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25 abril 2015 • "Os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo"

Marcial Flavius - presbyter

III Domingo después de Pascua: 26-abril-2015

Rito Romano Tradicional

Evangelio

Jn 16, 16-22: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Todavía un poco, y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis; porque yo voy al Padre.

Entonces se dijeron algunos de sus discípulos unos a otros: ¿Qué es esto que nos dice: Todavía un poco y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis; y, porque yo voy al Padre? Decían, pues: ¿Qué quiere decir con: Todavía un poco? No entendemos lo que habla.

Jesús conoció que querían preguntarle, y les dijo: ¿Preguntáis entre vosotros acerca de esto que dije: Todavía un poco y no me veréis, y de nuevo un poco y me veréis? De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo. También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo.

Reflexión

Jesús ora última cenaDesde el día de hoy, la Iglesia dirige nuestra mirada a los misterios de la Ascensión de Cristo y de Pentecostés. Con mucho acierto nos da a meditar, en las semanas que preceden a la Ascensión, el discurso de despedida del Salvador. Este discurso fue pronunciado, es verdad, con miras a la separación de Jesús y sus discípulos por la tragedia del Calvario; pero, en estos Domingos, mira a la despedida que realizará místicamente el día de su subida a los cielos.

1. Jesús mira el futuro. No quisiera amargarnos la dulzura del momento presente; pero cree necesario prevenirnos. Sin embargo, al entreabrirnos el cuadro de tristezas que nos esperan, deja también caer una gota de bálsamo, gota que suavizará las asperezas de nuestra situación.

«En verdad, en verdad os digo, que vosotros lloraréis y plañiréis; os contristaréis, pero… no temáis, vuestra tristeza se convertirá en alegría. Padeceréis tristeza; pero… Yo volveré a visitaros, y vuestro corazón se bañará en gozo. Modicum; Un poquito nada más…; luego me volveréis a ver…»

Modicum. Un poquito. He aquí el consuelo que nos brinda el Señor este Domingo.

Fuertes serán las luchas de la vida del cristiano; duras las pruebas; amargo el vivir… Pero no importa; no se trata más que de un corto intervalo de separación. Modicum… Luego vendrá a visitarnos Jesús, para triunfar, instalar su Reino y llevarnos a gozar eternamente consigo.

2. Sabemos y confesamos que este mundo es un valle de lágrimas; y, no obstante, cometemos la locura de aclimatarnos a él; y tanto, que nos resultan dulces y agradables esas lágrimas.

No se nos oculta que la vida mortal es un destierro, que nuestra Patria está más arriba de este velo inmenso que cubre la tierra; y sin embargo, amamos tanto el destierro, que nos asustamos de pensar en el momento de trasladarnos a la Patria.

Estamos convencidos de que el alma se halla aquí como encerrada en una cárcel; y, a pesar de ello, pretendemos que se retarde la hora en que se rompan las prisiones y las ligaduras que la esclavizan, y pueda volar libre a las alturas…

¡Qué inconsecuentes somos! No practicamos la virtud de Esperanza.

3. La Esperanza es la virtud que encuadra al cristiano en su verdadero marco, que le da el sentido propio de su profesión de Fe.

Esa virtud es la que nos presenta hoy la Liturgia. La Iglesia quiere que nos sintamos en la tierra como extranjeros y peregrinos, fijando nuestras ansias en la otra vida, y no en deseos mundanos y carnales. Vosotros lloraréis y plañiréis, mientras el mundo se regocijará. Pero añade: Yo volveré a visitaros, y vuestro corazón se llenará de gozo.

Quedan bien descriptas dos concepciones muy distintas de la vida: la del cristiano, y la del mundano. Así se han formado esas dos entidades morales que llamamos: Cristianismo y mundo. El mundo goza; el hijo de Dios lucha con valor y gime. Esa lucha se aumenta, además, por la guerra que el mundo, animado por el averno, ha declarado a los portavoces del nombre de Cristo, como queriendo contribuir por su parte a dar realidad al anuncio del Salvador: Vosotros lloraréis y plañiréis. Por último, conviene que reflexionemos en una verdad contenida en las palabras de Nuestro Señor.

— Las alegrías de los mundanos incuban una tristeza mortal, que saldrá a luz el día de su muerte, para durar por toda una eternidad.

— Las lágrimas de los justos, en cambio, encierran en germen un goce sempiterno, que amanecerá, asimismo, el día en que termine la farsa de este mundo.

*

Trabajemos para que sean tales nuestros sentimientos, y conformes a ellos nuestras obras. Hasta el fin de los tiempos ha de ser una realidad aquel anuncio del Salvador: Vosotros lloraréis… el mundo reirá.

Así vive el verdadero cristiano. Por eso los santos podían decir: ¡Oh, qué larga es esta vida! ¡Qué duro este destierro! (Santa Teresa). Haz, Señor, que estos misterios mitiguen en nosotros los deseos terrenos, y nos enseñen a amar los celestiales (Secreta).