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«La teología, por lo mismo que es la ciencia de Dios, es el océano que contiene y abarca todas las ciencias, así como Dios es el océano que contiene y abarca todas las cosas»
Epístola (Rom 12, 6-16)
Así pues, como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta. Que la paz de Cristo reine en vuestro corazón: a ella habéis sido convocados en un solo cuerpo. Sed también agradecidos. La Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente. Cantad a Dios, dando gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados. Y todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
Evangelio (Jn 2, 1-11)
A los tres días había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la madre de Jesús le dice: «No tienen vino». Jesús le dice: «Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora». Su madre dice a los sirvientes: «Haced lo que él os diga». Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dice: «Llenad las tinajas de agua». Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dice: «Sacad ahora y llevadlo al mayordomo». Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llama al esposo y le dice: «Todo el mundo pone primero el vino bueno y, cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora». Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.
Bodas de Caná (Murillo)
Reflexión
I. Por dos razones podemos considerar especialmente apropiado el Evangelio de las Bodas de Caná que nos trae el Misal Romano del segundo domingo después de Epifanía.
Una está vinculada a la propia historia de la Liturgia pues el día de Epifanía se conmemoran de manera inseparable tres manifestaciones de Cristo:
Estos tres motivos se unifican en la antífona de la Liturgia de las horas: «Hoy la Iglesia se ha unido con sus celestial Esposo. Cristo en el Jordán la ha lavado de sus pecados. Los Magos acuden con regalos a las bodas reales. Y el agua convertida en vino alegra a los invitados. Aleluya» (6-enero, antífona del Benedictus). Actualmente, el 6 de enero conmemoramos de manera particular la adoración de los Magos; el 13 de enero (octava de Epifanía), el Bautismo del Señor y el Evangelio de este domingo propone a nuestra consideración las Bodas de Caná.
La segunda razón es que, durante las fiestas de Navidad, hemos considerado principalmente los misterios de la vida oculta del Señor. A partir de este domingo vamos a contemplar su vida pública. Hablamos de «vida oculta» para referirnos al tiempo que Jesús vivió en el hogar de Nazaret mientras que su «vida pública» se inicia con el bautismo y las tentaciones en el desierto. A partir de entonces, el Señor comienza a predicar la llegada del reino de Dios y las disposiciones que exige; a llamar a sus discípulos y a confirmar su enseñanza con los milagros que hacía.
San Juan nos relata la vocación de los primeros de los que habían de ser los Apóstoles: Juan, Andrés, Pedro, Felipe y Natanael. Este último (Bartolomé) provenía de Caná de Galilea y, por las circunstancias que fuera, el Señor y sus discípulos son invitados a unas bodas en dicha población, a las que también asistió su Madre. El propio san Juan resumen el significado de lo ocurrido allí: «Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en Él» (v.11).
II. Nos encontramos, por tanto, ante el primer milagro de Jesús. Lo realiza a ruegos de su Madre y los discípulos «contemplan hoy su gloria. Ven en el hombre la oculta Divinidad; en lo frágil de su naturaleza humana ven la fuerza de su naturaleza divina; en lo débil de su apariencia externa contemplan la omnipotencia de Dios» (Bruno BAUR, Sed luz, I, Barcelona: Herder, 1953, 252).
La liturgia ve en este episodio un símbolo de lo que la Iglesia, de lo que nosotros como discípulos de Jesús, contemplamos todos los días en la santa Misa. La conversión realizada en Caná se repite ante nuestros ojos al convertirse el pan y el vino en el santo sacrificio de la Misa, en el cuerpo y la sangre de Cristo. «Todo el mundo pone primero el vino bueno y, cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora» (v. 10) dice el mayordomo y escuchamos en la antífona de comunión de la Misa de hoy. También la Eucaristía fue reservada para esta edad de la gracia del Nuevo Testamento, para el desposorio de Cristo con la Iglesia y con las almas que se inicia en la Encarnación, se continúa en la obra de la gracia y esperamos llegue a su plenitud en la gloria celestial. Por eso en la sagrada Comunión somos transformados y nos unimos cada vez más íntimamente a Cristo. «Son las nupcias del Hijo de Dios con nosotros para sacarnos de nuestra nada y elevarnos hasta la gloria y plenitud de su vida divina» (ibíd., 254).
La Eucaristía es la garantía de la Vida Eterna, quien come de su Cuerpo y bebe de su Sangre tendrá la Vida Eterna. Y esta Vida Eterna es el Banquete, es la unión con Jesucristo, con la Santísima Trinidad que celebraremos en el Cielo cuando contemplemos a Dios cara a cara. Es por ello que la Eucaristía en la tierra nos prepara a unirnos perfectamente con Aquel en quien ahora creemos sin verlo.
III. Como en un banquete de bodas hay un conocimiento íntimo entre los comensales, el conocimiento íntimo de Jesús nos proporciona un gran amor para seguirlo con mayor fidelidad, como los apóstoles que comiendo junto con Jesús en ese banquete y viendo su poder divino para con la naturaleza y la materia creyeron en Él. Estando con Jesús creyeron en Él, también nosotros hemos de creer en Él y estar con Él.