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15 septiembre 2018 • Se celebran las satisfacciones y los méritos de la Virgen Santísima inseparablemente unidos a la Cruz de Jesucristo

Marcial Flavius - presbyter

15-Septiembre: los Dolores de Nuestra Señora


Celebramos hoy la Fiesta de la Bienaventurada Virgen María de los Dolores.

Por dos veces hace memoria la Iglesia de una manera especial los dolores de María… en vísperas de la Semana Santa, y hoy al día siguiente de haber celebrado ayer la exaltación de la Santa Cruz.

De aquí puede surgir la pregunta: ¿Por qué estas fiestas…? ¿Acaso se festejan los dolores…? Y en referencia a Cristo, si ha resucitado ¿por qué seguir poniéndonos bajo el amparo de la Cruz?

En relación con la Virgen María, la respuesta es que no se celebran los dolores como tales o por sí mismos, sino porque mediante ellos la Virgen se ha asociado a la redención de Cristo. Igual que celebramos la Cruz porque en ella Cristo nos ha alcanzado la salvación.Y aunque es cierto que Cristo ha resucitado, la Iglesia seguirá cantando: «Mirad el árbol de la Cruz donde estuvo clavada la salvación del mundo». Y lo seguirá haciendo hasta que vea venir al Salvador que vuelve glorioso y triunfante a juzgar a vivos y muertos y a establecer el Reinado que no tendrá fin: «Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre y entonces se lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo con Poder y gloria grande» (Mt 24, 30). Es decir, al ver la Cruz todos los hombres harán duelo en cuanto esa señal les recordará la muerte de Cristo, como afirma explicando este texto el padre Lagrange.

Se celebran pues las satisfacciones y los méritos de la Virgen Santísima, alcanzados al precio de sus dolores e inseparablemente unidos a la Cruz de Jesucristo.

1. La liturgia de la Iglesia aplica a la Virgen María el ejemplo de las mujeres fuertes del Antiguo Testamento. Así se le tributan todas las alabanzas que fueron rendidas a Judit, la célebre libertadora del pueblo de Israel.

Judit, una viuda que habitaba en una ciudad sitiada por los asirios, habiendo oído que los magistrados iban a entregar la ciudad al enemigo, promete libertar a su pueblo. Así lo hace y Judit es aclamada bendita porque por su medio aniquiló el Señor a los enemigos del pueblo de Israel. Al igual que Judit, la Virgen es reconocida como quien nos ha alcanzado la salvación, unida a Cristo, por el valor corredentor de sus Dolores.

2. En el Nuevo Testamento encontramos la realización perfecta de cuanto se había predicho y prefigurado en el Antiguo. La Virgen se perfila netamente como Corredentora, como cooperadora inmediata a la obra de la Redención tanto al principio de esta obra (en la Anunciación y Encarnación del Verbo) como en el cumplimiento de la misma: en la Pasión y muerte del Redentor.

Esta activa participación de la Virgen en el sacrificio de la Cruz, en la inmolación de la Víctima redentora, la subraya el Evangelista San Juan: Estaba junto a la cruz de Jesús su Madre… Está erguida, en pie, en una actitud similar a la de Cristo en la cruz y a la del sacerdote al ofrecer el Santo Sacrificio del Altar.

La obra de nuestra Redención se desarrolla entre dos “fiat”, hágase, sí… de María; uno pronunciado en la Encarnación; otro pronunciado sin palabras junto a la Cruz de Jesús. El fiat de Nazaret hizo descender a Dios a su seno purísimo; el del Calvario le vuelve a poner en su regazo pero ya muerto, inmolado por la salvación del mundo… Por eso la imagen de la Piedad –inmortalizada por los más sublimes artistas- o los brazos abiertos de las imágenes de la dolorosa que esperan para recibir al Hijo, son un símbolo expresivo de esta misión de Corredentora.

«Junto a la Cruz contigo estar y contigo asociarme en el llanto es mi deseo» (Secuencia de la Misa). Que María, la Madre dolorosa, acoja hoy esta nuestra súplica: que nos admita en su compañía junto a la cruz de Cristo. Que nos mantengamos ardientes en el amor de su Hijo, firmes en la fe, y constantes y solícitos en nuestra compasión por todos los que sufren.