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23 abril 2020 • Rito Romano Tradicional

Marcial Flavius - presbyter

San Jorge: 23-abril-2020

Evangelio

Jn 15, 1-7

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.

Cáceres: San Jorge, escultura de José Rodríguez (1963)

Reflexión

La vida de san Jorge, desconocida en muchos de sus detalles históricos ha llenado de tal suerte de admiración al mundo, que el origen de su culto se esconde en la antigüedad de la Iglesia. De él sabemos que sufrió el martirio con otros cristianos hacia el año 303, en Palestina, probablemente en Dióspolis (la antigua Lydda), durante la persecución de Diocleciano. Su nombre se hizo célebre en toda la cristiandad y, a lo largo de los siglos, muchas iglesias le han tomado por su titular y muchas corporaciones por su patrono.

San Jorge fue elevado por el emperador Diocleciano a uno de los más altos puestos de la milicia y defendió con honor al Imperio, de suerte que su reputación de soldado valiente, de prudente general se extendió por todo el Oriente. Con su confesión de fe hasta el martirio san Jorge nos da ejemplo de fidelidad a Cristo. Pero podemos estar seguros de que su virtud no se forjó en un día. Sin duda que se esforzó día a día por ser fiel en lo poco, en las menudencias e incomodidades que el servicio diario le imponía. Por eso pudo ser fiel cuando su compromiso requirió un auténtico heroísmo.

Ese ha de ser también nuestro camino. La fe es un obsequio razonable a Dios, pues se apoya en unos motivos de credibilidad que hacen razonable el creer. Apoyados en la autoridad del mismo Dios, creemos ser verdad cuanto Él ha revelado y por medio de la Iglesia nos propone para creerlo. No creemos en el absurdo, sino en algo que está por encima de nuestra inteligencia. No podemos comprender todas las verdades de la Fe, porque algunas son misterios, es decir son superiores a la razón, pero no contrarios a ella porque el mismo Dios que nos ha dado la luz de la razón, es quien nos ha revelado los misterios, y no puede contradecirse a Sí mismo.

Por eso la fe es obsequio a Dios, porque es fiarse de Él. La fe compromete a la persona entera, pues es, antes que nada, confianza en Dios que se revela y confianza también en Jesucristo que ha ofrecido el testimonio de su palabra y de su vida, y lo sigue ofreciendo por medio de su Iglesia.

Recordemos estas certezas que nos resultan particularmente necesarias en momentos tan difíciles como los que estamos viviendo. No olvidemos rezar por los difuntos, por los enfermos, por quienes cuidan de ellos… Pidamos al Señor un corazón sencillo, que no exige seguridades humanas, un corazón como el de san Jorge. Un corazón como el de la Virgen María. Un corazón que, por estar abierto a Dios, es capaz de entregarse generosamente a los demás con la certeza que da la fe en el amor de Dios y con la seguridad que da la esperanza.