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10 agosto 2017 • La organización creció por encima de lo previsible "entre la saña de un lado y la antipatía del otro"

Angel David Martín Rubio

“La base social de Falange”: un artículo de Manuel Chacón

Escuadras de Badajoz asisten a un acto falangista en Daimiel (Ciudad Real) en 1935

El número 226 (agosto-2017) de la revista La Aventura de la Historia [http://www.unidadeditorial.es/producto.aspx?id=la_aventura_de_la_historia] nos ofrece un artículo titulado La base social de Falange (págs. 30-35) del que es autor Manuel Chacón Rodríguez, historiador y profesor cordobés que tiene más que acreditada su capacidad de análisis crítico y de aportación documental con numerosos artículos publicados en la prensa escrita o digital y en revistas especializadas.

El subtítulo de la portada nos remite a la Falange como la base obrera del Fascismo español abriendo así algunas perspectivas que el autor se encarga de precisar y desarrollar en el interior.

En primer lugar, sumándose a quienes ven en la historia de la Falange un movimiento social, una realidad que va mucho más allá de una simple construcción ideológica e, inmediatamente, remitiéndonos a las dificultades que encontró la organización fundada por José Antonio Primo de Rivera para encontrar un espacio social propio para su proyecto político en un contexto como la España de la Segunda República donde numerosas personas y partidos protagonizaron un proceso que Ramiro Ledesma Ramos calificó, agudamente, de fascistización.

Sin negar las peculiaridades de cada una de sus formas, y subrayando que no existió un modelo único de fascismo, Chacón rastrea esas posiciones sociales y políticas de la Falange en el fascismo, siendo en ello fiel a la terminología utilizada en las propias fuentes contemporáneas y sin caer en el recurso fácil de exonerar a aquellos hombres de cualquier radicación en una ideología que es fácilmente aventada por derechas e izquierdas.

En efecto, superadas interpretaciones como las derivadas de la propaganda comunista que presentan al fascismo como una simple arma de reserva del capitalismo, la renovación historiografía sobre su comprensión como fenómeno histórico, ha venido de la mano de autores como Stanley G. Payne, Renzo de Felice, Ernest Nolte o Zeev Sternhell. Arnaud Imatz ha sintetizado en pocas líneas el proceso en el que estos movimientos sedujeron y colmaron de esperanza a una generación sumergida en una crisis de alcance mundial.

Mussolini en una representación propagandística de la «Marcha sobre Roma»

Para este autor, la llegada y expansión de los fascismos se produce en dos fases: la de nacimiento y la de desarrollo. La primera está ligada al período de entreguerras con la crisis del liberalismo y la aparición del bolchevismo. En la segunda, estos movimientos acceden rápidamente al poder o son lentamente marginados y asfixiados. Además, en casi toda Europa se comprueba que el fascismo consigue sus éxitos más brillantes donde la derecha liberal no consigue mantener sus posiciones y que la enemiga de conservadores o de las izquierdas reformistas hacia el fascismo no es menor que la sostenida desde el comunismo. (Cfr. Arnaud IMATZ, José Antonio, Falange Española y el Nacionalsindicalismo, Madrid: Plataforma 2003, 79-81).

Probablemente complementar el análisis social con el discurso falangista, también a nivel territorial en la medida que sea posible, ayudaría a resolver la cuestión de en qué medida la Falange se identifica con las raíces filosóficas y políticas que abrieron paso al fascismo o representa —como ha propuesto Miguel Argaya— una afortunada síntesis entre el noventa y ocho y lo que se ha dado en llamar pensamiento tradicional español. Es decir, un militante antirromanticismo filosófico, más enraizado en el contrarreformista y barroco español que en esa antiindividualista y falsa traducción germánica de la Antigüedad clásica que alumbrara el siglo XIX y recogiera, ávido, el totalitarismo del XX (Cfr. Miguel ARGAYA, Entre lo espontáneo y lo difícil, Oviedo: Tarfe, 1996).

En el propio artículo se alude a posibles discrepancias entre la evolución más intelectual del movimiento, a partir de la impronta que pretendían imponerle sus dirigentes distanciándole de los fascismos tal y como se estaban desarrollando en otros países europeos, y la percepción que las bases militantes tuvieran de los nuevos posicionamientos (pág. 32).

Hablando de la Falange pacense, el autor de estas líneas había esbozado  en 2002 y confirmado después en su Tesis Doctoral la hipótesis de una militancia falangista con un predominio de las edades más jóvenes entre sus miembros, incluso en lugares sin relevante presencia universitaria; con capacidad de agrupar a los sectores más modestos (como obreros urbanos y labradores) no vinculados a las organizaciones izquierdistas y en progresivo crecimiento a lo largo de apenas tres años, en medio de circunstancias muy difíciles debido a los ataques procedentes del socialismo, a la incomprensión de las fuerzas derechistas y a la propia división de sus miembros (Cfr. Ángel David MARTÍN RUBIO, Aproximación a la estructura sociológica de la Falange de Badajoz antes de la Guerra Civil, in: Rastro de la Historia 11 (2002), en línea [ref. de 10-agosto-2017]: <http://www.rumbos.net/rastroria/rastroria11/FE__Badajoz.htm>)].

Los afiliados a la Falange responderían así a una sociedad de voluntad interclasista y eran en su mayoría trabajadores independientes, siendo menor el número de los que trabajaban por cuenta ajena. En efecto, el trabajador independiente —a veces muy próximo a la condición de vida de los obreros— no participaba del proceso político y sindical de los sectores izquierdistas que afirmaban representar la “conciencia de clase” proletaria y tampoco era frecuente encontrar entre los grandes propietarios agrarios a simpatizantes con las ideas de Falange, a la que —según una acertada caracterización de las bases sociales de la España nacional que esboza Luis de Llera— «consideraban muy radical, progresista en lo social y antimonárquica» (en: Historia de España. 13(2). España actual. El régimen de Franco, Madrid, Gredos: 1995, 123).

Esta octavilla nos confirma la procedencia socio-profesional predominante en las filas falangistas al ver quiénes eran los potenciales destinatarios del mitin organizado en 1935 en Don Benito (Badajoz): Obreros, agricultores y clase media son invitados a conocer las causas de la tragedia que estaban viviendo

José Antonio Parejo ha descrito un panorama similar para el caso de una provincia andaluza: «Las bases sociales de esta primera Falange sevillana conformaron, por tanto, en su conjunto, una organización interclasista, en la que militaron tanto profesionales liberales como trabajadores. Una Falange, eso sí, en la que estos últimos fueron el grupo social mayoritario» (Las piezas perdidas de la Falange: el sur de España, Sevilla: Universidad de Sevilla, 2008. p. 39).

Este autor constata un modelo semejante para otras provincias y Chacón Rodríguez en su artículo espiga entre éstas y otras aportaciones para confirmar las características apuntadas reafirmado un interclasismo que, a nuestro juicio, pone de manifiesto un predominio entre los simpatizantes del fascismo español de las clases medias. Es decir, de los sectores sociales peor tratados por la deriva republicana tanto en lo que a sus condiciones de vida se refiere como en la defensa de sus ideales patrióticos y religiosos entonces muy pujantes y agredidos por la ofensiva revolucionaria con su respaldo gubernamental.

Por la calidad y abundancia de las fuentes utilizadas, algunas de ellas de carácter documental e inéditas hasta ahora como las referentes a Córdoba a partir del archivo de Vázquez Delgado, así como por el rigor en su tratamiento, el artículo que nos ofrece Manuel Chacón logra un estado de la cuestión que parece destinado a servir de referencia a la hora de elaborar nuevos trabajos que profundicen en una línea de investigación renovadora de la historiografía sobre la España contemporánea de la que tan granados frutos ya vamos disponiendo.