarcas apoyadas por altas jerarquías de nuestra Iglesia.