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«La teología, por lo mismo que es la ciencia de Dios, es el océano que contiene y abarca todas las ciencias, así como Dios es el océano que contiene y abarca todas las cosas»
Esta frase de Manuel Kant (1724-1804) se encuentra en el prólogo a la primera edición de la Crítica de la razón pura, de 1781, que fue eliminado en la segunda edición de 1787, la cual incluía importantes variaciones respecto a la primera.
En dicho prólogo, Kant está comentando las distintas actitudes que ante los problemas de la metafísica se han ido teniendo, siendo su época generalmente escéptica o indiferente ante estos problemas. Esto se debería no a la pereza la falta de ingenio de sus contemporáneos, sino a los problemas irresolubles que parece va mostrando la metafísica, en comparación con el avance de las ciencias físico-matemáticas.
La tarea que Kant se plantea en su obra cumbre será analizar críticamente la posibilidad y los límites del conocimiento especulativo. Y su conclusión, como sabemos, será que para que haya conocimiento verdadero (universal y necesario) debe ser posible formar juicios sintéticos a priori: sintéticos, porque a diferencia de los analíticos, añaden conocimiento nuevo; y a priori porque, a diferencia de los a posteriori (basados en la experiencia), deben tener la cualidad de la universalidad y de la necesidad (y por tanto ser independientes de toda experiencia contingente).
Al desarrollar su análisis crítico, Kant va a concluir que no puede haber ciencia rigurosa de los objetos de la metafísica (Dios, inmortalidad del alma y mundo como totalidad), ya que estas son ideas puras de la razón sin material empírico, y según su gnoseología no es posible construir juicios sintéticos a priori de ellas.
Por tanto, la tarea de Kant, en el terreno de la teoría del conocimiento, ha empezado por la crítica a las verdades de la metafísica, y por ello, de la religión. No es que Kant desprecie estas ideas, sino que el conocimiento científico no puede decir nada de ellas. Como sabemos, Kant va a postularlas como exigencias de la razón práctica (de la ética), lo que hará fundamentalmente en la segunda de sus críticas, la Crítica de la razón práctica, de 1788.
El espíritu de la crítica es pues, el de su época. Época que coincide con el desarrollo y plasmación, sobre todo a partir de la Revolución Francesa, de los ideales de la Ilustración. Ilustración y crítica quedan así unidas.
Ahora bien, ¿crítica de qué? Fundamentalmente de la tradición, tanto en el terreno del conocimiento como de las formas sociales y políticas.
En el ámbito del saber teórico, la crítica de todo conocimiento heredado por tradición y asimilado acríticamente va a empezar con Descartes, según el cual todo conocimiento debe partir de nuestra propia experiencia racional, sin otra guía o apoyo que nuestra propia razón. Posteriormente habrá enfrentamientos entre el racionalismo y el empirismo (posturas ambas que pretende superar Kant), pero esta idea de autonomía racional va a ser el fundamento de la Ilustración.
Kant escribió un pequeño texto en 1874 donde se preguntaba ¿Qué es la Ilustración? Y a su juicio ésta consistía en el abandono de la minoría de edad racional y en el atrevimiento a pensar por sí mismo, sin la ayuda del cura o del maestro. Se tratará de un proyecto de emancipación de la razón y del individuo, entendido como ser básicamente racional. Toda idea religiosa, metafísica, política, social, etc, debe ser sometida a la crítica de la razón.
Desde esta idea de autonomía racional se va a tener un nuevo concepto de la libertad de pensamiento, de la libertad política y económica, de la autonomía de la voluntad, etc. El hombre será un ser racional dueño de sí mismo, y que no depende de ningún condicionamiento externo ni interno. No podemos desarrollar la ética formal kantiana, pero tiene como objetivo fundar una total autonomía del hombre: para que una acción sea moralmente buena, deberá estar completamente incondicionada, o sea que se actuará por el puro respeto al deber (expresado en el Imperativo Categórico). El hombre ilustrado, mayor de edad, es el que no depende de ningún condicionamiento externo, ni de la moral social, ni de la tradición de su comunidad, ni de Dios, sino que se da a sí mismo su propia ley moral.
Esto va a tener una repercusión política inmediata: será la sociedad, en cuanto que compuesta de individuos moralmente autónomos, la que se de su propia constitución política. Estamos, por tanto, en el pórtico de las ideologías democráticas. Cabe apreciar que el ideal de la autonomía racional absoluta es solidario de una concepción individualista del hombre y de la sociedad. El hombre es responsable sólo ante su conciencia pura, ya que en ella se encuentra la fuente de la moral.
El antecedente claro de este ideal kantiano-ilustrado es el luteranismo y su idea según la cual no es necesaria una institución (la Iglesia) ni unos sacramentos para conocer la palabra de Dios, sino que ésta se adquiere por la lectura individual de la Biblia, o sea, por el libre examen (auxiliado por el “soplo del Espíritu Santo” en cada conciencia subjetiva). En general, cabe decir que la Ilustración arranca del espíritu del protestantismo, si bien sus planteamientos serán cada vez más seculares, y en el límite, ateos. La crítica a la tradición será la crítica a la religión institucional, que al parece habría impedido el desarrollo de la autonomía racional del hombre.
Uno de los aspectos más significativos del rechazo del pensamiento ilustrado a la tradición cristiana será el abandono de la idea de “pecado original” y su sustitución por el ideal del progreso absoluto. En efecto, este concepto de pecado original impedía la realización de la sociedad perfecta en este mundo, y proyectaba la perfección en un mundo transcendente. Sin embargo, el pensamiento ilustrado va a considerar que el hombre, dotado de su sola razón, será capaz de alcanzar la felicidad definitiva en esta tierra. El mundo viejo tradicional estaba lleno de injusticias y supersticiones que la razón humana puede identificar y abolir. La luz de la razón acabará con las tinieblas de la superstición y el oscurantismo, e implantará una sociedad totalmente acorde a las exigencias de la razón: igualdad absoluta de los hombres, y extensión universal de la emancipación humana.
El papel de la crítica ha sido el de arrojar luz sobre la superstición, con el desarrollo de una racionalidad científico-técnica, que será el modelo de la razón humana. Y a medida que este modelo de razón vaya triunfando iremos teniendo una sociedad racional perfecta sin disfunciones. Es la ideología del progresismo que abraza Kant en su artículo Sí el género humano se halla en progreso constante hacía mejor. Mediante el uso autónomo de la razón, el hombre conseguirá alcanzar el paraíso en la tierra.
Este modelo progresista triunfaría con la Revolución Francesa, que se consideraría a sí misma como fundadora de una Nueva Era inédita en la historia de la humanidad, inaugurando incluso un nuevo calendario para medir el tiempo. La razón habría conseguido encarnarse en una sociedad política, y a partir de ahí el camino de perfección de la humanidad ya no tendría fin. Kant es uno de los padres del progresismo, luego desarrollado por filósofos como Hegel, Marx o Comte (entre otros).
En definitiva, Kant identifica crítica con Ilustración, y a ésta con la autonomía racional del hombre que progresivamente se irá imponiendo en toda la humanidad en un proceso ascendente hacia un paraíso terrenal (una hipotética República Cosmopolita). Igualitarismo racional abstracto, universalismo homogeneizador y progresismo absoluto son las características de la época de Kant, la época ilustrada o “de la Luces”.