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14 septiembre 2013 • Rito Romano Tradicional • Fuente: Marcial Flavius, presbyter

Marcial Flavius - presbyter

Exaltación de la Santa Cruz: 14-septiembre-2022

La fiesta que hoy celebramos tiene su origen en Jerusalén en los primeros siglos del Cristianismo. Según un antiguo testimonio, se comenzó a festejar en el aniversario del día en el que se encontró la Cruz de Nuestro Señor. Su celebración se extendió con gran rapidez por Oriente y poco más tarde a la Cristiandad entera. En Roma tuvo gran solemnidad la procesión que, antes de la Misa, para venerar la Cruz, se dirigía desde Santa María la Mayor a San Juan de Letrán.

A principios del siglo VII los persas saquearon Jerusalén, destruyeron muchas basílicas y se apoderaron de las sagradas reliquias de la Santa Cruz, que serían recuperadas pocos años más tarde por el emperador Heraclio. Cuenta una piadosa tradición que cuando el emperador, vestido con las insignias de la realeza, quiso llevar personalmente el Santo Madero hasta su primitivo lugar en el Calvario, su peso se fue haciendo más y más insoportable. Zacarías, Obispo de Jerusalén, le hizo ver que para llevar a cuestas la Santa Cruz debería despojarse de las insignias imperiales e imitar la pobreza y la humildad de Cristo, que se había abrazado a ella desprendido de todo. Heraclio vistió entonces unas humildes ropas de peregrino y, descalzo, pudo llevar la Santa Cruz hasta la cima del Gólgota (Francisco Fernández Carvajal: Hablar con Dios)

Epístola (Flp 2, 5-11)

5Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús. 6El cual, siendo de condición divina, | no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; 7al contrario, se despojó de sí mismo | tomando la condición de esclavo, | hecho semejante a los hombres. | Y así, reconocido como hombre por su presencia, 8se humilló a sí mismo, | hecho obediente hasta la muerte, | y una muerte de cruz. 9Por eso Dios lo exaltó sobre todo | y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; 10de modo que al nombre de Jesús | toda rodilla se doble | en el cielo, en la tierra, en el abismo, 11y toda lengua proclame: | Jesucristo es Señor, | para gloria de Dios Padre.

Evangelio (Jn 12, 31-36)

31Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera. 32Y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí». 33Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir. 34La gente le replicó: «La Escritura nos dice que el Mesías permanecerá para siempre; ¿cómo dices tú que el Hijo del hombre tiene que ser levantado en alto? ¿Quién es ese Hijo de hombre?». 35Jesús les contestó: «Todavía os queda un poco de luz; caminad mientras tenéis luz, antes de que os sorprendan las tinieblas. El que camina en tinieblas no sabe adónde va; 36mientras hay luz, creed en la luz, para que seáis hijos de la luz»

Rubens: Elevación de la Cruz

Reflexión

I. Celebramos hoy la fiesta de la Exaltación de la Cruz, día que nos recuerda la veneración con la que la Iglesia mira a la Cruz en la que murió Jesucristo para redimir al mundo con su sangre preciosa.

Aunque el suplicio de la cruz era el más cruel y afrentoso de todos los que usaban los romanos en el tiempo de Jesús, en la Pasión de nuestro Señor se convierte en trono de Gloria. Por eso dice san Pablo: «nosotros predicamos a Cristo crucificado» (1Cor 1, 23) y presenta la Cruz de Cristo como «fuerza y sabiduría» de Dios (v. 24) pues ella sola había tenido fuerza para librar al mundo de la esclavitud del pecado y llevar a efecto el plan sapientísimo de Dios para nuestra salvación.

Por este motivo, la Cruz es adorada; la Iglesia la utiliza altares, en el culto, en los edificios sagrados… y por eso, veinte siglos después la Iglesia sigue anunciando a Cristo crucificado como único camino de salvación.

II. En Evangelio, Jesús afirma: «cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12, 32). La expresión alude a una elevación triunfal simbólica y guarda semejanza con las alusiones que se hacen en otros pasajes, en particular en la conversación con Nicodemo: «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna» (Jn 3 14, 15). La serpiente de bronce que levantó Moisés en el desierto, remedio contra las mordeduras de las serpientes (cfr. Núm 21, 4-9), era figura de la Redención, símbolo de la elevación de Cristo en la Cruz. Y Jesús continúa: «Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (v. 16).

Este versículo contiene en esencia y síntesis tanto el misterio de la Trinidad como el misterio de la Redención. Dios nos amó primero y sin que le hubiésemos dado prueba de nuestro amor. Hasta dar su Hijo único en quien tiene todo su amor que es el Espíritu Santo, para que vivamos por Él[1]. Es decir, el camino de la vida eterna, el camino de la santidad pasa por nuestra unión con la Cruz de Cristo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga» (Lc 9, 23).

III. El amor a la Cruz produce abundantes frutos en el alma porque nos lleva a descubrir que Jesús nos sale al encuentro, toma lo más pesado y lo carga sobre sus hombros. Nuestro dolor, asociado al suyo es medio de unión con Dios: «completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia» (Col 1, 24). El Apóstol acepta con gozo, en unión con Jesús, las tribulaciones que le sobrevienen o puedan sobrevenirle, como ministro de la Iglesia y por amor a la misma a ejemplo de Cristo[2].

Para que los méritos de la pasión se nos apliquen, debemos cooperar por nuestra parte para asemejarnos a nuestra cabeza que es Cristo. Es decir, los hombres podemos cooperar con los planes de Dios no sólo por nuestras acciones y oraciones, sino también por nuestros sufrimientos, participando en los sufrimientos de Cristo. La Cruz de cada día es una gran oportunidad de purificación, de desprendimiento y de aumento de gloria. Buen ejemplo de esto es lo que dice santa Teresa de Jesús acerca de san Pedro de Alcántara: «He visto muchas veces con grandísima gloria. Díjome, primera que me apareció, que bienaventurada penitencia que tanto premio había merecido, y otras muchas cosas»[3].

Hoy podemos examinar nuestra disposición habitual ante la Cruz y si se convierte para nosotros en fuente de purificación y de vida eterna: ¿Nos quejamos con frecuencia ante las contrariedades, el fracaso o el dolor? ¿Nos acercan a Dios o nos separamos de Él por no saber aceptarlas a la luz de la Cruz de Jesucristo?

*

Junto a la Cruz de Jesús estaba su Madre (cfr. Jn 19, 25-27). Para amar la Cruz y recibir cada día sus frutos, invoquemos a Nuestra Señora, al Corazón de Santa María con ánimo y decisión de unirnos a su dolor, para que el misterio de la Cruz que hoy veneramos nos ayude a no abandonar nunca el único camino que conduce a la vida verdadera.


[1] Cfr. Juan STRAUBINGER, La Santa Biblia, in: Jn 3, 16.

[2] Cfr. Juan STRAUBINGER, ob. cit, in: Col 1, 23.

[3] SANTA TERESA DE JESÚS, Libro de la vida XXVII, 20.