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15 noviembre 2016 • Corresponde a los falangistas del siglo XXI plantear alternativas al mundo del liberalcapitalismo

Gabriel García

El José Antonio en el que cada cual cree

Con motivo del LXXX aniversario del asesinato de José Antonio Primo de Rivera (1903-1936), y con el objeto de repensar, conocer y difundir la obra y doctrina del fundador de Falange Española, desde el Foro Historia en Libertad hemos pedido su colaboración a una serie de filósofos, historiadores, periodistas, profesores… En días sucesivos publicaremos estas aportaciones cuya calidad no dudamos estará a la altura del homenaje merecido por el hombre que las ha suscitado.

GABRIEL GARCÍA HERNÁNDEZ (Toledo, 1992). Actualmente se encuentra finalizando el Grado en Derecho por la Universidad de Castilla – La Mancha y el próximo año publicará su primera novela. Ha escrito diversos artículos para los portales Desde mi campanario e Hispaniainfo. Milita en Falange Española de las JONS desde julio de 2013 y el pasado 26 de junio fue el cabeza de lista de la candidatura de esta organización al Congreso por la provincia de Toledo.

falange-cara-al-solHace poco leí el reciente ensayo de Ernesto Milá que con el título Germánicos contra bereberes. Las reflexiones del “último José Antonio” defiende una novedosa tesis en la cual el fundador de Falange se habría aproximado al nacionalsocialismo alemán (sin que conllevara una asimilación ideológica) durante los meses previos a su ejecución. Los razonamientos expuestos por Milá son coherentes: colaboración político-militar entre la España nacional (donde estaban combatiendo los falangistas) y el Tercer Reich, los logros sociales del nacionalsocialismo para el pueblo alemán y la primacía internacional de la Alemania de Hitler sobre el resto de terceras vías (o “fascismos” en sentido genérico) en 1936. La teoría no es nueva. Stanley G. Payne defendió planteamientos muy similares, aunque sin profundizar tanto, sobre una presunta interpretación racial de la Historia de España por parte de José Antonio. Dejo a juicio del lector estudiar el trabajo y sacar su propia valoración sobre tan polémico asunto.

Sí deseo, en cambio, citar una referencia de Milá sobre las diversas interpretaciones de José Antonio: “Lo que podemos llamar el “polimorfismo joseantoniano” es aquel que permite ver entre los católicos a un José Antonio siguiendo más que nunca los mandatos de la Iglesia, entre los sindicalistas de izquierdas a uno de ellos, para un franquista le parecerá seguramente el hombre que más hizo a favor de la sublevación del 18 de julio de 1936, mientras que un “falangista de izquierda” verá en él al primer crítico despiadado de la dictadura… Y todo esto haciendo referencia ¡al “último José Antonio”!

Todos encuentran en algún texto, en alguna frase, en algún recoveco de su vida, elementos suficientes para justificar sus visiones particulares de José Antonio. En las mil y pico páginas de las Obras Completas, los Papeles póstumos, la correspondencia epistolar, las circulares, etc, etc, es frecuente que cada cual busque algún detalle perdido que le permita dar el “giro” que pretenden a la doctrina, al pensamiento y a la dimensión que se forja de José Antonio Primo de Rivera. Todo esto no parece muy serio. Da la sensación de que el pensamiento de José Antonio y su vida sean algo así como un chicle que se puede “estirar” en una dirección o en otra, deformarlo a placer, convertirlo en un globo, luego en un hilillo y, finalmente, ingerirlo de nuevo para seguir mascándolo” .

Cualquiera que haya conocido o conozca los ambientes falangistas habrá presenciado en primera persona los debates sobre lo que decía o quería decir José Antonio en tal o cual situación (tampoco omito los debates sobre qué hubiera hecho). Efectivamente, hay José Antonios para todos los gustos: desde el José Antonio antifascista que el mismísimo 29 de octubre de 1933 ya no tenía nada que ver con la redacción de El Fascio unos meses antes o el que visitó Roma a pocas semanas del mitin en el Teatro de la Comedia hasta el José Antonio al que sólo le faltaba desfilar entre antorchas y con camisa parda en Núremberg portando una esvástica; desde el José Antonio que iba a misa todos los domingos y exigía ser un católico consecuente a los demás dirigentes de Falange hasta el José Antonio que se acostaba con una mujer casada y proclamaba el laicismo (cuando no una futura defensa del divorcio) como política estatal; desde el José Antonio que predicaba el orden social entre patronos y obreros dentro de las empresas hasta un José Antonio autogestionario; desde el José Antonio que repartía guantazos a sus enemigos sin inmutarse hasta el José Antonio que proclamaba paz y amor entre todos los hombres… Lo dicho, hay José Antonios para todos los gustos y cada cual se queda con el que le gusta o interesa. Eso me ha demostrado la experiencia.

Con el tiempo he optado por entrar lo menos posible en debates históricos y, sobre todo, he procurado separarlos de la actividad política.

Ya no sólo es que al común de los españoles no le interesen ni los conozca, sino que no debiera preocuparnos lo más mínimo a los teóricos herederos. Es una realidad que las estrategias y los discursos de las organizaciones falangistas contemporáneas son antagónicos y es un hecho tan real como puede darse ese antagonismo entre organizaciones comunistas y liberales dentro de sus respectivos ámbitos ideológicos.

Si no fuera por ocupar una parcela política minusculísima dentro de la política nacional y porque ostentar el nombre de Falange es algo clave para perpetuar la subsistencia de quienes nos declaramos herederos políticos de José Antonio, el mantra de la división no supondría un problema si existiera una organización ampliamente mayoritaria frente a las demás.

Pero, a la espera de que el tiempo extinga a todos o a casi todos los grupos falangistas y alguno pueda convertirse en esa organización mayoritaria, es obligación de los mismos ofrecer respuestas a los problemas que nuestro tiempo requiere. Y esas respuestas no las vamos a encontrar indagando en las Obras completas de José Antonio o de cualquier otro dirigente de su época (porque, por más que suene a herejía y por más que existan similitudes muy desagradables entre ambas épocas, no vivimos las mismas circunstancias), sino que corresponde a los falangistas del siglo XXI plantear alternativas al mundo del liberalcapitalismo (precariedad laboral, ingeniería social, pérdida de identidad, etcétera).

No me gustaría que los falangistas del siglo XXII (si es que todavía existimos) perdieran el tiempo teorizando sobre lo que proponíamos o queríamos proponer en el año 2016. Así que, si de verdad se admira a José Antonio, déjense los debates sobre sus filias y sus fobias para los investigadores de la Historia y hagamos política para el pueblo español de una vez. Aunque sólo sea por que algún día las futuras generaciones puedan disfrutar de una España más justa que otros no hemos tenido la suerte de vivir.

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Todos los artículos de la serie:

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