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25 junio 2019 • Un planeta sostenible y acorde con el orden natural será imposible mientras vivamos bajo un modelo económico que concibe el mundo como un gran supermercado

Gabriel García

Despertar ecologista

Nadie duda a estas alturas sobre cómo los medios tecnológicos influyen en la opinión pública. Durante mucho tiempo fueron los políticos y los futbolistas, sobre todo, quienes copaban portadas de periódicos y abrían los telediarios; esta tendencia se ha mantenido en ascenso, gracias a la fragmentación parlamentaria y a la crisis del Sistema, en el caso de unos, y a la inflación de los traspasos de contratos, en el caso de los otros. Medios más recientes como Youtube y Twitter también permitieron encumbrar a otros personajes públicos, que en un principio estaban fuera de las televisiones y de la noche a la mañana pasaron a tener su momento de gloria. Ahí tenemos el ejemplo del nuevo icono ecologista Greta Thunberg, a quien hemos visto incontables ocasiones durante el último año siendo recibida por instituciones y representantes políticos de diversos ámbitos. Todo ello con el aplauso generalizado de los medios creadores de la opinión pública, gracias a los cuales las movilizaciones ecologistas han experimentado un importante auge donde antes apenas existían.

Este auge ecologista viene precedido por otra gran preocupación pública inflada mediáticamente, como es el caso del feminismo. Así que tenemos razones para preguntarnos qué quieren ocultar, o imponer, los medios que han promocionado tanto una cosa como la otra. Por desgracia existen mujeres asesinadas por hombres, igual que la contaminación amenaza el futuro del planeta. Pero ambos problemas no son algo nuevo ni son achacables a estructuras opresoras sostenidas desde tiempos inmemoriales por los varones. Quien ha fomentado la depreciación de los valores humanos, origen de las actitudes que infravaloran la vida de otras personas y la existencia de flora y fauna sobre el planeta, es un sistema de producción capitalista que en su actual etapa globalizadora se ha erigido como el mayor súper depredador que haya existido nunca.

No veremos a ninguno de los importantes políticos y contubernios que estrechan la mano de la adolescente sueca decirnos que debemos ir a un nuevo modelo de producción económica; como mucho, nos dirán que reciclemos más y que si el planeta se va al carajo es por culpa nuestra. Igual que tampoco veremos a esos medios hablar con la misma insistencia no ya de las mujeres que asesinan o acosan a hombres, sino de la vinculación existente entre abortos, divorcios y caída de natalidad con la pérdida de valores y las escasas perspectivas de futuro que son consecuencia del hedonismo y el materialismo insertados en el ADN mundialista.

Tienen razón los tan repentinos como multitudinarios seguidores de Greta Thunberg: sólo tenemos un planeta y hay que cuidarlo. Pero serían más creíbles si asumieran, en lugar de discursos sentimentaloides y buenistas, que la fauna y flora que debemos salvar forma parte de un orden natural inhóspito donde el ser humano interviene como un elemento desestabilizador más. La vida estaba aquí cuando irrumpimos y, probablemente, seguirá cuando desaparezcamos por mucho que los discursos apocalípticos de las televisiones nos hagan creer lo contrario. De momento, si los seres humanos queremos vivir en un planeta sostenible y acorde con el orden natural debemos, en primer lugar, tomar conciencia de que eso será imposible mientras vivamos bajo un modelo económico que concibe el mundo como un gran supermercado repleto de productos de usar y tirar, incluyendo en esta categoría a los propios consumidores.