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27 noviembre 2022 • Rito Romano Tradicional

Marcial Flavius - presbyter

I Domingo de Adviento: 27-noviembre-2022

Epístola (Rom 13, 11-14)

11Comportaos así, reconociendo el momento en que vivís, pues ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. 12La noche está avanzada, el día está cerca: dejemos, pues, las obras de las tinieblas y pongámonos las armas de la luz. 13Andemos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas y borracheras, nada de lujuria y desenfreno, nada de riñas y envidias. 14Revestíos más bien del Señor Jesucristo, y no deis pábulo a la carne siguiendo sus deseos.

Evangelio (Lc 21, 25-33)

25Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, 26desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas. 27Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. 28Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación». 29Y les dijo una parábola: «Fijaos en la higuera y en todos los demás árboles: 30cuando veis que ya echan brotes, conocéis por vosotros mismos que ya está llegando el verano. 31Igualmente vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. 32En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda. 33El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

Reflexión

I. Hoy, primer domingo de Adviento, la Iglesia inicia un nuevo año litúrgico, un nuevo camino de fe que nos presenta el misterio de Jesucristo desde una doble perspectiva: mirando tanto a la primera venida del Hijo de Dios, cuando nació de la Virgen María, como en la espera de su vuelta gloriosa, cuando vendrá a «juzgar a vivos y muertos», como decimos en el Credo. Jesucristo, que vino al mundo por la Encarnación, viene también a cada hombre por la gracia y vendrá al final de los tiempos como Juez.

La espera, el esperar, es una realidad que atraviesa toda nuestra existencia personal, familiar y social. La espera está presente en mil situaciones, desde las más pequeñas y banales hasta las más importantes, que nos implican totalmente y en lo profundo… La espera de un hijo por parte de dos esposos; la de un pariente o de un amigo que viene a visitarnos, la espera del resultado de un examen decisivo, de una entrevista de trabajo, o de los resultados de una prueba médica… Se podría decir que el hombre está vivo mientras espera, mientras en su corazón está viva la esperanza. Y al hombre se lo reconoce por sus esperas: nuestra «estatura» moral y espiritual se puede medir por lo que esperamos, por aquello en lo que esperamos.

Cada uno de nosotros, por tanto, especialmente en este tiempo que nos prepara a la Navidad, puede preguntarse: ¿yo qué espero? En este momento de mi vida, ¿a qué tiende mi corazón? Y esta misma pregunta se puede formular a nivel de familia, de comunidad, de nación. ¿Qué es lo que esperamos juntos? ¿Qué une nuestras aspiraciones?, ¿qué tienen en común? [1].

II. A responder a estas preguntas nos ayudan las lecturas que hemos escuchado y que contienen una invitación a una «espera vigilante»:

– «Cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios» (v. 31). Jesús, que en la Navidad vino a nosotros y volverá glorioso al final de los tiempos -como leemos en el Evangelio (Lc 21, 25-33), no se cansa de visitarnos continuamente en los acontecimientos de cada día. Nos pide estar atentos para percibir su presencia y nos advierte que lo esperemos vigilando, puesto que su venida no se puede programar o pronosticar, sino que será repentina e imprevisible. Sólo quien está despierto no será tomado de sorpresa. Lo que quiere darnos a entender el Señor con esta recomendación es que no debemos dejarnos absorber por las realidades y preocupaciones materiales hasta el punto de quedar atrapados en ellas. Debemos vivir ante los ojos del Señor con la convicción de que cada día puede hacerse presente[2].

– En la Epístola (Rom 13, 11-14) san Pablo nos exhorta: «La noche está avanzada, el día está cerca: dejemos, pues, las obras de las tinieblas y pongámonos las armas de la luz» (v. 12). Las «obras de las tinieblas» son el pecado, las «armas de la luz» son la palabra de Dios, los dones del Espíritu, la gracia y las virtudes teologales y cardinales.

El inicio de un nuevo año litúrgico es una buena ocasión para renovar nuestros buenos propósitos de vida evangélica desde esta actitud de espera vigilante. Y para ello tres propuestas concretas[3]:

  • Lo primero sería acentuar el sentido de la presencia de Dios, cuidando de momentos de oración y de lectura espiritual: la meditación, sencillas jaculatorias, elevaciones del alma hacia Dios en medio del día a día.
  • Lo segundo es el cuidado de la vida sacramental, sabiendo que los sacramentos son la vía ordinaria de la gracia.
  • En tercer lugar, enfocar toda nuestra actividad y nuestras obligaciones familiares, sociales, laborales, desde esta mirada de Dios.

III. Acojamos la invitación del Señor a vivir en vigilancia y a recibirle cuando viene continuamente a nuestro encuentro. Y aprendamos de la Virgen María, Mujer del Adviento, a vivir los gestos cotidianos con un espíritu nuevo, desde una espera profunda que sólo la venida de Dios puede colmar de plenitud.


[1] Cfr. BENEDICTO XVI, Angelus, 28-noviembre-2010.

[2] Cfr. BENEDICTO XVI, Homilía, 2-diciembre-2007.

[3] https://www.eldebate.com/religion/catolicos/20221122/santiago-cantera-cristianismo-religion-mueve-alegria_74122.html