Widgetized Section

Go to Admin » Appearance » Widgets » and move Gabfire Widget: Social into that MastheadOverlay zone

3 noviembre 2018 • FORMA ORDINARIA

Marcial Flavius - presbyter

31º Domingo del Tiempo Ordinario: 4-noviembre-2018

Mc 12, 28-34: En aquel tiempo, se acercó a Jesús uno de los escribas y le preguntó: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?». Jesús le contestó: «El primero es: ‘Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas’. El segundo es: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No existe otro mandamiento mayor que éstos».

Le dijo el escriba: «Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que Él es único y que no hay otro fuera de Él, y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios». Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios». Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas.

Reflexión

I. Las lecturas de la Misa nos muestran la continuidad entre la Ley del Antiguo y del Nuevo Testamento y, al mismo tiempo, la novedad y mayor perfección del Evangelio.

En la Primera lectura (Dt 6, 2-6) vemos ya enunciado con toda claridad el Primer mandamiento de la Ley de Dios: «Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas».

Esto nos invita a considerar la revelación por parte de Dios de su Ley, lo que llamamos el Decálogo o los Diez mandamientos de la Ley de Dios, llamados así porque «el mismo Dios los ha impreso en el alma de todo hombre, los promulgó en la antigua Ley sobre el monte Sinaí, grabados en dos tablas de piedra, y Jesucristo los ha confirmado en la Ley nueva» (Catecismo Mayor). Recordamos, a este propósito (Cfr. Catecismo Romano III, 1):

  • Que el Decálogo es necesario para alcanzar la salvación eterna; pues, según la enseñanza expresa de nuestro Señor (Jn 14, 21 y 23.) y de San Pablo (1Cor 7, 19; 2Tim 4, 8.), lo que importa es la observancia de los mandamientos de Dios y el amor manifestado por las obras.
  • Que el Decálogo obliga a todos los hombres, pues es una ley que se encuentra impresa en el corazón de todos ellos.

II. Decíamos que Jesucristo ha confirmado los mandamientos en la Ley nueva o evangélica

En el Evangelio (Mc 12, 28-34) leemos cómo un doctor de la Ley le hace una pregunta a Jesús: ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?. Y el Señor le le repite las palabras del texto sagrado: «Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas». Este es el primero de los mandamientos, resumen y culminación de todos los demás. Pero, añade:«El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo».

Ante la respuesta de aquel hombre, Jesús pronuncia unas palabras de elogio, indicando la rectitud de su proceder: «Tú no estás lejos del Reino de Dios». En otra ocasión, refiriéndose a la misma enseñanza dijo a un doctor de la Ley: «Haz esto y vivirás» (Lc 10, 28) y le propuso la parábola del buen samaritano. Si queremos alcanzar, pues, la vida eterna debemos poner en práctica el amor a Dios y el amor al prójimo.

1. AMOR A DIOS
Es el primero y mayor de los mandamientos. Es un mandamiento enunciado en forma afirmativa, que nos obliga a actos formales y expresos de manera constante. Es decir, que nos prescribe hacer frecuentes actos de amor a Dios y a poner en practica acciones que nacen de este amor. Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, significa que todos nuestros pensamiento, todos nuestros afectos y todas nuestras acciones deben hacerse con el único fin de agradarle, amarle y servirle.

Si preguntamos cómo se pone en práctica este mandamiento, habría que decir que no se ejercita hablando, sino haciendo. Solamente Dios puede darnos este amor: «el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones mediante el Espíritu Santo que nos ha sido dado» (Rm 5, 5). Esta es la gran diferencia entre la Ley del AT y el Evangelio: la obra santificadora del Espíritu Santo, que pone en nosotros su propia fuerza para hacernos capaces de corresponder al amor con que Dios nos ama.

Nosotros debemos disponernos para recibir el amor de Dios, renunciado a todo aquello que es un obstáculo (el pecado, las pasiones, los afectos desordenados…) y pidiéndolo como una gracia.

2. AMOR AL PRÓJIMO
El amor pide obras: confianza de hijos, incluso cuando no acabamos de entender los acontecimientos; acudir a Él siempre, todos los días, y especialmente cuando nos sintamos más necesitados; agradecimiento alegre por todos los donde que de Dios recibimos… La prueba de que amamos a Dios no es un sentimiento sino que cumplimos sus Mandamientos. «Quien dice que le ha conocido y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él; mas quienquiera guarda su palabra, verdaderamente el amor de Dios es en él perfecto. En esto conocemos que estamos en Él» (1 Jn 2, 4-5).

Para ser verdadero este amor tiene que tener 3 características:

1. Deber ser un amor sobrenatural, un amor de caridad, un amor cristiano. Pues no todo lo que llamamos amor es caridad; puede ser algo humano, lleno de interés que casi siempre lo referimos a nosotros mismos… Debemos pues amar al prójimo porque es imagen de Dios, redimido como nosotros, tal vez nuestro hermano en la fe… amarlos para llevarlos a Dios y corregirlos en lo posible.

2. De ahí que tenga que ser también universal y constante ya que no está limitado por una particular afinidad ni por la falta de correspondencia.

3. Debe llevarnos a compadecernos de sus necesidades y a remediarlas en la medida de nuestras posibilidades.

Examinemos cómo es nuestro amor a Dios al prójimo, veamos si reúne estas características y si podemos decir: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero» (Jn 21, 17). Es entonces cuando estamos en camino de salvación, de alcanzar ese Reino de Dios que Jesús ofrece a los que aman a Dios y cumplen sus mandamientos.