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29 julio 2022 • Querer rehabilitar una celebración digna y unificada con esta liturgia conciliar que fue concebida como modular y adaptable • Fuente: FSSPX.NEWS

FSSPX News

“Desiderio desideravi”: ¿reanimar a la Iglesia con el soplo del Concilio Vaticano II?

Imagen de JEROME CLARYSSE en Pixabay

El 29 de junio de 2022, el Papa Francisco publicó una nueva carta apostólica, Desiderio desideravi [«He deseado ardientemente», Lc 22, 15]. En este documento de 17 páginas y compuesto por 65 párrafos, el Papa explica que sintió la necesidad de dirigirse a todos –obispos, presbíteros, diáconos, consagrados y laicos– después de haberse dirigido solo a los obispos en el Motu proprio Traditionis custodes [16 de julio de 2021].

Francisco reafirma sus medidas que limitan la celebración de la Misa Tridentina para, desde su punto de vista, promover «una sola y misma oración» que exprese la unidad de la Iglesia, según el deseo del Concilio Vaticano II.

Es, por tanto, un elogio a la liturgia conciliar, e incluso un redescubrimiento de su «belleza» lo que propone Francisco, en respuesta a las críticas que habitualmente se le dirigen: pérdida del sentido del misterio, ausencia de lo sagrado…

La carta dice así:

«Quisiera que la belleza de la celebración cristiana y de sus necesarias consecuencias en la vida de la Iglesia no se vieran desfiguradas por una comprensión superficial y reductiva de su valor o, peor aún, por su instrumentalización al servicio de alguna visión ideológica, sea cual sea. La oración sacerdotal de Jesús en la última cena para que todos sean uno (Jn 17,21), juzga todas nuestras divisiones en torno al Pan partido, sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad».

Y añade: «Seamos claros: hay que cuidar todos los aspectos de la celebración (espacio, tiempo, gestos, palabras, objetos, vestiduras, cantos, música…) y observar todas las rúbricas».

– Sabemos lo que se dice de los jesuitas: «Nec rubriquant, nec cantant; no siguen las rúbricas, ni cantan». Francisco parece querer operar aquí una conversión. Esperaremos a ver los frutos para convencernos de que no se trata de una ilusión.

El rechazo de un «vago sentido del misterio»

Sobre la pérdida de lo sagrado en la liturgia reformada, el Papa rechaza un sentido del misterio que es, a sus ojos, solo «una especie de desorientación», y que califica como un «vago sentido del misterio», en beneficio de «un asombro». Y declara sin rodeos: «Éste es a veces uno de los principales cargos formulados contra la reforma litúrgica».

«Se dice que se ha eliminado el sentido del misterio de la celebración. El asombro del que hablo no es una especie de desorientación ante una realidad oscura o un rito enigmático, sino que es, por el contrario, admiración ante el hecho de que el plan salvífico de Dios nos haya sido revelado en la Pascua de Jesús. (…)

«Si el asombro es verdadero, no hay ningún riesgo de que no se perciba la alteridad de la presencia de Dios, incluso en la cercanía que la Encarnación ha querido. Si la reforma hubiera eliminado ese ‘sentido del misterio’, más que una acusación sería un mérito».

El Papa vuelve a lo que afirmó en Traditionis custodes, a saber, la cuestión eclesiológica que está en el centro de la oposición entre la misa tradicional y la misa conciliar. Y rechaza -con razón- la posición de las comunidades ex-Ecclesia Dei que solo ven una cuestión de sensibilidad litúrgica: «Sería banal leer las tensiones, desgraciadamente presentes en torno a la celebración, como una simple divergencia entre diferentes sensibilidades sobre una forma ritual.

«La problemática es, ante todo, eclesiológica. No veo cómo se puede decir que se reconoce la validez del Concilio –aunque me sorprende un poco que un católico pueda presumir de no hacerlo– y no aceptar la reforma litúrgica nacida de Sacrosanctum Concilium, que expresa la realidad de la Liturgia en íntima conexión con la visión de la Iglesia descrita admirablemente por Lumen Gentium«.

Un deseo incoherente

Deseando una celebración digna de la liturgia conciliar, el Papa advierte contra un cierto rubricismo y una creatividad «salvaje»: «El ars celebrandi no puede reducirse a la mera observancia de un aparato de rúbricas, ni tampoco puede pensarse en una fantasiosa –a veces salvaje– creatividad sin reglas. El rito es en sí mismo una norma, y la norma nunca es un fin en sí misma, sino que siempre está al servicio de la realidad superior que quiere custodiar».

Y propone una liturgia reformada menos dispar y más unificada: «Es una uniformidad que no solo no mortifica, sino que, por el contrario, educa a cada fiel a descubrir la auténtica singularidad de su personalidad, no con actitudes individualistas, sino siendo conscientes de ser un solo cuerpo».

Francisco muestra qué término medio litúrgico quiere promover, entre «una rigidez austera o una creatividad exagerada; un misticismo espiritualizador o un funcionalismo práctico; una prisa precipitada o una lentitud acentuada; un descuido desaliñado o un refinamiento excesivo; una afabilidad sobreabundante o una impasibilidad hierática».

Y añade: «A pesar de la amplitud de este abanico, creo que la inadecuación de estos modelos tiene una raíz común: un exagerado personalismo en el estilo celebrativo que, en ocasiones, expresa una mal disimulada manía de protagonismo».

Este «exagerado personalismo» es ciertamente favorecido por la liturgia reformada, en lengua vernácula y de cara al pueblo, donde las miradas convergen en él celebrante, al otro lado de la mesa.

La intención incoherente de Desiderio desideravi es querer rehabilitar una celebración digna y unificada con esta liturgia conciliar que fue concebida como modular y adaptable a las exigencias de la inculturación, como prueba el rito zaireño (celebrado en San Pedro en Roma este 3 de julio) y el rito amazónico (en proceso de elaboración), sin mencionar los ritos de geometría variable practicados durante los viajes apostólicos y las Jornadas Mundiales de la Juventud.

La sinodalidad como panacea para la crisis de la Iglesia

El mismo día de la publicación de Desiderio desideravi, el Papa Francisco recibió a los 44 arzobispos metropolitanos a los que debía entregar el palio. En su homilía pronunciada sentado, a causa de su rodilla enferma, dijo estas palabras que iluminan singularmente el espíritu de su carta apostólica.

Lamentó «las muchas resistencias internas que nos impiden movernos», describiendo una Iglesia a veces abrumada «por la pereza», donde algunos prefieren «sentarse a contemplar las pocas cosas seguras que tenemos». Y añadió, saliendo de su texto escrito: «No caigamos en el atraso, ese atraso de la Iglesia que está de moda hoy».

Criticó la presencia del clericalismo, una de cuyas peores manifestaciones se encuentra hoy, según él, entre «los laicos clericales». Y llamó a una Iglesia «sin cadenas y sin muros», capaz de «salir de sus prisiones al encuentro del mundo». Invitando a abrir de par en par las puertas de la Iglesia, repitió casi una docena de veces que «todos» tienen un lugar en la Iglesia, comenzando por los pecadores.

En su opinión, esta Iglesia, que «no está atrasada» y «no se queda atrás en los desafíos actuales», es la Iglesia sinodal que «se deja animar por la pasión del anuncio del Evangelio y por el deseo de reunirse con todos y dar la bienvenida a todos».

Esta declaración a los arzobispos metropolitanos sitúa la carta apostólica Desiderio desideravi en la perspectiva del próximo Sínodo sobre la Sinodalidad, que se ha convertido en la principal preocupación de este fin de pontificado. Evidentemente, el objetivo es reanimar a la Iglesia «perezosa» y «atrasada» gracias al soplo del Concilio Vaticano II. Mientras cada vez hay más personas que piensan que el Concilio, celebrado hace 60 años, está agonizando y sin aliento…