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18 diciembre 2022 • Rito Romano Tradicional

Marcial Flavius - presbyter

IV Domingo de Adviento: 18-diciembre-2022

Rito Romano Tradicional

Epístola (1 Cor 4, 1-5)

1Que la gente solo vea en nosotros servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. 2Ahora, lo que se busca en los administradores es que sean fieles. 3Para mí lo de menos es que me pidáis cuentas vosotros o un tribunal humano; ni siquiera yo me pido cuentas. 4La conciencia, es verdad, no me remuerde; pero tampoco por eso quedo absuelto: mi juez es el Señor. 5Así, pues, no juzguéis antes de tiempo, dejad que venga el Señor. Él iluminará lo que esconden las tinieblas y pondrá al descubierto los designios del corazón; entonces cada uno recibirá de Dios lo que merece.

Evangelio

Lc 3, 1-6:

1En el año decimoquinto del imperio del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Filipo tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanio tetrarca de Abilene, 2bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. 3Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, 4como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: «Voz del que grita en el desierto: | Preparad el camino del Señor, | allanad sus senderos; 5los valles serán rellenados, | los montes y colinas serán rebajados; | lo torcido será enderezado, | lo escabroso será camino llano. 6Y toda carne verá la salvación de Dios».

Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. Editorial BAC

Reflexión

En los textos de la Misa de este último Domingo de Adviento aparecen una vez más las tres personalidades que durante estas cuatro semanas nos están llamando a prepararnos a recibir al Señor que viene: el profeta Isaías, san Juan Bautista y la Virgen María.

I. A Isaías pertenece la antífona del introito, una de las expresiones que con más frecuencia resuenan durante el Adviento: «Derramad, cielos, desde arriba vuestro rocío, y lluevan las nubes al justo; que se abra la tierra y brote al Salvador» (Is 45, 8; En vez de las expresiones abstractas “la justicia” y “la salvación”, dice la Vulgata “el Justo” y “el Salvador”). En su origen, estas palabras se pronunciaron en el contexto de un discurso que contenía un mensaje de ánimo a los exiliados en Babilonia con el anuncio de un libertador que sería Ciro, rey de Persia. Pero en estas alusiones a Ciro, salvador del pueblo judío, la liturgia ha visto una figura del verdadero Redentor, que vendrá como el rocío de lo alto, para recrear a toda la tierra y para reinar con justicia sobre todas las naciones.

El profeta Isaías vuelve a ser citado en el Evangelio y en la antífona de comunión que contiene el anuncio de la concepción virginal de Jesús cuyo cumplimiento señalará san Mateo: «Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Enmanuel» (Is 7, 14).

II. En la presentación de san Juan Bautista que nos hace el Evangelio (Lc 3, 1-6), podemos señalar como san Lucas sitúa en el espacio y en el tiempo la aparición pública de san Juan Bautista. Eso nos permite mostrar la exactitud histórica con que refiere los hechos relativos a Jesucristo cuya narración emprende y que se pueden ubicar en el año 26.

Tras esta introducción se afirma que «vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto» (v. 2). Esta expresión, precedida de un breve contexto histórico es frecuente en los libros proféticos. De este modo se sugiere, como después dirá Jesús expresamente (Lc 16, 16) que san Juan Bautista es el último de los profetas y, a través de él, Dios con su palabra inaugura el último acto de la historia.

El evangelista presenta la figura del Bautista a la luz de un texto de Isaías (40, 3-5) que el propio san Juan se aplicó a sí mismo: «Voz del que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos…». El texto de Isaías se aplica «al reino de los cielos que se aproxima, traído por Jesucristo, y a su pregonero y precursor, el Bautista» (Mons. STRAUBINGER, in Is 40, 3). El profeta se refería literalmente a la liberación del pueblo judío de la cautividad de Babilonia y a su regreso a Jerusalén; pero anunciaba la liberación de todo el género humano de la esclavitud del pecado por la venida del Mesías.. San Lucas es el único que cita el último versículo: «Y toda carne verá la salvación de Dios», subrayando esa dimensión universal del Evangelio.

Ante la venida inminente del Señor, los hombres deben disponerse interiormente, hacer penitencia de sus pecados, rectificar su vida para recibir la gracia que trae el Mesías. Podemos aplicarnos estas palabras a nuestra vida: si queremos que Jesús venga a nosotros hay que prepararnos para recibirle; arrojando de nuestro corazón todo lo que es indigno de Él y esforzándonos en revestirnos del hombre nuevo y en vivir de una manera digna de nuestra condición de hijos de Dios. Y esto en una perspectiva escatológica, en una perspectiva de la historia de la salvación que constituye la razón última de la existencia de la Iglesia: preparar las almas para el encuentro definitivo con Cristo. A nivel personal (santificación de los creyentes) y a nivel de toda la humanidad con el juicio y la restauración de todo en Cristo (cfr. Epístola: 1 Cor 4, 4-5).

«El día del Juicio, al fin del mundo, Cristo vendrá en la gloria para llevar a cabo el triunfo definitivo del bien sobre el mal que, como el trigo y la cizaña, habrán crecido juntos en el curso de la historia» / «Cristo glorioso, al venir al final de los tiempos a juzgar a vivos y muertos, revelará la disposición secreta de los corazones y retribuirá a cada hombre según sus obras y según su aceptación o su rechazo de la gracia» (CATIC 681-682).

III. Por último, la Virgen María aparece en el Ofertorio, es decir inmediatamente antes de que sobre el altar descienda el Salvador como lo hizo en otro tiempo al seno de la Virgen al recibir el anuncio del ángel: «Ave María gratia plena… Ave, María, llena de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre».

«La Virgen María encarna perfectamente el espíritu de Adviento, hecho de escucha de Dios, de deseo profundo de hacer su voluntad, de alegre servicio al prójimo. Dejémonos guiar por ella, a fin de que el Dios que viene no nos encuentre cerrados o distraídos, sino que pueda, en cada uno de nosotros, extender un poco su reino de amor, de justicia y de paz» (Benedicto XVI, 2-diciembre-2012).

*

Debemos redoblar la vigilancia y el fervor conforme se acerca la Navidad. Renovemos nuestra alma y pidamos a la Virgen María y a san José que nos alcancen las gracias necesarias para disponernos a recibir más dignamente la venida de Jesús.