Widgetized Section

Go to Admin » Appearance » Widgets » and move Gabfire Widget: Social into that MastheadOverlay zone

15 septiembre 2018 • "De estos dos mandamientos pende toda la Ley y los Profetas"

Marcial Flavius - presbyter

17º Domingo después de Pentecostés: 16-septiembre-2018

Rito Romano Tradicional

Evangelio

Mt 22, 34-46: En aquel tiempo: se llegaron a Jesús los Fariseos, y le preguntó uno de ellos que era doctor de la Ley, para tentarle: Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios, de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de todo tu entendimiento. Este es el mayor, y el primer mandamiento. El segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos pende toda la Ley y los Profetas. – Y reunidos los Fariseos, les preguntó Jesús: ¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo? Dícenle: De David. Les replicó: Pues ¿cómo David, en espíritu, le llama Señor, diciendo: Dijo el Señor a mi Señor, siéntate a mi derecha, hasta que ponga tus enemigos por peana de tus pies? Pues si David le llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo? Y ninguno le pudo responder palabra; ni nadie desde aquel día se atrevió a hacerle más preguntas.

Reflexión

Interrogado por los fariseos por el principal mandamiento de la Ley de Dios, no se limita el Salvador a responder sencillamente a la pregunta. Después de declarar que el primero y principal es “amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser”, añade enseguida: “el segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Habla de este mandato para colocarle en un rango similar al primero y añadiendo, siempre para ensalzar su importancia que “Estos dos mandamientos sostienen (=contienen juntos) la Ley entera y los profetas”.

1. OBLIGACIÓN DE AMAR AL PRÓJIMO
Digamos antes que nuestro prójimo no son solamente nuestros familiares y amigos… Lo son todos los hombres y, por tanto, aun nuestros enemigos. A todos debemos amar según este precepto.

1.1. Jesucristo siente predilección por este mandamiento y de él habla con mucha frecuencia. Le llama, con exclusión de los demás, su propio mandamiento. Y quiere que el amor nuestro sea el distintivo, la señal de sus discípulos: “la señal por la cual todo el mundo conocerá que sois mis discípulos es que os améis los unos a los otros ”.

Mas aún, cuando este mismo Salvador venga como Juez en el día del juicio, no fundará sus sentencias de salvación o condenación más que en el cumplimiento o en la transgresión de este precepto: “Venid, benditos de mi Padre… porque tuve hambre…” ¿No es sorprendente que parezca olvidarse de las ofensas hechas a Él para no fijarse más que en las faltas contra el prójimo?

1.2. Los Apóstoles, fieles intérpretes del pensamiento de su Maestro, recomiendan y exhortan continuamente la caridad y amor fraternales. Hijos míos, amaos los unos a los otro”, repetía constantemente S.Juan ya anciano en Éfeso.

1.3. Por nuestra dicha y felicidad en esta vida. Si hubiera amor al prójimo no habría injusticias, ni engaños, ni envidias, ni calumnias…

2. CÓMO DEBEMOS AMAR AL PRÓJIMO

Jesucristo nos lo indica: “amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Debemos, pues, amar al prójimo como a nosotros mismos.

2.1. A nosotros nos amamos con ternura, es decir, somos sensibles a lo que nos sucede, concibiendo dolor cuando son males y entregándonos a la alegría cuando son bienes. Tal debe ser nuestro amor al prójimo. Lejos de ser indiferentes… tomar parte en sus sucesos… llorando con ellos y alegrándonos cuando lo hacen ellos.

2.2. A nosotros nos amamos con indulgencia, es decir, nos perdonamos gustosos las faltas a que nos dejamos arrastrar. Así debemos ser con el prójimo cuando el honor de Dios o la edificación de las almas o su propio bien no nos exijan obrar de otra manera.

2.3. A nosotros nos amamos con constancia. Amemos así al prójimo. No nos dice Jesucristo que le amemos mientras sea amable, digno, grato, sino siempre… sin restricción… sin limitación de tiempo

3. CONCLUSIÓN
El amor cristiano nos labra la felicidad en la tierra y nos asegura la del cielo.
Pongamos en práctica para demostrar nuestro amor al prójimo, aquella regla: no quieras para otro lo que no quieras para ti.