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25 mayo 2019 • Rito Romano Tradicional

Marcial Flavius - presbyter

V Domingo después de Pascua: 26-mayo-2019

Evangelio

Jn 16, 23-30: En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: En verdad, en verdad os digo: Cuanto pidiereis al Padre, os lo dará en mi nombre. Hasta ahora nada le habéis pedido en mi nombre. Pedidle y recibiréis, para que vuestro gozo sea completo. Estas.cosas os he dicho usando de comparaciones. Llegó el tiempo en que ya no os hablaré con parábolas, sino que abiertamente os anunciaré las cosas del Padre. Entonces le pediréis en mi nombre; y no os digo que rogaré al Padre por vosotros, pues el mismo Padre os ama, porque vosotros me habéis amado y habéis creído que yo salí de Dios. Salí del Padre y vine al mundo; otra vez dejo el mundo y voy al Padre.

Dícenle los discípulos: Ahora sí que hablas claro, y no dices ningún enigma. Ahora conocemos que sabes todo, y no es preciso que nadie te pregunte: en esto creemos que has salido de Dios.

Reflexión

I. “En verdad, en verdad os digo: Cuanto pidiereis al Padre, os lo dará en mi nombre. Hasta ahora nada le habéis pedido en mi nombre. Pedidle y recibiréis, para que vuestro gozo sea completo” (Jn 16, 23-24)

Estas palabras sugieren el tema de la necesidad de orar. Por ese texto y otros lugares paralelos se puede afirmar que Dios ha vinculado la concesión de sus beneficios a nuestra oración.

El Antiguo Testamento es el libro de un pueblo orante y la Iglesia fundada por Jesucristo es una sociedad que hora.

II. ¿Por qué es necesario orar? ¿De qué naturaleza es esta necesidad? Necesitamos orar porque dependemos de Dios.

1. Una teoría inadmisible: Los modernistas derivan la necesidad de la oración del sentimiento religioso. La fundamentan en el sentido de lo sagrado que existe en el hombre.

2. Si queremos fundamentar teológicamente la necesidad de la oración tenemos que acudir a nuestra natural dependencia de Dios

a) El hombre es ser creado, existe por otro, limitado y contingente.

b) Dios, en cambio, es el Creador, la fuente de la vida y existencia, existe por sí mismo.

c) Hay unos vínculos de estrecha dependencia de nosotros para con Dios. De aquí brota la adoración a Dios por su grandeza y la gratitud por los beneficios que nos ha concedido.

d) Por otro lado, nuestra limitación nos acucia para que recurramos a Dios a fin de remediar nuestra natural necesidad. Dios no necesita de la oración para dar sus gracias. El hombre, en cambio, necesita disponerse para recibirlas. En la oración nos disponemos a nosotros mismos, reconociendo nuestra incapacidad y la misericordia de Dios.

III. En el orden sobrenatural debemos invocar otro título: somos hijos de Dios

1. Para darnos la gracia, Nuestro Señor ha querido vincularla a la oración y a los sacramentos.

2. Puesto que somos hijos de Dios en el orden sobrenatural por adopción, la oración es como un reflejo de nuestra vida íntima con Dios y como el fruto de nuestra filiación. El Espíritu Santo habita en nosotros; nos impulsa hacia Dios; la oración no es más que ese impulso hacia lo divino.

IV. «Pedid que vuestro gozo sea completo, y recibiréis» (lo que pedís), lo cual significaría que se nos promete no ya tales o cuales bienes pedidos, para que nos gocemos en ellos, sino que se nos promete el gozo mismo, como un bien inmenso, el gozo que el propio Jesús tenía (17, 13), la alegría del corazón que debe tenerse siempre (Fil. 4, 4; Tob. 5, 11) y que, siendo un fruto del Espíritu Santo (Ga. 5, 22), es explicable que se conceda a todo el que lo pida. ¡Admirable promesa de felicidad! Porque conceder así el gozo permanente a todo el que lo pida, no es sólo hacernos seguramente felices, sino también darnos una fuente inexhausta de santidad.

No quiere Jesús que pongamos nuestra felicidad en la posesión de determinados bienes, que pueden no convenirnos, y por eso Santiago enseña que a veces pedimos y no recibimos (St. 4, 3); sino que pidamos el don del gozo espiritual, que es en sí mismo alegría inalterable.

Fuente: Verbum Vitae, BAC, y Mons. STRAUBINGER, in: Jn 16, 24