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28 noviembre 2021 • Rito Romano Tradicional

Marcial Flavius - presbyter

I Domingo de Adviento: 28-noviembre-2021

Epístola (Rom 13, 11-14)

Comportaos así, reconociendo el momento en que vivís, pues ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada, el día está cerca: dejemos, pues, las obras de las tinieblas y pongámonos las armas de la luz. Andemos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas y borracheras, nada de lujuria y desenfreno, nada de riñas y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo, y no deis pábulo a la carne siguiendo sus deseos

Evangelio (Lc 21, 25-33)

Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación». Y les dijo una parábola: «Fijaos en la higuera y en todos los demás árboles: cuando veis que ya echan brotes, conocéis por vosotros mismos que ya está llegando el verano. Igualmente vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda. 3l cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

Reflexión

I. El Adviento y el año litúrgico

La Iglesia, para cumplir su misión de santificar a los fieles (fin secundario de la Liturgia, siendo el primario la gloria de Dios), tiene establecido un método cuyo fin es identificarnos progresivamente con Jesucristo, hacernos cada vez más semejantes a Él. Para ello, a lo largo de cada año repite la celebración de los diferentes misterios de la vida de Cristo a fin de que sigamos participando de sus efectos salvíficos sobre nosotros. A esto es a lo que llamamos el Año Litúrgico que, como sabemos comienza con el Adviento.

El término «adventus» era ya conocido en la literatura cristiana de los primeros siglos de la vida de la Iglesia. La traducción latina Vulgata de la Sagrada Escritura (s. IV) lo usa para designar la venida del Hijo de Dios al mundo, en su doble dimensión de «advenimiento en la carne» (encarnación) y advenimiento glorioso (parusía). Ambos significados los encontramos en el tiempo litúrgico del Adviento, si bien el sentido de “venida” cambió a «momento de preparación para la venida».

II. Apertura al encuentro definitivo con Cristo

Este anuncio de la venida de Cristo en gloria al final de los tiempos sirve de lazo vinculante con la misma vivencia cristiana con que termina el año precedente. Por razones de carácter histórico (el lento proceso de formación de la Liturgia romana), el Evangelio del último domingo del año litúrgico y el del primero, nos presentan el mismo tema: la venida de Jesucristo al final de los tiempos, tratado por dos evangelistas: san Mateo (Mt 24, 15-35) y san Lucas (Lc 21, 25-33).

Pero al situarse estos dos fragmentos en un contexto litúrgico distinto, podemos decir que reciben un matiz particular que introduce una diferencia temática: mientras el final del año litúrgico presenta la parusía como coronación de la obra salvífica de Cristo y como la restauración definitiva de todo en Él («recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra »: Ef 1, 10) con el consiguiente juicio de la conducta humana y su fijación existencial para la eternidad, la nueva proclamación de este misterio en el comienzo del año litúrgico subraya nuestra apertura al encuentro definitivo con Cristo y la dinámica de la esperanza cristiana en orden a nuestra identificación con Él «hasta que vuelva» (1Cor 11, 26). «Se trata, pues, de una doble perspectiva: la parusía como iniciativa divina en el misterio de Cristo (últimos domingos del año) y la parusía como reto a la responsabilidad humana para la salvación (Adviento). Es lo que diversifica o matiza el enlace temático entre el final y el comienzo del año cristológico» (Juan ORDÓÑEZ Márquez, Teología y espiritualidad del año litúrgico, Madrid: BAC, 1978, 192).

III. «Estad, pues, despiertos…»

A lo largo del Adviento escuchamos con mucha frecuencia la voz de los profetas que anunciaron tanto el glorioso advenimiento final del Señor como su primera venida. La expresión «Ya llegan días —oráculo del Señor— en que cumpliré la promesa… En aquellos días y en aquella hora, suscitaré…» (Jer 33, 14-15) es típica entre los profetas para designar los tiempos mesiánicos, anhelados de todos, y por eso son los días por excelencia, sin más determinación. Con estas palabras se quiere llamar la atención sobre la gran realidad de los tiempos objeto de todas las esperanzas (cfr. GARCÍA CORDERO, Maximiliano, Biblia comentada, vol. 3, Libros proféticos, Madrid: BAC, 1961 606-609).

También nosotros, al ver derrumbarse a nuestro alrededor tantas falsas seguridades, nos damos cuenta de que necesitamos una esperanza fiable, y esta sólo se encuentra en Cristo, que «es el mismo ayer, hoy y siempre» (Hb 13, 8). El Señor Jesús vino en el pasado, viene en el presente y vendrá en el futuro: permanece para siempre y nos ofrece la estabilidad misma de Dios. Por eso, en medio de las vicisitudes personales y del mundo en que vivimos podemos cobrar ánimo y levantar la cabeza, porque se acerca nuestra liberación, como nos dice Jesús en el Evangelio (cfr. Lc 21, 28)

Frente a la tentación de la indiferencia o del materialismo, los cristianos acogemos la salvación que Dios nos ofrece y que nos lleva a vivir con criterios distintos a los del mundo ¾en coherencia con la vocación a la santidad que hemos recibido¾ y a cultivar la vida interior y a ejercitarnos diariamente en las virtudes cristianas hasta el heroísmo. «Comportaos así, reconociendo el momento en que vivís, pues ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe» (Rom 13, 11). En sustancia, lo que San Pablo viene a decir es que conviene vivir vigilantes, sin dejarnos arrastrar por las tendencias de la carne y los espejismos del mundo, pues el tiempo es breve y la salvación se acerca. Y esa salvación alude a su consumación final definitiva,

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La Virgen María encarna perfectamente el espíritu del Adviento por su escucha de la palabra de Dios, identificación con su voluntad y disponibilidad al servicio del prójimo. Dejémonos guiar por ella, a fin de que Dios pueda extender su reino de amor, de justicia y de paz, ya presente en medio de nosotros y llamado a realizarse plenamente en la venida gloriosa que esperamos: