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3 diciembre 2022 • Rito Romano Tradicional

Marcial Flavius - presbyter

II Domingo de Adviento: 4-diciembre-2022

Epístola (Rom 15, 4-13)

4Pues, todo lo que se escribió en el pasado, se escribió para enseñanza nuestra, a fin de que a través de nuestra paciencia y del consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza. 5Que el Dios de la paciencia y del consuelo os conceda tener entre vosotros los mismos sentimientos, según Cristo Jesús; 6de este modo, unánimes, a una voz, glorificaréis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. 7Por eso, acogeos mutuamente, como Cristo os acogió para gloria de Dios. 8Es decir, Cristo se hizo servidor de la circuncisión en atención a la fidelidad de Dios, para llevar a cumplimiento las promesas hechas a los patriarcas 9y, en cuanto a los gentiles, para que glorifiquen a Dios por su misericordia; como está escrito: Por esto te alabaré entre los gentiles y cantaré para tu nombre. 10Y en otro lugar: Regocijaos, gentiles, junto con su pueblo. 11Y además: Alabad al Señor todos los gentiles, proclamadlo todos los pueblos. 12E Isaías vuelve a decir: Aparecerá el retoño de Jesé y el que se levanta para dominar a los gentiles; en él esperarán los gentiles. 13Que el Dios de la esperanza os colme de alegría y de paz viviendo vuestra fe, para que desbordéis de esperanza por la fuerza del Espíritu Santo.

Evangelio (Mt 11, 2-10)

2Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, mandó a sus discípulos a preguntarle: 3«¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?». 4Jesús les respondió: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: 5los ciegos ven y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados. 6¡Y bienaventurado el que no se escandalice de mí!». 7Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: «¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? 8¿O qué salisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Mirad, los que visten con lujo habitan en los palacios. 9Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. 10Este es de quien está escrito: “Yo envío a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino ante ti”. 

Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. Editorial BAC

Reflexión

I. Al celebrar anualmente la liturgia de Adviento, la Iglesia actualiza la espera del Mesías y hace a los fieles participar en la larga preparación de la primera venida del Salvador para así renovar el deseo de su segunda venida en gloria y majestad.

Por eso, el Evangelio de este segundo domingo de Adviento (Mt 11, 2-10) nos presenta a san Juan Bautista que, con su predicación en el desierto de Judea, llamó al pueblo de Israel a convertirse, a estar preparado para la inminente venida del Mesías. Por eso se le denomina “el precursor”, porque -precediendo a Jesús- da testimonio de Él mediante su predicación, su bautismo de conversión y su martirio.

Su figura estará presente en los evangelios de los dos siguientes domingos, recordándonos como la misión de san Juan Bautista es el último momento de la preparación que, durante siglos, Dios había hecho de la venida de su Hijo a la tierra. Él hace converger hacia Cristo las figuras y símbolos del Antiguo Testamento, mantiene las promesas las promesas hechas a Abraham y a su descendencia, anuncia su venida por boca de los profetas que se suceden en Israel y despierta en el corazón de los paganos una espera, aún confusa, de esta venida[1].

«Cristo se hizo servidor de la circuncisión en atención a la fidelidad de Dios, para llevar a cumplimiento las promesas hechas a los patriarcas y, en cuanto a los gentiles, para que glorifiquen a Dios por su misericordia» (Epístola Rom 15, 8-9).

Como indica san Pablo, los judíos deben su salvación a la fidelidad de Dios, que cumple sus promesas enviándoles al Mesías; los gentiles la deben puramente a su misericordia pero el Apóstol cita cuatro pasajes de la Escritura en los que ve ya anunciada la entrada de los gentiles en la Iglesia[2].

II. Junto con san Juan Bautista, en la liturgia del Adviento tienen un gran protagonismo los profetas que durante siglos sostuvieron la esperanza en la venida de un Salvador. En especial, Isaías, que es el profeta por excelencia del anuncio mesiánico[3].

«La Iglesia nos hace oír su voz en el introito; voz que resuena en la epístola y el evangelio, en que Cristo y san Pablo se refieren a lo que él había dicho. El propio san Juan Bautista, el último de los profetas y el inmediato precursor de Cristo, alegaba la palabra de Isaías. Su lugar en la liturgia del Adviento desborda ampliamente este segundo domingo. No hay día en que no nos haga leer la Iglesia en maitines algún pasaje de sus profecías; de él se toman las lecturas de los tres días de Témporas, y en la noche de Navidad son sus palabras las que cantarán, en el Emmanuel nacido de la Virgen, las grandezas divinas del Príncipe de la Paz»[4].

Isaías anuncia con diversas imágenes la paz mesiánica, esto es, la restauración de la armonía que la creación gozaba en su inicio y que fue rota por el pecado. Esta paz general se refiere a la restauración de todas las cosas por Jesucristo que lleva a cabo la redención del género humano cumpliendo así el anuncio del Profeta.

A eso es a lo que se llama en el Evangelio el “reino de los cielos”, cuya inminente llegada anuncia san Juan Bautista: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos» (v. 2) y, más tarde Jesús: «Desde entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos» (Mt 4, 17). El “reino de los cielos” o “reino de Dios” es una fórmula que expresa la intervención soberana y misericordiosa de Dios en la vida de su pueblo que se realiza por la obra redentora de Jesucristo, el Mesías profetizado y el Hijo de Dios. Jesucristo hará presente el Reino de Dios cuya inminencia anuncia Juan el Bautista y cuya acogida requiere una conversión personal que se traduzca en obras de una vida santa de cara a Dios: «Convertíos»; «Dad el fruto que pide la conversión» (v. 8), un «buen fruto» (v. 10)[5].

III. Al escuchar esta invitación, podemos preguntarnos si el mensaje de san Juan Bautista tiene algo que decirnos a nosotros. Si todavía hoy, dos mil años después, es necesario convertirse, prepararse para recibir a Cristo que viene. Y si tenemos algún medio a nuestro alcance que haga posible este cambio radical en muestra conducta que exige la obra redentora de Cristo.

Una respuesta podemos encontrarla en la Epístola. (Rom 15, 4-13) en la que san Pablo nos recuerda cómo la voz de Dios sigue resonando a través de las Sagradas Escrituras: «Pues todo lo que se escribió en el pasado, se escribió para enseñanza nuestra, a fin de que a través de nuestra paciencia y del consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza» (v. 4). La Palabra de Dios tiene un valor permanente en orden a nuestra instrucción, al infundir en nosotros, con sus enseñanzas, la esperanza de los bienes eternos, dándonos así paciencia y consolación en las pruebas de esta vida[6]. En particular, la lectura del santo Evangelio nos da luces en la vida interior, enciende en el amor de Dios al darnos a conocer mejor a Jesucristo y ayuda a nuestra formación doctrinal cuando va acompañada de explicaciones aprobadas por la Iglesia que nos explican su auténtico sentido.

*

El modelo de la escucha de Dios y de un comportamiento guiado por su Palabra es la Virgen María. A Ella, en cuyo seno habitó el Hijo de Dios y que el miércoles 8 de diciembre celebraremos en la solemnidad de la Inmaculada Concepción, pedimos que nos sostenga en este camino espiritual del Adviento, para acoger con fe, esperanza y amor la venida de nuestro Redentor.


[1] Cfr. CATIC, 522-524.

[2] Lorenzo TURRADO, Biblia comentada, vol. 6, Hechos de los Apóstoles y Epístolas paulinas, Madrid: BAC, 1965, 360-361.

[3] «Ningún otro profeta vio con tanta claridad al futuro Redentor, y nadie, como él, recibió tantas ilustraciones acerca de la salud mesiánica, de manera que San Jerónimo no vacila, en llamarlo “el Evangelista entre los profetas”»: Juan STRAUBINGER, La Santa Biblia, introducción a Isaías.

[4] Gaspar LEFEBVRE y monjes benedictinos de la Abadía de san Andrés, Misal diario y vesperal, Desclée de Brouwer, Bruges-Bilbao, 1962, .

[5] FACULTAD DE TEOLOGÍA. UNIVERSIDAD DE NAVARRA Sagrada Biblia. Comentario, Pamplona: EUNSA, 2010, 987.

[6] Lorenzo TURRADO, ob, cit., 360.