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7 diciembre 2019 • Rito Romano Tradicional

Marcial Flavius - presbyter

Fiesta de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María: 8-diciembre-2019

Rito Romano Tradicional

Evangelio

Lc 1, 26-28:

En aquel tiempo, envió Dios al ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una joven virgen, prometida de un hombre descendiente de David, llamado José. La virgen se llamaba María. Entró donde ella estaba, y le dijo: “Alégrate, llena de gracia; el Señor está contigo”.

Reflexión

Coincidiendo este año con el segundo domingo de Adviento, celebra hoy la Iglesia la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María.

El día 8 de diciembre del año 1854, el Papa Pío IX definió solemnemente como dogma de fe la Concepción Inmaculada de la Santísima Virgen. Es decir, se trata de una verdad que ha sido revelada por Dios y que, por tanto, pertenece al ámbito de aquello que es objeto de nuestra fe. Como sabemos, la virtud de la fe es una virtud sobrenatural que capacita al hombre —ilustrando su inteligencia y moviendo su voluntad— a asentir firmemente a todo lo que Dios ha revelado, no por su evidencia intrínseca sino por la autoridad de Dios que revela.

Además, los españoles la veneramos como celestial patrona de nuestra Patria:

«Porque el culto y el amor a la Virgen María de tal manera está encendido en los corazones españoles, que se halla enlazado con toda su historia y brilla como una honrosa distinción en el espíritu de sus hijos. No hay acto nacional de trascendental importancia en que no aparezca la imagen de María» (Vázquez de Mella).

Debemos preguntarnos entonces: 1. En qué consiste este misterio y por qué fue Inmaculada María Santísima 2. Qué provecho podemos obtener para nuestra vida cristiana de esta verdad de nuestra fe

I. Cuando hablamos de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María estamos diciendo que Dios le otorgó un privilegio singular en previsión de los méritos de Jesucristo Redentor por el que fue preservada inmune del pecado original y santificada con la divina gracia desde el primer instante de su concepción, y así.

De ahí esa plenitud de gracia de la Virgen, de la que nos habla en su laconismo el Evangelio de esta fiesta: Ave Maria, gratia plena… Y que expresa los dos aspectos de este misterio:

— Aspecto negativo: La Virgen fue preservada de toda mancha de pecado original, no tuvo las consecuencias de este pecado, no tuvo ningún pecado mortal ni venial… no tuvo ni la más mínima imperfección.

— Aspecto positivo: María, en el primer instante de su existencia, fue llena de gracia, No con plenitud absoluta que corresponde únicamente a Cristo sino con plenitud relativa que le disponía desde este instante para ser digna Madre de Dios. «La amó más a Ella que a todas las criaturas y con amor tal, que puso en Ella, de una manera especial, todas sus complacencias» (Pío XI).

II. Toda la vida del cristiano debe ser manifestación de su fe. No hay ningún aspecto que no pueda ser iluminado por la fe. ¿Cuáles son las implicaciones de este dogma en nuestra vida cristiana?

A nosotros se nos perdona el pecado original por medio del Bautismo:

«El Sacramento del Bautismo confiere la primera gracia santificante, por la que se perdona el pecado original, y también los actuales, si los hay; remite toda la pena por ellos debida; imprime el carácter de cristianos; nos hace hijos de Dios, miembros de la Iglesia y herederos de la gloria y nos habilita para recibir los demás sacramentos» (Catecismo Mayor).

Por eso quien recibe el Bautismo está obligado a profesar la fe y a guardar la ley de Jesucristo y de su Iglesia. El misterio de la Inmaculada Concepción viene a ser para los cristianos un imperativo que reclama y exige una vida pura. Hagamos el propósito eficaz de ser como Jesús pide y exige de nosotros.

Además, «el bautizado no queda libre tampoco de las penalidades de esta vida, que son consecuencia, no ya del pecado, sino de la privación de la justicia original, tales como la debilidad de nuestro cuerpo, las enfermedades, el dolor y los movimientos de la concupiscencia» (Catecismo Mayor). La concupiscencia o inclinación al mal «si no trae consigo el consentimiento o descuido de la voluntad, está muy lejos de ser pecado» (ibíd) pero nos impone la necesidad de la oración, la frecuencia de sacramentos, la mortificación… el combate espiritual.

Demos gracias a Dios por este misterio de la Concepción Inmaculada de la Virgen y como gracia propia de esta fiesta, pidamos a Dios que nos sane y libre de todos los pecados, para que de este modo, nos hallemos dispuestos a recibir en nuestras almas a Jesús cuando venga a ellas en el tiempo santo de la Navidad y en nuestro encuentro definitivo con Él para toda la eternidad.