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4 mayo 2015 • 70 años del fusilamiento del Duce

Eduardo Palomar Baró

Los últimos días de Benito Mussolini

Cronología de Benito Mussolini

Benito Mussolini nació el 29 de julio de 1883 en Dovia di Predappio, una aldea de la Romaña italiana, hijo de un herrero anarquista revolucionario llamado Alessandro Mussolini y de Rosa Maltoni, una maestra de escuela. Aunque se convertiría en uno de los grandes oradores del siglo XX, empezó muy tarde a hablar, por lo que sus padres llegaron a pensar que sería mudo. Resultó ser un niño conflictivo, que se metía con frecuencia en problemas con los compañeros, siendo expulsado a los once años del internado de los Padres Salesianos en Faenza, por arrojar un tintero a uno de los Padres y agredir a un compañero. Lo enviaron a la escuela Giosué Carducci, de donde de nuevo se le expulsó por herir a otro muchacho.

Mussolini ingresa en el Partido Socialista Italiano

MussoliniEn el año 1900 ingresó en el Partido Socialista Italiano (PSI) y al año siguiente obtuvo el título de maestro de escuela. En 1902 se refugió en Suiza para evitar realizar el servicio militar. Trabajando como peón de albañil, carnicero y chico de recados, aprendió alemán e inglés, que años más tarde le resultarían de gran utilidad en sus conversaciones directas con Hitler y con Chamberlain. En 1904 se decretó en Italia una ley de amnistía contra los desertores, regresando a su patria y prestando el servicio militar en Verona en el cuerpo de los bersaglieri, donde actuó con gran disciplina.

Del matrimonio Mussolini-Guidi nacieron cinco hijos

En 1909 conoció a Rachele Guidi, con la que acabó conviviendo maritalmente, y no sería su esposa hasta 1917. Fruto de esta unión nacieron cinco hijos: Edda (1910), Vittorio (septiembre 1916), Bruno (octubre 1918), Romano (1927) y Anna María (1928).

La bellísima hija mayor Edda, de carácter enérgico y rebelde, se casó con el conde Galeazzo Ciano, que llegó a ser el delfín político del Duce. Vittorio, después de múltiples aventuras, logró salir de Génova con rumbo a la Argentina. Escribió un libro cuyo título original era “Mussolini: Due donne nella tempesta”. (Arnoldo Mondadori Editore, Milán 1961) y cuya traducción al español se tituló “Mussolini: Mujeres trágicas en su vida”. Ediciones Grijalbo, Barcelona 1974). Bruno moría el 7 de agosto de 1941 en la II Guerra Mundial, pilotando un avión de combate. Anteriormente había luchado como voluntario en el bando Nacional en la Guerra Civil Española, en la que tomó parte en veintisiete combates aéreos. En la actualidad el único hijo vivo del Duce es Romano, de profesión pianista de jazz y que tiene 78 años. Cuando fusilaron a su padre contaba con 18 años de edad. Anna María falleció a causa de una cruel enfermedad en 1968, cuando sólo contaba 40 años.

Expulsado del diario “Avanti!” y del Partido Socialista

Benito Mussolini fue arrestado y encarcelado por oponerse a la guerra entre Italia y Libia (1911-1912). Posteriormente fue nombrado director del periódico oficial del Partido Socialista “Avanti!”, desde donde se erigió en portavoz de los trabajadores. Al estallar la I Guerra Mundial (1914) al principio se mostró contrario a la intervención de Italia en la guerra, pero hacia octubre de 1914 cambió su posición neutralista, para pasar a reclamar apoyo a los aliados en la contienda. Este viraje ideológico le costó la expulsión del diario y del Partido Socialista.

Combate como soldado en la I Guerra Mundial

En noviembre de 1914 Mussolini fundó en Milán el diario “Il Popolo d’Italia”. En agosto de 1915 partió como voluntario al frente de combate como simple soldado, demostrando gran valor y arrojo, hasta que en febrero de 1917 cayó gravemente herido, permaneciendo cuatro meses internado. Terminada la guerra, Italia fue tratada como una potencia vencida, lo que proporcionó una creciente desocupación y una economía quebrada.

Funda los grupos “Fasci de Combattimento”

Mussolini aprovechó esta mala coyuntura para fundar en Milán los grupos llamados “Fasci di Combattimento”, movimiento de carácter nacionalista, antiliberal y antisocialista. Tomó su nombre de las ‘fasces’, el antiguo símbolo de la disciplina romana. En 1921 formó el ‘Partido Nacional Facista’. En un mismo grupo unió a la nueva clase burguesa de la posguerra con los grandes industriales, los excombatientes, los trabajadores, los agricultores y el ejército. Reconocía el sufragio universal, defendía el liberalismo económico, la privatización de las industrias estatales y la libertad de cultos.

‘Marcha sobre Roma’. Mussolini al poder

El 25 de mayo de 1922 organizó su ‘marcha sobre Roma’. El diario “El Corriere della Sera” saludó la llegada del fascismo al poder como una garantía contra el peligro socialista, afirmando el resto de periódicos que el gobierno de Mussolini representaba el único camino para restablecer el orden que todos los italianos pedían. Un día después de la ‘marcha’ de las milicias de las ‘Camisas Negras’, el rey Víctor Manuel III invitó a Mussolini a formar gobierno.
Desde el poder Mussolini dictó leyes sociales muy importantes que aún hoy siguen vigentes, tales como la jornada laboral de ocho horas, la pensión por ancianidad, la jubilación, el derecho a una justa retribución, la protección de los niños, etc. Por primera vez los ciudadanos se sentían protegidos por el Estado y orgullosos de ser italianos. Así pues, se mantuvo el sistema capitalista y se incrementaron los servicios sociales, pero se abolieron los sindicatos independientes y el derecho a la huelga.

Mussolini-balcon y-Palazzo-VeneziaEn pocos años se realizaron grandes obras públicas, creación de nuevas industrias, construcción de autopistas, mejoras ferroviarias, etc. que cambiaron la fisonomía de Italia. En 1929 se firmaron los Pactos de Letrán con el Vaticano, acabando de esa forma con el conflicto que había enfrentado a la Iglesia y el Estado italiano desde 1870.
En los años treinta era un país moderno y próspero, con un sistema político que muchos países del mundo trataban de imitar. Tanto es así, que grandes personajes de la época elogiaban con entusiasmo a Mussolini. Churchill dijo de él que era el estadista más importante de aquellos años. Gandhi afirmó que era el nuevo Mazzini de Europa. Hitler lo admiró toda su vida y llegó a decir que era el estadista más grande que había tenido la humanidad en los últimos mil años. Roosevelt lo citaba como modelo de conductor político. Como pasa con los avatares del tiempo y de las circunstancias, después de 1945 la historiografía borró de un plumazo estos elogios, pero para un juicio justo y sereno, estas laudatorias manifestaciones se conservan en las hemerotecas y en los documentos de la época.

Después de la muerte de su hermano Arnaldo, que había sido su mejor consejero político y con el que mantenía una excelente relación, Mussolini cometió muchos errores. Se quedó solo y rodeado de una corte de genuflexos que adulaban todas sus decisiones por más erradas que fueran. Más tarde se confió en su yerno, el conde Galeazzo Ciano, hombre muy superficial e incapaz de resolver los problemas más nimios.

En 1935 Mussolini invadió Etiopía (Abisinia) haciéndose con la aclamación de casi todos los sectores de la sociedad italiana. En 1936 envió tropas en apoyo de Franco durante la Guerra Civil Española (1936-1939) si bien sufrió contratiempos como en Guadalajara.

Segunda Guerra Mundial

Se alió con la Alemania gobernada por el nacionalsocialismo mediante la formación del Eje Roma-Berlín que culminó con el Pacto de Acero entre ambos estados (1939)y en ese mismo año invadió Albania. Al estallar la II Guerra Mundial, decidió mantenerse al margen, pero cambió de actitud cuando los alemanes invadieron Francia en junio de 1940.

Italia luchó contra los británicos en África, invadió Grecia y se unió a los germanos en el reparto de Yugoslavia, la invasión de la Unión Soviética y la declaración de guerra a los Estados Unidos.

El Rey Víctor Manuel III destituye a Mussolini

En 1943, en medio de las derrotas militares y mientras los aliados desembarcan en Sicilia, el Gran Consejo Fascista, que hasta entonces se había limitado a avalar las decisiones de Mussolini, lo destituyó el 25 de julio de 1943, para quedar bien ante los ojos del enemigo. El Rey Víctor Manuel III, eterno admirador del Duce, para salvar su propio pellejo depuso a Mussolini ordenando su arresto. A las doce del 25 de julio, la radio comunicaba a la población: “Su Majestad el Rey-Emperador Víctor Manuel ha aceptado la dimisión de los cargos de Jefe del Gobierno y Secretario de Estado de Su Excelencia el ‘Cavaliere’ Benito Mussolini, y ha nombrado Jefe del Gobierno y Secretario de Estado al ‘Cavaliere’ Mariscal de Italia Pietro Badoglio”.

El traidor Badoglio

Entonces Badoglio, se preocupó en hacer un armisticio con los aliados y así el 3 de septiembre de 1943 llegó a un acuerdo y el día 8, rompiendo su palabra de honor, declaró la guerra a Alemania, hasta entonces su aliado. Badoglio fue el tercer hipócrita de esta historia, y junto al Rey abandonó la capital para dirigirse hacia Brindisi, dominado por los aliados, dejando Roma a manos de los alemanes. Ya había dicho Napoleón que: “ no se podía confiar en los italianos, porque Italia nunca terminaba una guerra del mismo lado en que la empezó”.

Detención del Duce

Después de entrevistarse con el Rey, Mussolini fue detenido en ‘Villa Savoia’. El 28 de julio fue llevado a la isla de Ponza y, más tarde, el 6 de agosto, a la isla de La Madalena, para finalmente trasladarlo al Gran Sasso, una estación de invierno en las alturas de los Abruzzos, adonde sólo se podía llegar a través de un funicular. Lo alojaron en el hotel “Campo Imperatore” bajo la vigilancia de doscientos cincuenta ‘carabinieris’. El 12 de septiembre de 1943, la audaz hazaña del coronel alemán de las SS, Otto Skorzeny, consiguiendo hacer aterrizar a 90 hombres en planeadores y rescatando al Duce. Con él voló en un ‘Fieseler-Storch’ a Pratica di Mare, donde les esperaba un Heinkel He-111 para llevarlos a Viena y de allí a Munich. Por esta acción, Otto Skorzeny recibió la Cruz de Caballero para su Cruz de Hierro y fue ascendido a ‘Sturmbannführer’.

República de Saló

Tras una conversación con Hitler, éste le nombró jefe de la República Social Italiana, fugaz régimen radicado en Saló y que sólo subsistió por la protección alemana. Los italianos del norte le siguieron siendo fieles, pero se desató una guerra civil entre los partisanos y los fascistas, A todo esto, en Italia reina un gran caos, con las tropas italianas que no saben a quien servir, si a Badoglio, a Mussolini o a los alemanes.

Los últimos días de Mussolini

El 13 de marzo de 1945 Mussolini envió a su hijo Vittorio a entregar al cardenal Schuster, arzobispo de Milán, una carta solicitando algunas garantías para la población civil en el caso de que los alemanes evacuaran Italia, y las fuerzas fascistas tomaran posiciones en los Alpes. El cardenal Alfredo Ildefonso Schuster creyó que el gesto era perfectamente inútil, pero transmitió el mensaje a los aliados por medio del nuncio apostólico de Berna. En cuanto el mensaje llegó al cuartel general instalado en Casera, los aliados respondieron considerándolo no recibido, como si los alemanes hubieran aceptado ya la capitulación.

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[N.del A.] El cardenal de Milán, Alfredo Ildefonso Schuster, benedictino, nació el 18 de enero de 1880 en Roma y falleció, con fama de santidad, en Venegono (Varese) el 30 de agosto de 1954. El Papa Pío XII, para sustituir al cardenal Schuster, nombró a monseñor Giovanni Battista Montini como cardenal de Milán. A la muerte del Papa Juan XXIII, el 21 de junio de 1963, fue elegido Papa el cardenal Montini, que tomó el nombre de Pablo VI. El 12 de mayo de 1996, el Papa Juan Pablo II beatificó al cardenal Schuster, en una ceremonia que tuvo lugar en la Plaza de San Pedro de Roma. El proceso de beatificación había comenzado en 1957.

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La rotunda negativa de Winston Churchill a cualquier propuesta que no contemplara la muerte del Duce, alimentó durante los años de posguerra el manejo de varias hipótesis. La sincera amistad que existió entre Churchill y Mussolini durante más de veinte años, quedó plasmada a través de una cuantiosa correspondencia que mantuvieron los dos estadistas. Cada vez que Churchill visitaba Italia, el Duce lo invitaba a su casa en la Villa Torlonia. Esta entrañable amistad siguió aún después del ingreso de Italia en la guerra al lado de los alemanes en 1940. Ello llevó a alimentar variadas e incluso disparatadas leyendas, con respecto al papel que jugó Mussolini durante la guerra, con sus grandes desaciertos estratégicos cometidos en todos los frentes de batalla, lo que hizo sospechar en algún plan secreto entre italianos e ingleses con el fin de perjudicar a Hitler. Fracasos en África del Norte, inoportuno ataque a Grecia y, que gracias a la intervención germana, pudieron paliaron el desastre. Los alemanes por su intervención en los Balcanes tuvieron que retrasar el ataque a Rusia en cinco semanas, que fueron decisivas ante la proximidad del letal invierno ruso. Los despropósitos italianos fueron de tal magnitud que los propios alemanes pronto prefirieron combatir solos, antes que con los contingentes italianos.

Otra incógnita es el porqué del empeño de Churchill en la eliminación de su amigo. Si no había nada que ocultar, resulta cuanto menos extraño el que no brindase a Mussolini la posibilidad de un juicio, siquiera fuese circense como el de Nüremberg.

Durante sus últimos días el Duce no se separaba nunca de una cartera de cuero, que a su juicio, contenía documentos importantísimos, que podían cambiar de forma radical la visión de los hechos ocurridos durante la contienda. Pudo ser una artimaña de Mussolini, pero lo cierto es que esa cartera desapareció después del asesinato del Duce. Curiosamente, unos días después de acabar la guerra, el líder británico se tomó unas ‘vacaciones’ en Italia, precisamente en el lago de Como, donde Mussolini vivió sus últimos días…

El 25 de abril de 1945, Mussolini acudió al palacio del cardenal Schuster para reunirse con representantes del movimiento partisano Comité de Liberación Nacional. Las propuestas que recibió Mussolini fueron terminantes: rendición incondicional, exigiendo la concentración de todos los fascistas en el triángulo Milán-Como-Lecco, donde entregarían las armas. Después se emprendería acción legal contra algunas personas, al resto se les garantizaría inmunidad en calidad de prisioneros de guerra.

El Duce se retiró del arzobispado de Milán con la promesa de volver tras meditar la propuesta, pero ante la evidencia de que los partisanos iban a fusilarlo, decidió huir a las cercanías del lago de Como, ya que su vida no estaba segura en Milán. El secretario del Partido Socialista, Alessandro Pertini, había ido a buscarle al palacio del cardenal, afirmando que bastarían un par de días para establecer un tribunal popular y ejecutarle en juicio sumarísimo.

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[N. del A.] Alessandro Pertini (los italianos lo llamaron cariñosamente como Sandro), nació en Stella de San Giovanni, en la provincia de Savona, el 25 de septiembre de 1896. Licenciado en Leyes y Ciencias Políticas y Sociales. Sufrió varias condenas por sus actividades antifascistas. Ingresó en el Partido Socialista. Se exilió a Francia, donde conoció a Blasco Ibáñez y a Miguel de Unamuno. Creó una emisora de radio que utilizó para lanzar mensajes en contra del fascismo. Dirigió y condujo la lucha partisana. Conoció a una militante partisana, Carla Voltolina, con la que se casó.

Fue uno de los que ordenó la muerte del Duce, teniendo gran influencia y responsabilidad en el fusilamiento de Mussolini. Había hecho la siguiente declaración: “Mussolini ha de morir como un perro sarnoso”.

El 9 de julio de 1978 fue elegido Presidente de la República. Una de las primeras actuaciones fue combatir la corrupción de su propio partido.

El 11 de julio de 1982 asistió al estadio Santiago Bernabeu para ver el encuentro de la final de fútbol de la Copa Mundial de la FIFA (‘España 1982’) entre los mejores equipos del torneo: Italia y Alemania Federal. Ganaron los italianos por 3 a 1, y aún se recuerda los saltos y abrazos que Sandro Pertini propinó a S.M. Juan Carlos I, cuando la ‘squadra azzurra’ marcaba los goles…

Murió en Roma el 24 de febrero de 1990.

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Por la noche del 25, las fuerzas fascistas acaban de disolverse, quedando sólo de la República Social Italiana, una columna de automóviles que huye hacia el Norte. Este mismo día se rebelan contra el Duce las ciudades más importantes del Norte y los ejércitos aliados triunfadores, se lanzan sobre la llanura del Po, sin tropezar con ninguna clase de resistencia.

A las ocho de la mañana del día 26, salió del patio de la Prefectura el convoy de vehículos, llevando a varios Camisas Negras y ministros del Gobierno Republicano y seguido de dos camiones con hombres de la SS bajo el mando del teniente Birzer. En la ciudad de Como, el Duce detuvo el convoy, manifestando que allí se les unirían los tres mil fascistas leales que Pavolini le había prometido, pero que, como había confesado al cardenal Schuster, no esperaba recibir en realidad. Nada más llegar a Como, Mussolini le escribió una carta a su esposa Rachele, en la que le decía: “Mi querida Rachele: He llegado a la última fase de mi vida, a la última página de mi libro. Puede ser que no nos veamos nunca más. Yo te pido perdón por todo el mal que te he hecho, sin quererlo. Tú sabes que tenemos que marchar a la Valtellina”. También le instaba a cruzar la frontera suiza con sus hijos.

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[N. del A.] El valle de Valtellina, a pocos kilómetros de Milán, está ubicado en la provincia de Lombardia. Es una importante región vinícola y limítrofe con Suiza.

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Mussolini-1943-everettEn espera del retrasado Pavolini y de los hombres que hubiera podido reunir, se instaló en el Hostal Miravalle, en donde por la radio se enteró de un decreto según el cual “los miembros del Gobierno Fascista y los jefes del fascismo, culpables de haber suprimido las garantías constitucionales, destruido las libertades del pueblo, instaurado el régimen fascista, comprometido y traicionado la suerte de la nación y arrastrado a Italia a la presente catástrofe, serán condenados a la pena de muerte…”

Por fin llegó Alessandro Pavolini, en un coche blindado con ¡doce hombres!…

El 26 de abril, a las tres de la madrugada, después de esta angustiosa y vana espera, el Duce decide ponerse en marcha hacia la cercana frontera suiza. La columna recorre la carretera sobre la ribera occidental del lago de Como hasta Menaggio.

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[N. del A.] Alessandro Pavolini fue una de las figuras más representativas del Fascismo. Escritor y hombre de cultura, estuvo al frente de la cartera de Cultura Popular y dirigió “Il Messaggero”, publicación editada en Roma. Después de fusilado, moribundo, levantó el brazo derecho en el último saludo romano, gritando: “¡Volveremos”!

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Amanece el 27 de abril, cuando se le acerca a Mussolini el teniente alemán Birzer, el cual le propone incorporarle a una unidad antiaérea de la SS compuesta por unos doscientos hombres, que se van a retirar hacia el Norte camino de Innsbruck. El Duce se pone al volante de un potente “Alfa Romeo” junto a Clara Petacci y su hermano Marcello.
Mussolini pregunta a un montañés si había partisanos por aquella zona, y al recibir contestación afirmativa, decide abandonar el coche para pasar al blindado de Pavolini. Al poco rato, el convoy es detenido por ráfagas de ametralladora de la 52 Brigada “Luigi Clerici Garibaldi” compuesta por partisanos comunistas, los cuales comunican que permiten pasar a los alemanes y sus vehículos, pero no a ningún italiano. De esa forma siguen las consignas del Comité de Liberación Nacional, que ha prometido la pena de muerte a todos los fascistas causantes de la gran catástrofe que sufre Italia.

Vuelve a intervenir el teniente Birzer sugiriendo al Duce que se ponga un abrigo y un casco alemán, subiendo luego en la cabina del conductor. Una vez puesta la comitiva en marcha, al llegar a Dongo todos los camiones son cuidadosamente registrados. Uno de los partisanos llamado Giuseppe Negri, desenmascara a Mussolini, quitándole unas gafas negras que se había colocado el Duce.

Negri avisa a su jefe de las ‘guerrillas’, Urbano Lázaro, que incrédulo se acercó al vehículo, descubriendo que, en efecto, era Mussolini. Deciden sacar al prisionero de Dongo, por si alguien intentara rescatarle, conduciéndolo al cuartel de policía fronterizo de Germasino.

En Dongo, el conde Pier Luigi Bellini della Stelle, jefe de los partisanos encuentra a Clara Petacci en el Ayuntamiento y ante la súplica de ella de querer morir con el Duce, el conde le jura que no tiene intención de matarlo, y que lo que piensa es entregarlo a las autoridades.

En una reunión mantenida entre miembros del Comité de Liberación Nacional y representantes del Cuerpo de Voluntarios de la Liberación celebrada en Milán se decidió que Mussolini sufriera una muerte violenta.
Walter Audisio, apodado “Coronel Valerio”, comunista que había combatido en la guerra civil española al lado de las Brigadas Internacionales, se le mandó a Dongo para asegurarse de que el Duce no sería entregado a las autoridades.
De Germasino, Mussolini fue trasladado a una pequeña alquería cerca de Bonzanigo, donde el conde Bellini permitió que Clara Petacci se le uniese.

Hacia las cuatro de la tarde del día 28 de abril de 1945, el “coronel Valerio” irrumpió en la alcoba, anunciando que les ‘venía a rescatarles’… Los empujó por las escaleras y los metió en la parte trasera de un coche, colocándose él frente a ambos, apuntándoles, mientras dos de sus compañeros se instalaron de pie en el estribo.

El vehículo, por orden de ‘Valerio’, se detuvo en la entrada de “Villa Belmonte”. Según relato del propio Walter Audisio, los hechos se sucedieron así: “Mandé a Mussolini que se colocase contra la pared. Se dirigió hacia el lugar sin comprender nada, y cuando se volvió le leí la sentencia…

“Por orden del Alto Mando del Cuerpo de Voluntarios de la Libertad, tengo la misión de hacer justicia al pueblo italiano…”

Éramos un pequeño grupo reunidos en aquel recodo de la carretera: Mussolini, Clara Petacci, Guido, el comisario de los partisanos y yo. Eran las cuatro de la tarde.

“¡Mussolini no debe morir! ¡Mussolini no debe morir!” gritó la Petacci, convulsa, al borde de la histeria…
“Levanté la ametralladora para disparar…” “¡Quítese de ahí o recibirá también! Le grité a la Petacci…” “Se apartó dando tropezones. Apunté y apreté el gatillo. El arma no disparó. Clara Petacci corrió de nuevo hacia Mussolini y lo abrazó”. “Arrojé la metralleta y empuñé el revólver. Clara Petacci corría de un lado para otro presa de pánico…” “¡Quítese de en medio! le dije apuntando con el revólver, pero el arma tampoco funcionó… “Llamé al comisario y le tomé la metralleta. Apunté una vez más y alcanzaron a Mussolini cinco balas. Cayó de bruces, contra el muro. Disparé de nuevo. Una bala alcanzó a la Petacci y la mató en el acto. Tres balas más alcanzaron a Mussolini, pero aún respiraba. Me acerqué y le disparé al corazón. Por fin estaba muerto…”

A pesar de estas declaraciones del comunista Walter Audisio, después de 60 años, no se sabe aún cómo fue exactamente la escena con la que acabó la vida de Benito Mussolini. Según el historiador inglés Denis Mack Smith, “el único hecho cierto es que el 28 de abril de 1945, Mussolini, que había cumplido sesenta y un años, fue fusilado a toda prisa por partisanos comunistas, antes de que los americanos, ya a pocas horas de distancia, pudiesen alcanzarlo”.

Aquel mismo día fueron fusilados contra el paredón de la plaza principal de Dongo, frente al lago de Como, quince personajes, entre ellos Alessandro Pavolini, Paolo Zerbino, Incola Bombacci, Luigi Gatti, secretario personal de Mussolini, y varios ministros. Éstos quince cadáveres, además de los de Mussolini y Clara Petacci, el de Marcello Petacci, cuatro cuerpos no identificados y Starace, ex secretario del partido, fueron transportados en un camión a la plaza Loreto de Milán, donde en el techo de una gasolinera fueron colgados por los pies, como piezas de carnicería, y expuestos al público para que se ensañaran con ellos.

Años más tarde, a los cincuenta años de tan bochornoso, vergonzoso e inhumano comportamiento del populacho, salió la filmación de los cuerpos de Mussolini y de Clara Petacci, que realizó el teniente norteamericano Tamber, al día siguiente de la salvajada, en la estación central de Milán, apareciendo completamente deformados después de haber sido pisoteadas sus caras por los energúmenos partisanos y la rabia de la plebe. La RAI se decidió emitir dichas escalofriantes imágenes.

El cadáver del Duce fue desmembrado y enterrado en secreto en el cementerio de Musocco en Milán, de donde sería robado al año siguiente por unos neofascistas, que lo entregaron a los padres franciscanos del convento Angelicum de Pavía. En 1957 le fue confiado a Donna Rachele, que al recibir los despojos del que había sido su marido, exclamó: “El que después de vencer, se venga… ¡Es indigno de la victoria!» A continuación se procedió a enterrarlo en Predappio, su lugar de nacimiento.

En la última página del libro “…Y Mussolini creó el fascismo” de Néstor Luján y Luis Bettonicase puede leer lo siguiente:

Sean cuales fueren sus faltas, la muerte de Mussolini nos llena de piedad, y la de Claretta, compañera hasta el final, de admiración. Y aquella plebe de Milán nos llena de horror en su macabra alegría. Sean cuales fueran las faltas humanas, repetimos, fue un asesinato. Y nadie puede merecer en su entierro seres de tan baja calidad como aquellos milaneses del Piazzale Loretto.