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4 abril 2017 • La historia de un evadido del ejército rojo

Moisés Domínguez Núñez

La odisea de Ricardo Gallego Blázquez: un joven corneta durante la Guerra Civil

La historia que hoy traemos a colación, nos sirve para conocer cómo vivió, mejor decir “malvivió”, un joven corneta del Regimiento Castilla número 3, su odisea en el campo del Frente Popular hasta que se pasó a los nacionales en Diciembre de 1936. Su historia fue publicada en la página dos del periódico El Día de Palencia el 20 de Enero de 1937.

Entre las muchas curiosidades del relato, como que solo le daban de comer latas de sardinas, también apunta que formaba parte de una de las dos compañías que salieron de Badajoz el 21 de julio de 1936. Creemos que este testimonio puede sumar algún dato novedoso al estudio de la Guerra Civil en Badajoz y en especial del Regimiento Castilla nº 3.

La historia empieza el 21 de julio

Sobre la una menos cuarto de la madrugada del 21 de Julio de 1936 se recibe un telegrama en la Estación Telegráfica del Gobierno Militar de Badajoz.

En dicho telegrama el Ministro de Guerra, Luis Castelló, requería que marchara inmediatamente para Madrid el Regimiento Castilla.

Al recibir esta orden, el coronel José Cantero, se reunió con los jefes. Finalmente se acordó que salieran dos compañías con una sección de ametralladoras, para no desguarnecer completamente la plaza.

Durante unas horas el Regimiento se sumó al movimiento militar después de una reunión bastante borrascosa. Pero, finalmente, se impuso la actitud de los suboficiales que eran contrarios a sumarse al levantamiento y algunos oficiales (comandantes Farrona, Bertomeu y Alonso…) convencieron al coronel Cantero para que revocara la orden de decretar el Estado de Guerra.

El Coronel dio la orden de preparar las compañías para salir hacía Madrid.

Se designó a la 1ª y la 2ª Compañía del segundo batallón y que de estas compañías fueran dos secciones y además un oficial sobrante para que, juntamente con el destacamento que había en Ocaña a las órdenes del teniente Leandro Sánchez Gallego, se incorporarse en Madrid para formar las terceras secciones.

El tren nº 3605 procedente de Madrid llegó a Badajoz a las 8:20 horas de la mañana del 21 de Julio de 1936.

Es en este momento cuando entra en juego nuestro personaje: Ricardo Gallego Blázquez, educando, que en julio de 1936 pertenecía a la 2ª compañía del II Batallón del Castilla.

Se prepararon las compañías y a toque de corneta salieron del Cuartel de Infantería camino de la estación. Una gran muchedumbre salió a despedir a las fuerzas del Regimiento Castilla .Pese a lo que manifestó el Gobernador Civil, Miguel Granados, en un telegrama dirigido al Ministerio de Gobernación no todos los integrantes de esa expedición confraternizaron con el pueblo que los despedía. Amen de nuestro Corneta tenemos la declaración del Capitán Ruiz de la Puente que al marchar el convoy manifestó proféticamente:

“Cuando triunfe el movimiento en Badajoz, decidle a mi cuñado Leopoldo que no se olvide de Andréu…”

Sobre las 10 de la mañana salió el tren con las dos compañías, al mando del comandante Ruiz Farrona, camino de Madrid y llegó a la capital de España, sin mayor contratiempo, a las 9:30 horas del día siguiente.

Montando en camiones preparados, salieron para el pueblo de Guadarrama, al que llegaron a las 8 de la tarde aproximadamente, para pernoctar allí. Al día siguiente, junto con Guardias de Asalto, un regimiento de Artillería e Ingenieros fueron desplazados al sector de Collado Villalba .En total 6.000 hombres.

La historia de un joven badajocense

Ahora nos centramos en la historia de Ricardo Gallego.

“Este muchacho, que tiene tan solo diecisiete años, es ya un veterano de la guerra. Sabe de todos sus dolores y ni una vez vivió esa compensación de las penalidades guerreras que es la victoria. Su ejército no triunfó nunca. No hay, pues, que aclarar que pertenece al ejercito rojo.

Ahora, cuando ha resucitado para sus padres, que lo creían muerto, cuando el mismo se siente renacer a una vida de paz y de sosiego, relata sus aventuras, como un cuento o una novela que hubiese leído. Corneta del Regimiento de Castilla Número 3 .Marchó desde Badajoz al frente del Guadarrama .Estuvo luego en Boadilla y Pozuelo y una tarde de niebla se pasó a nuestro lado, con otros tres compañeros. Creían que les iban a fusilar, porque así lo proclaman los rojos, para evitar- inútilmente- deserciones .

-Mire usted -afirma el corneta – estábamos ya decididos a todo .Si nos fusilaban, acabábamos de sufrir, allí no se podía estar. Era horrible.

El padre del superviviente de este joven veterano, me cuenta que le vio salir de Badajoz agregado a las dos compañías del Regimiento de Castilla que marcharon para el frente de Madrid. Los soldados fueron a la estación materialmente rodeados de milicianos rojos que, con el pretexto de despedirles, les cercaron de una selva de puños en alto, hasta que arrancó el tren. Luego, los milicianos volvieron a sus depredaciones criminales. La familia del corneta esperó, en vano, noticias.

Llegaron, por fin. Una carta que era, una verdadera imprudencia de chiquillo, una carta cruda, amarga, casi violenta. No os creáis –decía- ninguna de las victorias que dicen la “radio” o los periódicos siempre que entramos en fuego nos toca salir corriendo. Y eso que estamos considerados fuerzas de choque. Bien podían darnos mejor de comer…”

Y así una serie de lamentaciones. El padre de este combatiente a la fuerza, no se explica cómo la censura roja permitió que llegase esta carta a su poder.

Luego, las fuerzas nacionales tomaron Badajoz y la familia no volvió a saber nada del muchacho. Le dieron por muerto .Hasta que, un día una hermana vio una carta que llevaban a su casa. El sobre mostraba los rasgos de la letra del ausente. Y allí fueron las voces y los lloros de alegría y casi, casi el escándalo que conmovió a la vecindad. ¡Ricardo vive!

Y aquí está Ricardo Agustín Blázquez [1] con sus diecisiete años y ya veterano curtido en cien derrotas, o tal vez en más .Con alegría, por verle libre de los rojos, de los descalabros y… de las sardinas en lata.

Los tres meses que estuvieron en Guadarrama nos daban sardinas por la mañana, a mediodía y por la noche -dice- y luego, a última hora, nos hacían comer berenjenas en conserva. Conservas rusas. Algún día que nos daban lentejas era de fiesta para nosotros.

Y sigue el relato:

Durante los tres meses que estuvieron en Guadarrama atacamos el Alto del León cuatro veces. Aunque los rojos empleaban mucha artillería y aviación y gran cantidad de gente, siempre “nos pegaron “. Íbamos tres cornetas y dos tambores de la banda, el menor de quince años y el mayor de diecinueve. El corneta acompañaba a un oficial, pero no dábamos los toques, porque en el campo nacional los conocían.

Los milicianos iban en camionetas y saquearon el pueblo. Puede usted decir que de las milicias rojas que se constituyeron al principio no queda nadie. Eran los que se apresuraron a alistarse como voluntarios. Ahora abundan entre los milicianos los obreros parados que se apuntaron por cobrar las diez pesetas y la gente que ha ido a la fuerza. De los 250 soldados que salieron de Badajoz quedan unos 20. Nos agregaron al Regimiento numero 1.

Le pregunto por la situación de la capital.

Nosotros -afirma- no dejábamos la línea de fuego. El 20 de Octubre pedí permiso para ir a Madrid. Me lo concedieron por dos días, pero me estuve allí nueve.

Todos hacían lo mismo. El primero de Noviembre nos trasladaron a Boadilla, según nos dijeron, para tomar Alcorcón. Lo que tomamos fue una carrera muy decentita. Avanzamos a Retamares, donde estaban las fuerzas del Ejército, y de pronto, apenas nos atacaron, no se quien dijo: “Que viene la caballería mora”. Y salimos corriendo hacia un cerro, donde con los machetes hicimos un pequeño parapeto. Pero nos atacaron otro día y volvimos a retroceder. Luego nos llevaron a Boadilla, donde había muchos milicianos y fuertes efectivos de la columna internacional. Nos ordenaron que por la noche volviéramos a nuestra posición y durante la marcha, uno de los soldados resbaló, cayo al suelo y gritó: “¡Ay, mi madre!”, y sin saber por qué todos salimos corriendo y nos desbandamos por el campo. Nos mandaba un alférez que era soldado de la quinta del 34. Al día siguiente de la desbandada retrocedimos nuevamente, pues cayó Boadilla (Boadilla del Monte fue tomada el 16-diciembre-1936), a pesar de que habíamos visto que llevaban para allá 30 ametralladoras rusas y varios tanques.

– ¿Como os pasasteis a nuestro lado? –pregunto.
– Verá Usted .El día 14 empecé a “tirar de la lengua” a un compañero y luego lo hicimos con otros dos y los cuatro acordamos pasarnos. Si nos fusilan, dijimos, que nos fusilen. Acabamos de sufrir. El día 18 había mucha niebla y a eso de las tres de la tarde nuestros compañeros se pusieron a cavar para hacer un refugio. Los cuatro dijimos que íbamos por tablas y mantas a otra posición, cogimos nuestro armamento y salimos. Todavía nos estarán esperando. En vez de un tiro me dieron coñac y café en la primera posición a que llegamos. Si los militares de allá supieran que se juzga a todos con arreglo a lo que cada cual ha hecho se pasarían casi todos. Fíjese, hacia cinco meses que no probaba café… Y luego la alegría de encontrarnos al lado de España, sin tanto “tío ruso” ni tanto milicianos, ni tanta “salud” y puño cerrado…

Ricardo saborea de un trabajo una jarra de cerveza “que le sabe a gloria “según propia confesión .Y sonríe infinitamente”.

__________

[1] Su verdadero nombre era Ricardo Gallego Blázquez. Dato proporcionado al autor por el historiador Don Fernando de la Iglesia Ruiz.