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13 noviembre 2018 • Han transformado la historia en “memoria”, el bien común en el beneficio propio, el diálogo en exclusión

Blas Piñar Gutiérrez

Libertad para prohibir

En libros, periódicos, revistas, radio, cine, televisión, canciones, panfletos, pasquines, manifestaciones, pancartas, eslóganes, gritos, sin renunciar incluso a los actos violentos, se reclama constante y agresivamente: ¡LIBERTAD!

Pero quienes más la reivindican, en cuanto alcanzan el poder no importa por qué medio, lo primero y casi único que hacen es regular, controlar, impedir, amordazar, someter, intervenir, multar, limitar, confiscar, reprimir, castigar, prohibir… Eso sí, continúan invocando incesantemente sin rubor alguno: ¡LIBERTAD!

Naturalmente, las “limitaciones” e “impedimentos” no cuentan para ellos y los suyos, paladines exclusivos de la democracia, personajes intocables por su acreditada trayectoria como activistas y luchadores (no confundir con trabajadores), y meritorios del enchufe, el privilegio y el abuso. Y si alguien se lo echa en cara, enseguida cierran filas y al unísono se amparan y protegen, y, con ciertos brotes de histerismo, califican airadamente al osado de fascista y se refugian con tierna actitud de víctimas en la repetida y cacareada ¡LIBERTAD!

Originarios de rencores viscerales y mentales, idean el delito de odio para eliminar de por vida todo lo que ellos odian, empezando por el cristianismo que es la religión del amor. Pérfidamente, han transformado lo real en virtual, la virtud en lacra, el conocimiento en ignorancia, la historia en “memoria”, el bien común en el beneficio propio, la reconciliación en exterminio, el diálogo en exclusión, la igualdad en discriminación, la integración en enfrentamiento, la lealtad en traición, el trabajo en subvención, la unidad en partidismo, la convivencia en supervivencia, la democracia en tiranía, el servicio en egoísmo, la justicia en arbitrariedad… en definitiva, están logrando imponer la mentira sistemática al servicio del pensamiento único y la aniquilación de las conciencias. Pero, no debemos olvidar que, con toda generosidad por su parte y para nuestro disfrute, siempre y cuando no perjudique a sus “solidarios” intereses, nos conceden ejercer la ¡LIBERTAD!

Sólo cuando entendamos la LIBERTAD como algo más que un señuelo de quienes quieren (y lo están consiguiendo) dominarnos en plenitud absoluta, y la utilicemos como exigencia personal para afianzar nuestra dignidad y formar nuestra conciencia individual y colectiva en el discernimiento entre el bien y el mal, lo que nos permite alcanzar la VERDAD, conseguiremos elegir a unos gobernantes ajenos a la manipulación, el engaño y la corrupción, pero, sobre todo, practicantes y promotores de la auténtica ¡LIBERTAD!