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6 noviembre 2022 • Rito Romano Tradicional

Marcial Flavius - presbyter

XXII Domingo después de Pentecostés: 6-noviembre-2022

Epístola (Flp 1, 6-11)

6Esta es nuestra confianza: que el que ha inaugurado entre vosotros esta buena obra, la llevará adelante hasta el Día de Cristo Jesús. 7Esto que siento por vosotros está plenamente justificado: os llevo en el corazón, porque tanto en la prisión como en mi defensa y prueba del Evangelio, todos compartís mi gracia. 8Testigo me es Dios del amor entrañable con que os quiero, en Cristo Jesús. 9Y esta es mi oración: que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad 10para apreciar los valores. Así llegaréis al Día de Cristo limpios e irreprochables, 11cargados de frutos de justicia, por medio de Cristo Jesús, para gloria y alabanza de Dios.

Evangelio (Mt 22, 15-21)

15Entonces se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. 16Le enviaron algunos discípulos suyos, con unos herodianos, y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad, sin que te importe nadie, porque no te fijas en apariencias. 17Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?». 18Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis? 19Enseñadme la moneda del impuesto». Le presentaron un denario. 20Él les preguntó: «¿De quién son esta imagen y esta inscripción?». 21Le respondieron: «Del César». Entonces les replicó: «Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». 

Antonio_Arias: «La moneda del César» (Museo del Prado)

Reflexión

I. La materia que propone a nuestra consideración el Evangelio de este Domingo (Mt 22, 15-21) se puede abordar desde diversas perspectivas, y una de ellas es la de la obediencia a las autoridades civiles, y por extensión a toda autoridad en general. El precepto de Jesús es: «dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» (v. 21).

El contexto de estas palabras es bien conocido y lo recordamos hace unas semanas. Después de la entrada triunfal-mesiánica de Jesús en Jerusalén, sus enemigos formaron un frente único y se reunieron para proponerle diversas cuestiones y acusarle basándose en sus respuestas («Y se pusieron a acusarlo diciendo: Hemos encontrado que este anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que Él es el Mesías rey»: Lc 23, 2.).

Por otro lado, era propio de la mentalidad judía ver la implicación religiosa de la política y por eso preguntaron si era «lícito» (es decir, «moral», no simplemente «legal») pagar impuesto al César. Si Jesús decía que no había que pagarlo, se le acusaba como sedicioso contra el poder de Roma. Si decía que había que pagarlo autorizaba a los odiados publicanos, recaudadores de estas contribuciones; iba contra el sentido teocrático y nacional judío al someterse a Roma e iba contra sí mismo, pues el proclamarse Mesías y aprobar la injerencia extranjera en su reino era destruir su misma obra.

Su respuesta, va dirigida en primer lugar a los judíos que rechazaban al emperador: «dad al César lo que es del César…». Jesús les enseña a respetar y obedecer a los constituidos en autoridad. Pero a los romanos que se creían investidos de un poder ilimitado, les manifiesta que dicho poder tiene sus límites y no puede violentar las leyes de la recta conciencia y de la fe impuestas por Dios: «…y a Dios lo que es de Dios». Glosando estas palabras, Vázquez de Mella concluye: «el César también es de Dios y no tiene más atribuciones y derechos que los que por ley divina se le conceden» (Tradición Vasca, Bilbao, 26-marzo-1910).

II. Según Santo Tomás, la obediencia es una virtud moral que hace pronta la voluntad para ejecutar los preceptos del superior (II-II,104, 2 ad 3). Cuando se refiere a los mandatos de un superior cualquiera, pertenece al ámbito de la virtud de la justicia pero cuando estos superiores son Dios, los padres o las autoridades que gobiernan en nombre de la patria, su regulación pertenece a las virtudes de la religión y de la piedad (cfr. Antonio ROYO MARÍN, Teología moral para seglares, vol. 1, Madrid: BAC, 1965, 782-785). Ahora bien, como virtud moral que es, en la obediencia cabe pecar por defecto, pero también por exceso, a diferencia de lo que ocurre con las virtudes teologales. No se puede amar demasiado a Dios, no se puede esperar ni creer demasiado…; pero sí se puede caer en el error de obedecer con una desordenada adhesión a la autoridad que lleva a acatar incluso lo indiscreto o ilícito.

Una situación concreta que se da de hecho en nuestros días es cuando los poderes políticos abusan de su poder imponiendo leyes contrarias a la ley de Dios y a los derechos de su Iglesia. En tal caso los cristianos debemos responder como hicieron los Apóstoles: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hch 5, 29); y contribuir a poner fin a esa situación sirviéndose de todos los medios lícitos que estén a su alcance. Y, en tal caso, nuestra acción se debe regir por la caridad y la prudencia.

  • La caridad:

«No se puede obedecer contra la caridad: en donde se ve pecado, aun el más mínimo, hay que detenerse, porque “el que despreciare uno de los preceptos estos mínimos, mínimo será llamado en el Reino de los Cielos”. Y no se puede obedecer una cosa absurda; porque “si un ciego guía a otro ciego, los dos se van al hoyo” […] El punto exacto es cuando los mandatos de los hombres interfieren con los mandatos divinos, cuando la autoridad humana se desconecta de la autoridad de Dios, de la cual dimana […] Si esto que digo no fuese verdad, no habría habido mártires» (Leonardo CASTELLANI, El Evangelio de Jesucristo, Madrid: Ediciones Cristiandad, 2011, 314)

  • La prudencia

Hay que tener en cuenta las circunstancias concretas de la Iglesia y de la sociedad en la que nos movemos, sin confundir los tiempos, ni el sentido de la historia… Ser conscientes de la dirección de los acontecimientos, del proceso revolucionario que sufre el mundo y de la crisis de la Iglesia, de quiénes son los que realmente ocupan el poder y ejercen la autoridad y actuar siempre con prudencia sobrenatural que es «la recta razón en el obrar», es decir, en las acciones individuales y concretas que se han de realizar. Incluso las virtudes teologales necesitan el control de la prudencia por razón del sujeto y del modo de su ejercicio, esto es, a su debido tiempo y teniendo en cuenta todas las circunstancias (cfr. Antonio ROYO MARÍN, ob. cit., 420-426).

*

«Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres». La enseñanza de Jesús en este Evangelio nos recuerda que todo en nuestra vida es del Señor, y nada puede quedar al margen de Él, menos aún nuestra vida social. Pidamos a la Virgen María que nos alcance la gracia de vivir siempre y en todo lugar como verdaderos hijos de Dios para llegar un día a la vida eterna haciendo un uso recto de las cosas temporales.