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20 julio 2015 • ¿Son conscientes todos los españoles que juraron bandera un día del compromiso que adquirieron?

Manuel Parra Celaya

El valor de los juramentos

Nico Morales Bru: "Jura de Bandera"

Nico Morales Bru: «Jura de Bandera»

Dentro de unos pocos días voy a tener el honor y la alegría de asistir a la Jura de Bandera de un hijo mío.

Inevitablemente, me viene a la memoria otro acto similar, hace bastantes años, en que un servidor era el protagonista (junto a otros mil doscientos protagonistas más, claro) y cuya esencia era básicamente la misma: poner a Dios por testigo de que se está dispuesto a defender a España. No tengo ahora mi alcance la letra del texto, pero recuerdo que incluía la exigencia de los mayores sacrificios, incluso el de la propia vida, la obediencia a los mandos y las invocaciones a la unidad de España y al orden dentro de ella.

Me consta que la letra ha cambiado, pero tampoco tengo delante la referencia, aunque el espíritu, por lógica, debe ser el mismo: no en balde se mantiene como tal juramento y el símbolo de la Patria, representado en los colores de una bandera, es idéntico; por lo tanto, no entro ahora en disquisiciones de orden coyuntural ni de opinión, es decir, de rango menor con respecto al valor profundo del acto.

Hoy en día no están de moda los juramentos; lo hemos visto profusamente en las tomas de posesión de los políticos, muchos de los cuales se limitan a prometer por su honor cumplir las obligaciones inherentes a su cargo; claro que, como tampoco está de moda el honor, estamos al cabo de la calle…Se entiende que el que presta juramento, dentro de su inalienable libertad religiosa, es creyente, siempre de acuerdo con su personal concepto de Dios; además, ante el juramento no tiene validez fórmula alguna de omisión mental, y, si no, que me contradigan los teólogos. En consecuencia, no estamos ante un gesto simbólico, un puro ritual de la Milicia, sino ante un acto dotado de un profundísimo sentido trascendente.

También tengo entendido –y vuelvo a recurrir al arbitrio de los doctores que tiene la Iglesia, entre los cuales queda claro que no me encuentro- que el valor de un juramento es de por vida; cuando se habla de renovación del juramento a la bandera se está cayendo en una contradicción; tal renovación no existe y, de acudir a dichos actos –como lo están haciendo voluntariamente miles de ciudadanos españoles en esta época- estamos ante un mero símbolo, pues persiste el valor del juramento inicial que un día se prestó; es algo así como as bellas ceremonias de renovación de un matrimonio canónico, que expresan un maravilloso sentido de fidelidad al cabo de los años, pero son ineficaces en cuanto a modificar lo que un día se llevó a cabo, con el compromiso de unos oficiantes –los propios cónyuges- ante un testigo –el sacerdote-.

Y ahora vienen las inevitables –y quizás molestas- preguntas: ¿son conscientes todos los españoles que juraron bandera un día del compromiso que adquirieron? ¿Están dispuestos a defender a España y su unidad, pese a quien pese, con votos, con opciones y hasta la última gota de su sangre si fuera preciso? Y no se me diga que la obligación cesó cuando dejaron de vestir un uniforme militar, pues ya hemos dicho que un juramento es de por vida, independientemente de tu situación al cabo de los años…incluso si te has dedicado legítimamente al mundo de la política.

Soy muy consciente de que tales preguntas –y a lo mejor todo el artículo- entra de lleno en lo políticamente incorrecto; por tanto, para no incomodar conciencias, respondo por mí mismo: sigo siendo creyente, en concreto católico, y es mi propósito firme mantenerme fiel al juramento que presté, ilusionadamente aun dentro del Servicio Militar obligatorio de entonces (hoy suspendido pero no abrogado, pues consta en la Constitución vigente), cuando aún no peinaba canas. Lo afirmo rotundamente como catalán y, en consecuencia, como español.

Por ello voy a asistir, con la misma ilusión de entonces y, si cabe, con mayor emoción, a la próxima Jura de Bandera de uno de mis hijos.