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«La teología, por lo mismo que es la ciencia de Dios, es el océano que contiene y abarca todas las ciencias, así como Dios es el océano que contiene y abarca todas las cosas»
Vicente López y Portaña: Oración en el huerto
I. La liturgia de estos días nos acerca al misterio de la Pasión y Muerte del Señor. Para acompañar a Cristo en su gloria, al final de la Semana Santa, es necesario que unamos antes con Él a su muerte en el Calvario. Y debemos hacerlo sin olvidar nuestro protagonismo en la Pasión porque Jesús cargó con nuestros pecados: «Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, a fin de que nosotros, muertos a los pecados, vivamos para la justicia. “Por sus llagas fuisteis sanados”» (1 Pdr 2, 24). Fuimos redimidos a gran precio (1Cor 6, 20), el de la Sangre de Cristo.
La Pasión del Señor debe ser tema frecuente de contemplación para el cristiano, pero especialmente lo ha de ser en estos días ya próximos a la celebración litúrgica del misterio central de nuestra redención. Podemos contemplar la Pasión de Cristo: en nuestra meditación, al leer el Santo Evangelio, en los misterios dolorosos del Santo Rosario, en el Vía Crucis, en las manifestaciones públicas de piedad, con sus imágenes y procesiones…
II. La meditación de la Pasión de Cristo nos alcanza innumerables frutos.
Además, si alguna vez sufrimos dolores, contradicciones o enfermedades, particularmente graves, nos será de gran ayuda y alivio el considerar los dolores de Cristo en su Pasión.
Hagamos el propósito de estar más cerca de la Virgen estos días y pidámosle que nos enseñe a contemplarle en esos momentos en los que tanto sufrió por nosotros.