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12 septiembre 2018 • La concepción artística y monumental del Valle de los Caídos no está exenta de elementos misteriosos

Manuel Fernández Espinosa

¿»Azrael» en el Valle de los Caídos?

Se va propagando una última tendencia de la “francomanía” consistente en atribuir a Franco una faceta esotérica. Eso podría hacerse con el nazismo, dadas sus raíces románticas e irracionalistas que tuvieron la ariosofía como una de sus corrientes internas y ocultas. En el caso de Franco, para achacarle a éste inclinaciones esotéricas hay que hacer piruetas: mostró, eso sí, un interés por reliquias de santos, pero eso tiene poco de herético y tomar eso como indicio de aficiones ocultistas a uno de los más implacables enemigos de la masonería es decir demasiado.

Sin embargo, algunos insisten y para hallar lo que buscan no tienen mejor sitio que ir a la Basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos. La concepción artística (monumental en su arquitectura y escultura) del Valle de los Caídos no está, en efecto, exenta de elementos misteriosos.

Por ejemplo, las esculturas de los Cuatro Arcángeles, obra de Juan de Ávalos (que, por cierto, poca gente sabe que el escultor, lejos de ser franquista, era militante del PSOE). De los cuatro arcángeles, son perfectamente identificables San Rafael (con el báculo de caminante), San Miguel (con la espada) y San Gabriel (con los lirios), pero ¿quién es el cuarto arcángel encapuchado y siniestro?

En el antiguo cristianismo fueron venerados los Siete Arcángeles, cuyos nombres serían: Miguel, Gabriel, Rafael, Barachiel, Jehudiel, Uriel y Sealtiel. El número se sabe por varias citas bíblicas, por ejemplo la del libro de Tobías, donde San Rafael declara: «Yo soy Rafael, uno de los siete santos ángeles que presentamos las oraciones de los justos y tiene entrada ante la majestad del Santo.» Pero sus nombres pertenecen a la tradición judeocristiana más antigua.

Debido a un abuso teúrgico que se difundía y amenazaba con la idolatría, el Papa San Zacarías en el Concilio Romano del año 745 sin negar nunca el número de Siete Arcángeles ordenó que no fuesen invocados por su nombre nada más que tres, cuyos nombres aparecen en las Sagradas Escrituras: Gabriel, Miguel y Rafael. No obstante, la iglesia hispano-visigoda todavía incluía a Uriel en sus oficios litúrgicos.

Pero, según algunos, el ángel encapuchado se trata de Azrael, el Ángel de la Muerte. Con su nombre de «Azrael» (cuyo significado es «Aquel a quien Dios ayuda») pertenece a la literatura extra-cristiana: se le puede encontrar nombrado en literatura rabínica y en el islam, por lo que sería extraño encontrarlo en el interior de un templo católico.

Según otros, nuestro tétrico ángel cubierto con capucha se trata de Uriel («Fuego de Dios») lo que sí lo haría hasta cierto punto católico, en virtud de hallarse nombrado en la liturgia hispano-visigoda. El único problema es la iconografía tradicional de Uriel que, apareciendo en algunos apócrifos y en textos coptos, es representado con una espada flamígera o bien gladífero sobre una alfombra de fuego.

En cambio, si atendemos a la iconografía y quisiéramos buscar un nombre para él en la antigua nómina, debiéramos inclinarnos por «Sealtiel» («Plegaria de Dios») que suele ser representado con las manos juntas en oración. Hasta cierto punto, su inclusión en el conjunto escultórico angélico sería heterodoxa –si se le diera nombre, pues se prescindiría de las recomendaciones del Papa Zacarías, pero sin embargo sería una inclusión menos heterodoxa en tanto que interpretada como recuperación de un tema paleocristiano. Que figure en un conjunto escultórico para un Heroon explica que su cabeza se cubra con capucha, presentándonoslo como un ángel fúnebre que, con sus manos en actitud de oración, eleva plegarias por los caídos de la Guerra Civil Española.

El problema de su nominación viene precisamente de las recomendaciones del Papa Zacarías, por lo que, Ángel innominado, ha dado lugar a especulaciones, del todo erróneas si se explican por «Azrael» que no pertenece al ámbito cristiano y es traído –a toro pasado- por autores. Digamos, además, que no muy lejos del Valle de los Caídos hay constancia de que en Alcalá de Henares todavía podía verse en el siglo XVIII, a decir de Interián de Ayala (tratadista teórico español de arte religioso dieciochesco), una representación de los Siete Arcángeles en un templo.