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29 febrero 2016 • Salas investigó a fondo y sin prejuicios todos los aspectos de la leyenda • Fuente: La Gaceta

Pío Moa

Los mitos de Guernica y Badajoz, y la técnica de la falsedad profesionalizada (I)

  • El mito de Guernica, bombardeada el 26 de abril de 1937, incluye los siguientes apartados:
  • Se bombardeó una villa abierta, de 7.000 habitantes, carente de interés militar
  • Se eligió un día de mercado, con gran número de visitantes, de modo que el efecto sobre la población civil fuera mucho mayor.
  • Guernica no constituía un objetivo táctico, por estar alejada del frente
  • El ataque fue realizado en exclusiva por aviones alemanes, durante tres horas sin interrupción, con ametrallamiento de civiles a baja altura, dentro de la población.
  • La destrucción de logró mediante una combinación especial de bombas explosivas e incendiarias, un nuevo sistema de bombardeo
  • Los muertos fueron, según versiones, entre 850 y 3.000, siendo el número más citado 1.654.
  • Los separatistas suelen añadir que se trató de destruir los símbolos de “las tradiciones vascas”.
  • Finalmente, se viene insistiendo en que el bombardeo fue ordenado o permitido por Franco.

Estos puntos han sido repetidos hasta el infinito a lo largo de casi ochenta años por los más variados periodistas, escritores y políticos, lo cual da a esas versiones impresión de absoluta verosimilitud a los ojos del lector crédulo o ingenuo. J. Salas Larrazábal, autor de un estudio prácticamente exhaustivo sobre aquel suceso (Guernica, 1987, que nadie interesado en el tema debiera dejar de leer), partió de un libro del H. Southworth, un polemista useño apasionado del Frente Popular, que recoge cientos de noticias y comentarios de la prensa mundial sobre el bombardeo. Sin embargo Salas se fijó en un dato: en la recopilación de Southworth faltaba lo esencial, los relatos de la prensa de Bilbao, “numerosa entonces y, hay que suponerlo, mejor informada”, y que prefirió no publicar datos que pudieran ser refutados fácilmente por los evacuados de Guernica.

guernicaAsí que Salas investigó a fondo y sin prejuicios todos los aspectos de la leyenda y llegó a la conclusión sorprendente de que ni uno solo se ajusta a la realidad. No voy a extenderme en los datos y la argumentación, que he resumido en un capítulo de Los mitos de la Guerra Civil. La realidad es simplemente la siguiente: Guernica, con algo más de 5.000 habitantes, estaba próxima al frente, tenía gran interés militar por su guarnición, posición y fábricas de armas, y se suspendió el mercado aquel día; no hubo ametrallamientos a baja altura dentro de la villa (sí algunos en las vías de acceso) y el bombardeo se hizo en dos pasadas de corta duración, participando aviones italianos, no solo alemanes, con una combinación de bombas habitual, no especial; los muertos no excedieron de 126 como máximo, probablemente algunos menos, con un número de heridos sorprendentemente pequeño (unos 30); los edificios simbólicos y elementos tradicionales (“cachivaches”, los llamaba Azaña) no fueron atacados, seguramente eran desconocidos para los alemanes; ni Franco ni Mola lo autorizaron, sino que la decisión partió del jefe de la Legión Cóndor sobre el terreno, Richthofen.

El efecto más espectacular del bombardeo fueron unos incendios que se extendieron rápidamente debido al viento y a la abundancia de madera en la construcción; y a que los bomberos de la cercana Bilbao (36 kms.) tardaron horas en llegar y marcharon sin haber apagado los fuegos. Varios testigos expresaron indignación por la actitud de los bomberos y la pasividad de los milicianos. Los nacionales afirmaron que los propios rojos habían incendiado la población, una falsedad que se apoyaba, no obstante, en precedentes como los de Irún o Éibar, donde sí había ocurrido el hecho.

Contra una versión extendidísima, el bombardeo no fue un experimento de bombardeo sobre población civil, sino que perseguía el objetivo militar de cortar la retirada a gran número de tropas enemigas, lo que se habría logrado si Mola hubiera dado orden de avanzar de inmediato sobre Guernica. A Mola no le agradaba Richthofen y mantuvo la orden previa de avanzar sobre Durango, con lo que el bombardeo perdía su sentido y se volvía tácticamente inútil. Las razones de Richthofen no son claras, aunque él escribe en sus diarios que Vigón le había prometido un avance sobre la villa; y alude, algo arrogantemente, a su propia “falta de educación” al haber obrado así, al margen de los planes superiores. Fue la última vez que lo hizo.

No obstante, aunque el objetivo inmediato no fuera conseguido, el bombardeo tuvo una repercusión militar de gran alcance. El PNV lo invocó para llamar a una lucha a ultranza contra los nacionales… pero bajo cuerda intensificó sus tratos con los fascistas italianos para rendirse por separado, traicionando así a sus aliados. El resultado último, gracias en gran medida a las intrigas peneuvistas, fue la primera gran victoria de masas de Franco, en Santander, con un enorme botín de armamento. Y 22.000 miembros del “Ejército de Euzkadi” apresados pacíficamente, muchos de ellos incorporados a las tropas nacionales.

El origen del mito se encuentra en la prensa useña e inglesa, que enseguida empezó a elevar los muertos a 600, a 800… pero lo fundamental fueron las crónicas de G. Steer, periodista inglés que llegó horas después del bombardeo e inventó cuantos “detalles” acudieron a su imaginación y que durante largo tiempo han disfrutado de crédito. Otro corresponsal inglés, N. Monks, hablaba de 800 personas, mujeres y niños, masacrados por las bombas. La prensa subiría rápidamente los muertos a 1.000 y 2.000, y un escritor peneuvista, P. Baldasúa, los aumentaría a 3.000 en un texto titulado “En defensa de la verdad”. Un documental inglés reciente hablaba de 5.000.

Creo que el PNV ha querido hermanar a Guernica nada menos que con Hiroshima, aunque el segundo bombardeo no lo hubieran hecho los nazis. En este desmadre sentimental-ideológico nos seguimos moviendo.