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16 octubre 2017 • Desde este portal nos sumamos al homenaje de Emilio Domínguez al Capitán Borja Aybar y elevamos una oración por su eterno descanso y el consuelo de sus familiares

Emilio Domínguez Díaz

Su último vuelo

Capitán, con mi traducción del fragmento final del poema «High Flight» del piloto John Gillespie Magee Jr. quiero rendirle un sentido tributo por toda la simbología que encierra lo referente a los sentimientos, sensaciones, sueños y oficio de los pilotos de combate.

«…Al surcar los cielos, he ido a la caza del aullido del viento y, propulsando mi inquieto avión por los infinitos pasillos del aire, allá en el más alto y candente cielo, he alcanzado, con facilidad y elegancia, esas alturas barridas por el viento, donde nunca antes llegó la alondra o el águila y, mientras mis sentidos se elevaban en silencio, he rebasado la excelsa e inviolable santidad del espacio, he extendido mi mano y tocado el rostro de Dios.»

Hace décadas, este poema se convirtió en el mantra, en ese pensamiento trascendental que recorre todos los sentidos de cualquier piloto de combate cada vez que sube a su nave. Y, en los últimos días, no he podido evitar recuperarlo tras descubrirlo hace años con la entonces teniente, ahora capitán, Rocío González Torres a propósito de un trabajo académico para el Premio Aula Escolar Aérea.

Decía la legendaria piloto alemana Hanna Reitsch que «el cielo es mi reino y volar es mi vida.» Seguro que esa frase, como para tantos y tantos oficiales, estuvo siempre entre sus favoritas, mi Capitán.

Capitán, voló muy alto y tuvo la inmensa fortuna de observar el cielo de manera muy especial. Sus percepciones, de noche y de día, nunca se vieron contaminadas de todo lo que aquí, en tierra, nubla nuestra vista y, como desgraciadamente apreciamos hoy día, distorsiona nuestra realidad, incluso la de conceptos como el de «héroe».

Tuvo la suerte de captar matices que, desde nuestra posición, jamás lograremos ver. Ese privilegio está reservado para aquellos valientes que, como usted, juguetean entre el brillo de las estrellas y contemplan la majestuosa belleza del cielo desde esa su exclusiva vanguardia celestial.

Capitán, celebró su último vuelo en un día significado, limpio y lleno de esplendor, para recordar la grandeza de una Patria que le vio nacer y sobre la que nos ha legado su simiente en forma de un último vuelo que jamás olvidaremos.

Mi Capitán; atrás deja el «culo-pollo», el C-101, sus primeras horas de vuelo, aquel «vuelo de suelta», el simulador, la «centrifugadora», las fuerzas «G», el traje «anti-G» la visión túnel, el F-5, los diversos ALAS 11, 14 y 23.

Y todo por convertirse en un auténtico «fighter», en ser «pata negra» entre los compañeros de esa 61 promoción para, tras el curso de «Caza y Ataque» en Talavera la Real, subirse a un F-18 y, luego, al Eurofighter en su último destino. Era su sueño.

Pero el otro Destino fue malvado y caprichoso, como el que recordaba el poeta irlandés Yeats cuando intuía:

Sé que hallaré mi Destino
allá en lo alto, entre las nubes…
(I know that I shall meet my Fate
somewhere among the clouds above)

Ese infausto Destino es el que me obliga a recordarle hoy y hacerle llegar mis mejores deseos terrenales ahora que, desde ahí arriba, nota la presencia de Dios, si cabe, más cercana.

¡Capitán Aybar! ¡Presente!