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11 noviembre 2018 • Rito Romano Tradicional

Marcial Flavius - presbyter

25º Domingo después de Pentecostés: 11-noviembre-2018

Evangelio

Mt 13, 24-30: En aquel tiempo: Dijo Jesús a las turbas esta parábola: Es semejante el reino de los cielos a un hombre que sembró buena simiente en su campo. Y mientras dormían los hombres, vino cierto enemigo suyo y sembró cizaña en medio del trigo Y llegándose los criados del padre, le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena simiente en tu campo? Pues ¿Cómo tiene cizaña? Contestóles: Algún enemigo mío ha hecho esto. Replicaron los criados: ¿Quieres que vayamos a recogerla? No, les respondió, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis con ella el trigo, Dejad crecer uno y otra hasta la siega; que al tiempo de siega diré a los segadores: Coged primero la cizaña y atadla en manojos para quemarla; mas el trigo guardadlo en mi granero.

Reflexión

A continuación de la parábola del sembrador, san Mateo incluye la parábola de la cizaña (que aparece únicamente en este Evangelio). Expuesto este cuadro, se interrumpe su narración para exponer otras dos parábolas (la del grano de mostaza y la de la levadura), antes que, a petición de los discípulos, les explique el sentido de la parábola de la cizaña. Las otras dos parábolas se leen en la liturgia del domingo 6 de Epifanía por lo que nos centramos hoy en el significado de la primera.

DOCTRINA

En la doctrina de la parábola se pueden distinguir dos aspectos (Cfr. Manuel de TUYA, Biblia Comentada, vol.5, Evangelios, Madrid: BAC, 1964, 315-318): las identificaciones alegóricas y la doctrina formal y principal de la parábola;

a) Las identificaciones alegóricas, hechas por Jesucristo mismo en su explicación de la parábola, son como la presentación de los personajes y de las circunstancias.

  • El que siembra la buena semilla en su campo es el Hijo del hombre. Es la proclamación del mesianismo de Jesucristo que utiliza el mismo término (Dn 7, 13) que empleará para hacer su plena profesión mesiánico-divina ante el sanedrín (Mt 25, 31). Él es el instaurador del reino de los cielos en la tierra.
  • El campo es el mundo. Se expresa abiertamente la universalidad del reino que no es exclusivamente para Israel.
  • La buena simiente son los hijos del reino mientras que la cizaña son los hijos de la maldad, de la iniquidad, o del diablo. Esto último es lo que parece más en consonancia con el versículo siguiente, en el que se dice que el que sembró esta cizaña es el diablo (v.39).
  • La siega es la consumación del tiempo, del siglo presente. Se describe el juicio final, pues los ángeles aparecen como ministros de la justicia divina. Los ángeles «recogerán de su reino todos los escándalos y a todos los obradores de iniquidad». A todos éstos los ángeles los «arrojarán al horno de fuego». En contraposición a esto, los justos «brillarán como el sol en el reino de su Padre».

b) La doctrina principal de la parábola.

El reino—Iglesia tiene dos períodos o fases: terrestre y celeste.

En su fase terrena, no consta sólo de justos predestinados, como han sostenido muchas herejías, sino que consta de justos y pecadores (bautizados); pues el campo del  paterfamilias consta de trigo y cizaña. De la misma manera que el trigo coexiste con la cizaña hasta la hora de la cosecha en que se haga la selección, de igual manera, en el reino habrá coexistencia de buenos y de malos hasta la hora final.

APLICACIONES

Importancia de vivir en gracia de Dios

La Iglesia de Jesucristo está constituida como una verdadera y perfecta sociedad, y en ella, como en toda persona moral, podemos distinguir alma y cuerpo.

El alma de la Iglesia consiste en lo que tiene de interno y espiritual, que es la fe, la esperanza y la caridad, los dones de la gracia y del Espíritu Santo y todos los celestiales tesoros que le provienen de los merecimientos de Cristo Redentor y de los Santos. El cuerpo de la iglesia cosiste en lo que tiene de visible y externo, ya en la asociación de los congregados, ya en el culto y ministerio de la enseñanza, ya en su orden exterior y gobierno.

No basta para salvarse ser miembro de la Iglesia Católica, sino que es necesario ser miembro vivo. Es decir estar actualmente en gracia de Dios porque los fieles que se hallan en pecado mortal son miembros muertos  (cfr. Catecismo Mayor). Recordemos a este respecto, la parábola de la vid y los sarmientos: «Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. Quien permanece en Mí, y Yo en él, lleva mucho fruto, porque separados de Mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en Mí, es arrojado fuera como los sarmientos, y se seca; después los recogen y los echan al fuego, y se queman» (Jn 15, 5-6)

Exhortación a la vigilancia

 Los malos y pecadores están en esta vida mezclados con los justos, como la cizaña con el trigo. El enemigo de Dios y de las almas utiliza todos los medios posibles. Pensemos, por poner un ejemplo, en los medios de comunicación: se deforman unas noticias, se silencian otras, cómo se propagan ideas demoledoras sobre el matrimonio y la familia, se ridiculiza la pureza, se defiende el divorcio, el aborto o la eliminación de los ancianos, se siembra la desconfianza ante la Iglesia… Quien dejara que su mentalidad estuviera dominada por estos criterios no podría, al mismo tiempo, mantener su condición de cristiano.

La abundancia de cizaña sólo puede contrarrestarse con abundancia de bien. No basta lamentarse ante los errores y ante sus medios tan poderosos sino que hay que poner, frente a ellos, todos los medios a nuestro alcance.

Pero esta situación no se prolongará indefinidamente. Llegará el tiempo de la siega: particularmente al fin de la vida de cada uno y al fin de los tiempos. Entonces el que sea cizaña será segado y arrancado de la vida para el fuego del infierno y el que sea trigo puro y limpio será segado y cogido para el cielo.

Por eso, la parábola de la cizaña no es una invitación al irenismo ni a la transigencia cómoda con los que propagan la mentira y el pecado. La indulgencia misericordiosa de Dios será un día juicio irrevocable para los que se obstinaron en el mal. Entretanto los ciudadanos del Reino son invitados a imitar la misericordia del Padre, conscientes de las dificultades que se derivan de la convivencia con los malos, tratándolos con prudencia para evitar ser confundidos por sus falsos criterios pero también con la esperanza de que respondan a la gracia de Dios y cambien de conducta.

Hagamos el propósito de arrancar de nuestro corazón cualquier mala semilla y de hacer crecer todo lo bueno que en nuestra alma ha puesto el sembrador divino, Cristo-Jesús.